Emilio Ciprés y Manuel Blanco.
El próximo 5 de mayo el mundo celebra el bicentenario del natalicio de Karl Heinrich Marx; filósofo, economista, sociólogo e intelectual del movimiento obrero que tuvo como objetivo la explicación científica de las sociedades humanas y su evolución a lo largo del tiempo para comprender los futuros cambios sociales. Sus trabajos han sido tan influyentes que la Historia Contemporánea no podría entenderse sin el pensamiento de este autor, por lo cual resulta imposible sintetizar su figura en un artículo, pero intentaremos resaltar algunos de los puntos más importantes de la misma.
Marx nació el 5 de mayo de 1818 en Tréveris, en la actual Alemania, en el seno de una familia acomodada de origen judío. Durante su juventud tuvo la oportunidad de estudiar y gracias a ello llegó a realizar una tesis de Filosofía, aunque también pudo aprender Economía e Historia. Posteriormente conoció a Friedrich Engels en París, quien se convirtió, junto con su esposa Jenny, en su principal compañero y colaborador. Además, allí pudo establecer contactos con organizaciones clandestinas socialistas, lo que se tradujo en la redacción de sus primeros ensayos que sirvieron como antesala de su pensamiento.
Su principal sustento económico provenía de su trabajo como periodista, pero su continua defensa del ideal comunista acabó provocando su exilio. En Bruselas, Marx y Engels se unieron a la Liga de los Justos, que posteriormente sería conocida como la Liga de los Comunistas y para la cual redactaron su programa político: El Manifiesto del Partido Comunista. Gracias a este panfleto se difundieron las ideas del comunismo y se hizo un llamamiento a la lucha de clases, aunque esto les obligó a peregrinar por varios países, hasta que se establecieron en Londres. Tras un estudio profundo de la lógica capitalista y la evolución de sus mecanismos e instituciones, Marx escribió su obra magna: El Capital. En ella analizó el proceso de producción capitalista, la teoría del plusvalor, la mercancía, la distribución de la riqueza y los ritmos de funcionamiento del capital. Igualmente, su faceta como intelectual no impidió que fuera un destacado activista en la Asociación Internacional de Trabajadores (AIT), donde se agruparon las principales corrientes del movimiento obrero aunque, finalmente, estas quedaron marcadas por las discrepancias entre anarquistas y marxistas.
Marx y Engels
La figura de Marx es, por tanto, esencial para entender los conflictos sociales desde la segunda mitad del siglo XIX hasta la actualidad, pero con anterioridad al mismo contamos con la visión de los que hoy en día llamamos socialistas utópicos. Es aquí donde entra el segundo autor de nuestro artículo debido a que para el caso de Andalucía es imprescindible hablar de Ramón de Cala, ya que fue uno de las principales personalidades políticas e intelectuales de su época.
Generalmente, ambas corrientes se estudian por separado y se incide en el progreso evolutivo desde el Socialismo Utópico hacia el Socialismo Científico. Sin embargo, esta perspectiva no tiene presente que ambas corrientes convivieron en la misma época. Por lo cual intentaremos conectar el ideal del gran andaluz Ramón de Cala con el gran pensador Karl Marx. Debido a que ambos vivieron coetáneamente y escribieron acerca de los mismos temas, más aún; ambos dedicaron muchas páginas al estudio de la Comuna de París (1871), que fue uno de los principales hitos sociales de su tiempo. Gracias a esto, estableceremos conexiones, similitudes y discrepancias entre estos dos pensadores, siendo uno de relevancia internacional y otro especialmente importante a la hora de comprender el futuro desarrollo del movimiento social y político del andalucismo histórico.
