José Valencia, único en su especie

El cantaor lebrijano rinde honores a su tierra en la XXIII Bienal de Flamenco de Sevilla, apostando por una puesta en escena tan costumbrista como los cantes que recorre en un espectáculo vibrante y lleno del clasicismo y la ortodoxia flamenca que forma parte de su génesis artística

José Valencia rinde honores a su tierra en la XXIII Bienal de Flamenco de Sevilla con su 'Estudio sobre los cantes de Lebrija'.
José Valencia rinde honores a su tierra en la XXIII Bienal de Flamenco de Sevilla con su 'Estudio sobre los cantes de Lebrija'. Laura León (Archivo fotográfico Bienal)

XXIII Bienal de Flamenco de Sevilla – José Valencia – Estudio sobre los cantes de Lebrija

Ficha Técnica:
Espectáculo:
Estudio sobre los cantes de Lebrija – Artista: José Valencia – Lugar: Auditorio Nissan Cartuja (XXIII Bienal de Flamenco de Sevilla) – Fecha: 26 de septiembre de 2024 – Aforo: Lleno – Cante: José Valencia y Anabel Valencia – Guitarra: Juan Requena y Pedro María Peña – Palmas: Juan Diego Valencia, Manuel Valencia, Manuel Cantarote y Alonso Carrasco

El flamenco en Lebrija es algo más que una expresión cultural o artística, ya que es un territorio jondo donde este género musical y dancístico es uno de sus tesoros más preciados. Y como uno de sus mayores y mejores embajadores, en su vertiente cantaora, José Valencia reivindicaba a esta demarcación geográfica como uno de sus vértices fundamentales en el Auditorio Nissan Cartuja, en el espectáculo principal de la jornada del 26 de septiembre de 2024 en la XXIII Bienal de Sevilla.

Bajo una puesta en escena tan costumbrista como los cantes que recorre, en un espectáculo vibrante y lleno del clasicismo, la ortodoxia flamenca que forma parte de su génesis artística fueron la patente de corso con la que se presentaba un cantaor, cuya obligación moral le lleva a honrar la memoria tanto de los que ya no estám como de "los mayores que nos van quedando y que aún tenemos la suerte de tener con nosotros".

José Valencia junto a Juan Requena en la XXIII Biena de Flamenco de Sevilla.
José Valencia junto a Juan Requena en la XXIII Bienal de Flamenco de Sevilla. Laura León (Archivo fotográfico Bienal)

Y como ejemplo del modelo de transmisión oral que aún queda en algunas de estas casas cantaoras, las raíces familiares y territoriales de un artista cuyos lazos de sangre le entroncan tanto a Lebrija como a Jerez — aunque esto último en menor medida— lo expuesto junto a Juan Requena y Pedro María Peña al toque — y Anabel Valencia en calidad de artista invitada— podría considerarse como una pequeña antología musical y jonda de la población sevillana.

Con ese compromiso, puntuales a la cita, demostraba que Lebrija duele por toná y debla, pero le gusta el soniquete a compás de nudillos por soleá, espacio donde José Valencia aglutina sabiduría y elegancia, recordando apellidos ilustres, pero arrancando de sus asientos al público cuando se fajaba con los tercios del Chozas.

Junto a su inseparable Juan Requena, llegó la calma por tientos, cerrados con tres letras por tangos y de ahí para Utrera, por cantiñas, con un guiño al Chache Bacán y la casa Pinini, que tanto tienen que decir en lo que algunos llaman 'cantes de la bahía', desconociendo las formas y maneras que existen entre las tierras albarizas y fértiles por las que pasa un tren del cante, que sabe más que nadie de penas y duquelas, como las que recoge El Lebrijano en la Galera de su disco Persecución y con las que se abrochaba la hipotética primera parte del espectáculo.

El objetivo estaba claro: devolver a su tierra todo lo que esta le ha regalado en estos 40 años que lleva en los escenarios.

José Valencia junto a elenco de artistas que le acompañaban en la XXIII Bienal de Flamenco de Sevilla.
José Valencia junto a elenco de artistas que le acompañaban en la XXIII Bienal de Flamenco de Sevilla.

Y sin perder el norte y con una apuesta absoluta que enseña a Lebrija como un punto vital de lo más intrínsecamente jondo, el análisis al que sometía José Valencia "una parte pequeñita de todo lo que hay" de esta expresión artística, nos llegaban algunos de sus tesoros más preciados con dos claros envites: uno por tangos, recordando a Manuel de Paula y en el que hasta las letras del Romance del Conde Niño cambian de compás, y, por otro lado, una seguiriya en la que Los Puertos y el Viejo La Isla se dan la mano para gritar juntos "¡Vivan los Pedros!" — Peña y Bacán— y abrochar tirando para la casa de los Parrilla, esa en la que huele a pan moreno a compás de cinco por ocho.

Junto con sus dos escuderos a la bajañí, el Romance de las Caracolas - cuya letra y música rubrica Pedro Peña, pero que "no lo ha podido escuchar porque se nos fue antes de lo que quisiéramos"-, se entraba en la recta final de un espectáculo, donde la bulería se hacía grande en el escenario.

Reclamando a su lado a Manuel de Paula, quiso honrar al matriarcado del que tan poco se habla en el flamenco, cuando "son ellas la que transmiten la sangre", e invitaba a su alter ego Anabel Valencia en lo que podría ser considerado como un fin de fiesta, en el que el público se convertía en una extensión más de cuanto ocurría.

Un fin de fiesta en tres actos que, si por él fuese, no nos hubiéramos ido de allí hasta las claras del día. Que tampoco nos hubiese importado. Porque para José Valencia el escenario es su espacio vital, su casa, el lugar donde se siente feliz y cuando está a gusto se le nota. Sonríe, canta, baila, se expone y juega con la voz prodigiosa que Dios le ha dado y cuyos registros le hacen único en su especie.

 

Sobre el autor:

David Montes

David Montes

Comunicador. Experto en gestión cultural del flamenco.

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