51 años se han cumplido del memorable disco Nueva Frontera del Cante de Jerez, con Nano de Jerez y Juan y Manuel Moneo entre sus muchos protagonistas noveles. Hace 16 años, apareció otra edición discográfica para la historia: Nueva Frontera del Cante de Jerez 2008. Entonces los sobrinos y nietos de aquellos eran los artistas revelación: entre algunos de ellos, Manuel yPedro de la Fragua (sobrinos del Nano) y Juan Manuel Moneo (sobrino y nieto de Juan y Manuel).
En diciembre de 2024, ellos son ahora los que dan el relevo a otra nueva hornada, a otra nueva generación que aún no graba discos (a lo mejor solo les basta con Spotify, YouTube o TikTok), pero que son aquellos que ni habían nacido cuando ellos registraron ese último recopilatorio sobre los nuevos valores del flamenco jerezano.
Esta novísima Frontera del Cante de Jerez —ahora por suerte con mucho rostro de mujer— va cobrando forma, ya sea en recitales en peñas, caso de Lucía Aliaño —o Manuel Monje, un cantaor de otro tiempo—, como en formatos corales a golpe de Zambomba de Jerez, caso de Noelia B. Torrecilla, sobrina de Manuel y Pedro de la Fragua.
Seguro que entre todos hay muchos más lazos de sangre (hay apellidos inconfundiblemente flamencos en Jerez: Soto, Junquera, Carrasco...), pero independientemente de la génetica, atesoran un ADN común y un sentido de pertenencia que da esperanza ante esas incertidumbres que riman con futuro. Ahora es Pedro el que ayuda a su sobrina Noelia —17 años, estudiante de auxiliar de Enfermería— a dirigir su primer espectáculo de coplas de Nochebuena. Un sueño hecho realidad que lleva cociéndose desde el pasado verano y que tuvo un feliz alumbramiento en la víspera de este puente de diciembre.
Galería de fotos | Las imágenes de la Zambomba Kriatura en Navidad en Sala Paú


Estos jóvenes, chicas y chicas de todo Jerez, tienen en común haber formado parte de un proyecto muy valioso que, por insistencia y corazón de su impulsora, la danesa Kirstin Hastrup, ha conseguido echar raíces en la ciudad y alcanzar, el próximo año, las siete ediciones de intercambio cultural con el país nórdico y trabajo sordo en la cantera, en las raíces que entroncan con medio milenio de mestizaje cultural en una ciudad, Jerez, que aspira a ser Capital Europea de la Cultura en el año 2031.
El festival Kriatura, que se celebra en abril, ha estrenado un nuevo apéndice, Kriatura en Navidad, y ya promete conquistar el año que viene el Villamarta tras agotar las localidades en la Sala Paúl. Con mucha expectación y con una buena causa de telón de fondo —todo se destinó a recaudar fondos para la Asociación Española contra el Cáncer y Cáritas—, el espectáculo navideño congregó a más de una treintena de chicos y chicas sobre el escenario que asumieron el mando de la representación teatralizada de una Zambomba de las de antes, con repertorios clásicos (lejos de las letras más manidas) y toques contemporáneos en otros villancicos que beben de la herencia que dejó más recientemente Fernando Terremoto hijo y han continuado artistas como Luis de Perikín (su padre también estaba en aquella Nueva Frontera del año 73).


"Tato, yo quiero hacer un espectáculo navideño, algo con sentido"
"Kriatura en Navidad es un homenaje que los jóvenes hacemos a la personas que nos han traído hasta aquí, un regreso al futuro", anunció la megafonía, mientras aparecían en tropel los jóvenes protagonistas de esta Zambomba-espectáculo. Sobre el escenario fueron también ofreciendo pinceladas profesionales de este arte Patrimonio Inmaterial de la Humanidad: Juan Diego Mateos, Elu de Jerez, Macarena de Jerez, El Tolo... Todos volcados con esta savia nueva que vivió la noche como lo que fue: un sueño hecho realidad.
"De alguna manera esto es lo que perseguía desde el principio Kriatura, provocar que los niños fueran familiarizándose con el escenario, pero siempre desde un espacio de encuentro, aprendizaje y participación", cuenta Kirstine Hestrup, alma mater de un proyecto que viaja cada mes de agosto con los pequeños artistas a Dinamarca y a la que todos llaman cariñosamente la flamenca vikinga.
Arremolinados en los camerinos de la Sala Paúl, besos, abrazos y algo de tensión antes de la salida a escena. Brillo en los ojos. Sonrisas de oreja a oreja. Indisimulado orgullo por dar el salto. "Es una sensación super guay, con muchos nervios, porque es la primera vez que ponemos en marcha algo así, pero muy guay. Llevamos trabajando en esto desde el verano, empezamos a ensayar en septiembre y no me imaginaba en la vida esta repercusión", reconoce Noelia B. Torrecilla, la directora de esta orquesta navideña y alumna de Kriatura desde casi los inicios.
Recuerda cómo un día le dijo a su tío Pedro Garrido Niño de la Fragua, "tato, yo quiero hacer un espectáculo navideño, algo con sentido". Y así comenzó un proyecto que antes de la Sala Paúl ya estuvo en la residencia de ancianos de Vitalia, en La Granja, para brindar una Zambomba sorpresa a los mayores.


"Queríamos mostrar la Navidad de siempre en las voces de los más jóvenes. No viví lo de los patios de vecinos, pero ir ahora por el centro con tanta gente me está costando", admite Noelia, a la vista el inusitado boom turístico y la masificación que vive la Zambomba jerezana, Bien de Interés Cultural.
A su vera, Pedro Garrido Niño de la Fragua, otra de las piezas maestras de Kriatura, cuenta con orgullo: "Esto es un proyecto super ilusionante. Llevamos trabajando mucho para que Kriatura no fuese algo que durase ocho días al año, sino que se convirtiera en una filosofía de vida y permaneciera durante todo el año con las distintas caras que conforman Jerez. Kirstine y yo vimos el espíritu aglutinador que tenía Noelia y la dejamos que empezara a jugar las cartas en el sentido que estamos viendo esta noche".


Sobre el reto de la Capital Europea de la Cultura en 2031 y el encaje de proyectos como Kriatura, el Niño de la Fragua lo ve claro: "Estamos convencidos de que el Ayuntamiento va a encontrar en este festival una de sus armas de seducción masiva". Con la botella de anís, la omnipresente zambomba, el espectáculo teje el tributo explícito e implícito a esas mujeres transmisoras de la cultura oral, a aquellas que hacían pestiños y roscos, "como mecanismos de despiste" para que la fiesta tuviese el contexto ideal y fluyese por los cauces deseados, "Diosas convertidas en pastoras y campesinas".
El cantaor, docente, investigador musical y criado en la familia gitana de la archiconocida fragua del Tío Juane, sostiene que este tipo de iniciativas "dejan a las claras que nuestra cultura está muy viva, pero sobre todo en el sentido de motor popular. No tanto, que también, a nivel artístico y profesional, lo cual es algo que puede encontrarse en otros sitios, sino como un motor cultural y social improvisado, cotidiano, desde la infancia y la adolescencia... Jerez, a ese nivel, es ejemplo a nivel nacional y brilla con proyectos como éste: educativo, participativo y super inclusivo". Otra frontera que se derriba, otra generación que viene pisando fuerte en el eterno retorno del manantial jondo del que no se cansa de beber Jerez.