El mundo en el que discurrieron la vida de ambos autores podría definirse, a grandes rasgos, como un tiempo de grandes cambios y de auge económico global. Tras la caída de gran parte de las viejas estructuras del Antiguo Régimen, el enérgico Capitalismo se ocupaba rápidamente de construir nuevos estados fundamentados en los principios del liberalismo económico y bajo los postulados de Locke y Adam Smith. Sin embargo, todo este progreso contrastaba con la mísera realidad de los trabajadores; que subsistían intentando adaptarse a la nueva realidad de la producción fabril, en la que una persona sólo era un simple engranaje de una gigantesca máquina dedicada al beneficio del propietario. La pobreza de los trabajadores generó que estos empezaran a agruparse a través de los primeros sindicatos y partidos, que rápidamente se extendieron por todo el continente europeo para exigir mejores condiciones labores, así como una mayor participación política. Esta situación era especialmente dramática en el caso de Andalucía debido a que en esta región las tierras y la riqueza estaban en manos de unos pocos latifundistas y la miseria del jornalero hizo que surgiera un pequeño grupo de intelectuales sensibles a esta situación, por lo que comenzaron a cuestionar, desde diversas perspectivas socialistas, este orden social.
París y la comuna
En este contexto se desarrolló la Comuna de París, que fue uno de los mayores episodios sociales de la Europa del siglo XIX; consecuencia de los precedentes revolucionarios franceses de ese mismo siglo. Su origen radica en la Guerra franco-prusiana (1870-1871), pues la derrota de francesa en los campos de Sedan supuso el fin del ideal imperial del gobierno de Napoleón III y llevó al ejército prusiano a las puertas de París. Tras 5 meses de asedio; el nuevo gobierno francés, de corte muy conservador, comenzó unas negociaciones en secreto para firmar la rendición, lo que produjo la ira de las clases populares parisinas que defendían la ciudad. El gobierno convocó elecciones, en las que las izquierdas no consiguieron hacer campaña a tiempo, lo que se tradujo en una nueva Asamblea Nacional de mayoría monárquica.
El nuevo gobierno, intentó desarmar a los trabajadores y esto fue visto como una traición hacia aquellos que se encargaron de la defensa de París, lo cual culminó en una sublevación que logró tomar la ciudad. El éxito inmediato de esta rebelión generó la conformación de un gobierno de autogestión popular, el cual era una gran amenaza para el orden establecido de la época. Este nuevo ejecutivo se apoyó en la Guardia Nacional, que juró lealtad al nuevo poder municipal y que, conformado por republicanos, anarquistas y socialistas, intentaba extender su lucha al resto del país. Esta situación generó un estado de sitio sobre la ciudad, la cual resistió durante 60 días al asalto y bombardeo de un ejército francés que estaba siendo apoyado por las tropas prusianas. Tras la toma de la ciudad, el ejército llevó a cabo una gran represión contra todos los integrantes de la Comuna.
La importancia de la Comuna de París en la vida y la obra de dos autores, tan distintos, es una una muestra de la influencia y el calado que tuvo tanto en sus vidas como en sus obras. Este hecho histórico determinó parte de los postulados y las tesis de ambos.
Marx redactó un escrito pedido por la Internacional, como manifiesto dirigido al pueblo parisino, que fue agrupado posteriormente junto con otros dos manifiestos de la AIT sobre la Guerra franco-prusiana: La guerra civil en Francia. Por otro lado Cala dedicó dos inmensos tomos sobre la Comuna, narró con detalle los fenómenos políticos y sociales de la Francia del siglo XIX: Los comuneros de París; Historia de la Revolución Federal de Francia en 1871. Ambos análisis serían rápidamente reeditados y posteriormente compartidos -y complementado- por otros dirigentes comunistas como Lenin, aunque bien debemos de mencionar, que el primero tuvo una difusión internacional, mientras que el segundo es menos conocido.
El París de los obreros, con su Comuna, será eternamente ensalzado como heraldo glorioso de una nueva sociedad. Karl Marx, La guerra civil en Francia. pp 70.
La Comuna supuso un antes y un después; una puesta en marcha de una nueva forma de gobierno popular y cuya simple existencia, a pesar de la posterior derrota, ya fue una victoria. Marx y Cala supieron que no se trataba de una simple revuelta, sino consecuencia de la evolución directa de los fenómenos político-sociales que se venían dando desde décadas atrás en Francia. A pesar de la brevedad de la experiencia comunera, su relevancia es innegable a causa del nuevo horizonte abierto para los revolucionarios que vieron que el sueño de la utopía socialista estaba próximo y ello abrió grandes debates acerca de los motivos del fracaso de esta primera experiencia y de la forma en la que se debía afrontar una futura y exitosa revolución final.
En este debate, Marx realizó un estudio con aspiración científica de la sociedad y buscó conocer la forma en la que se organizaba. Su trabajo determinó, entre otras cosas, que toda comunidad se compone de clases sociales establecidas por su relación con los medios de producción y esto provoca la existencia de grupos favorecidos y grupos desfavorecidos que entran en conflicto.
En la medida en que millones de familias viven bajo condiciones económicas de existencia que las distinguen por su modo de vivir, por sus intereses y por su cultura de otras clases y las oponen a éstas de un modo hostil, aquéllos forman una clase.
Karl Marx, El dieciocho Brumario de Luis Bonaparte. pp 191.
A partir de esta idea podemos comprender que para Marx la libertad precisa de la capacidad de autodeterminación de un colectivo, frente a una visión liberal que entiende esta libertad en torno al individuo autónomo. Unido al concepto de revolución, la libertad se refiere de forma más compleja a la liberación de la clase proletaria con respecto al capital. Para Marx, sólo a través de la sociedad comunista tendría lugar el libre desarrollo de los seres humanos de sus capacidades. Para Ramón de Cala, en cambio, el individuo será el centro de su trabajo pues él, inspirado en las ideas de Charles Fourier, intentó crear un enfoque que aunó su perspectiva societaria con esa defensa de la libertad individual. Por tanto, él hizo mucho énfasis en evitar cualquier tipo de represión para imponer ideales porque cree que es esencial respetar la libertad de todas las personas. Debido a su estudio de la Comuna de París, Ramón de Cala tuvo un pensamiento plagado de influencias jacobinas que se materializaron en la crítica a los abusos que cometía el sistema sobre los obreros. Aun así, respetó el derecho a la propiedad privada, aunque de forma limitada, debido a que quería eliminar los monopolios y los privilegios de un grupo sobre otro, pero no la libertad a la hora de poseer. Dada la importancia que concede al individuo, la acción de la masa sólo estaba justificada para dinamizar el proceso de liberación y, por tanto, desconfía de las acciones de las masas si éstas actúan en detrimento de la libertad personal pues esta acción, en última instancia, va en contra de una auténtica sociedad socialista.
Los comuneros de París
Es una creencia absurda y que conviene combatir sin tregua y enérgicamente la de muchos hombres afectos a la causa revolucionaria al pensar que las medidas extremas, la represión sin límites, y de sangriento rigor del terrorismo, son recurso sagrado al que los pueblos deben apelar para su regeneración.
Ramón de Cala, Los comuneros de París: Historia de la Revolución Federal de Francia en 1871.Tomo II. pp 260.
Retomando la limitada experiencia comunera, Marx destacó el que a su parecer fue el principal error cometido por los revolucionarios durante la vida del gobierno municipal: la convocatoria de elecciones y elaboración de leyes sobre la organización interna frente a primar la lucha contra los restos del gobierno burgués que se encontraban en Versalles tras su huida de la capital. El ataque nunca tuvo lugar y la debilitada Asamblea Nacional consiguió recomponer las filas de su ejército, además de buscar apoyos en Prusia, lo que se tradujo en la derrota del bastión comunero.
Autores que han trabajado a Ramón de Cala, como Ruiz Lagos (1980), estiman que el fracaso de la Comuna se debió, entre otras cosas, a la falta de coordinación del movimiento obrero porque este no había logrado mentalizar a la sociedad y generar un convencimiento político a las masas que querían promocionar. Aquí, vemos una idea latente acerca de la importancia que Ramón de Cala le otorga a la educación, ya que propone que la solución pasa por formar a las clases populares y planificar todo el ideario societario sobre la base de un sistema democrático que garantice las libertades, para levantar de esta forma el edificio del ideal socialista. Por tanto, según Ramón de Cala, la educación es un pilar fundamental tanto para la Revolución como para la Democracia.
Llegados a este punto vemos que una de las grandes diferencias entre ambos autores, como ya hemos estado manifestando, es que uno estima que el motor del cambio será el conflicto social sustentado en las relaciones económicas mientras que otro estima que el cambio vendrá de la mano de la educación como modeladora del pensamiento humano y de la participación democrática de la mayoría social.
El pensamiento de Marx está fundamentado en el concepto de progreso histórico, donde se sigue una línea evolutiva que culminaría en la liberación del ser humano con la destrucción del estado. Sin embargo, advirtió acerca las atrocidades que el progreso económico capitalista traería consigo durante la expansión de los mercados y fuerzas productivas sobre el proletariado. Esta opresión, generada por la propia civilización durante la fase capitalista, provoca la reaparición de estadios poco comprensibles a ojos de la razón y por ello Marx postuló que los progresos inmediatos nos conducen a la barbarie y estos, a una mayor división del trabajo.
La desvalorización del mundo humano crece en razón directa de la valorización del mundo de las cosas. Karl Marx, Manuscritos de economía y filosofía. pp 134.
En esta misma línea se movía Ramón de Cala, con el cual podemos establecer semejanzas. Ambos coinciden en la idea de progreso como pilar fundamental de avance sobre el que caminar. Cala nos habló de la idea progreso humano, aceptar este como una constante biológica que debe ser incluida en la sucesiva y moderada evolución de la propia comunidad. El progreso es una realidad social a lo largo de la historia pero posee altos y bajos, caídas y aumentos, pero al final conforma una línea ascendente. Las revoluciones, por ejemplo, son momentos en los que produce devastación para permitir el desarrollo posterior. La implantación de la idea del Progreso permite fijar metas y luchar para conseguirlas, en materia de, por ejemplo, derechos y deberes.
Triste y pobre pensamiento que arguye, o poca convicción en la fuerza de la idea o una falta de fé absoluta en la alta moralidad de la raza humana, y que al cabo solo conduce a malograr el fruto de una benéfica propaganda, y a entorpecer con la reacción y la represalia esas evoluciones inmensas y progresivas que llevan a las naciones al ideal de la civilización. Ramón de Cala, Los comuneros de París: Historia de la Revolución Federal de Francia en 1871. Tomo II. pp 260-261.
Como hemos ido viendo, la diferencia entre ambos autores no estriba tanto en los objetivos finales que buscan sino, más bien, en la forma en la que entienden que serán alcanzados. Cada uno se sitúa en un paradigma muy distinto, debido a que Ramón de Cala, más que seguir una única línea de pensamiento filosófico, intenta armonizar distintas formas de comprender su realidad, aunque en ocasiones pueda resultar que estos modelos teóricos son contradictorios. En cambio, Marx buscó darle coherencia interna a todo su pensamiento, aunque podamos rastrear fácilmente influencia de varios autores, y de ahí, posiblemente, viene parte de su grandeza debido a que no son muchas las personas que acaban siendo recordadas por crear un nuevo modelo de pensamiento teórico tan complejo. Por tanto, aprovechando que los aniversarios son una estupenda oportunidad para hacer balance, podemos decir que aunque para muchos el pensamiento de Marx está muerto, su legado sigue plenamente vivo a día de hoy.
Esta humilde comparativa precisaría de un estudio mucho más exhaustivo y ambicioso para poder ahondar en los puntos en común y en las diferencias de ambos autores. Aún así esperamos haber despertado el interés del lector por ambas figuras y haber mostrado la importancia de un suceso que, a priori, puede parecernos muy lejano: La Comuna de París, pero que, en palabras del comunista francés Henri Lefebvre (1962); "Fue una fiesta, la más grande del siglo y de los tiempos modernos". No hablamos, por tanto, de un hecho baladí sino de la primera piedra de lo que vino a ser el comienzo de la gran lucha obrera contra el Capitalismo.
Así pues, la vida de Marx fue una vida de lucha, una vida de compromiso y su gran legado ha sido su obra. La riqueza de sus textos reside en una riquísima fuente de sugerencias e invitaciones de diversa índole, donde se hace un llamamiento abierto a la voluntad de conocer y transformar el mundo. Doscientos años después, el sueño de Marx sigue siendo el sueño de millones de personas; el deseo de construir un mundo mejor.
https://www.youtube.com/watch?v=kZwyg2NUCWs
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