¡Ah, la Guerra Civil, fuente de inspiración de novelas y películas durante varios decenios!... hasta que hace algo más de quince años hubo un toque de atención por parte del sevillano Isaac Rosa, cuando publicó '¡Otra maldita novela sobre la guerra civil!', un título estupendo que hoy estaría al borde del clickbeat (el título)... eso sí, el caso es que parece que, con los años, cierta saturación y el empuje de este título (por qué no), el tema se ha ido deslizando de lo que fue propiamente la guerra hacia la posguerra. Probablemente, la primera (hablamos, lógicamente, de la tendencia en los últimos diez, quince años, no vamos a irnos a 'La Colmena' de Cela) fue Almudena Grandes, con el fresco que ha dejado inconcluso tras su prematuro fallecimiento, si bien Pérez Reverte, por ejemplo, también ha hecho algunas incursiones en el tema.
Pero vamos a cerrar aún más el intervalo de tiempo y dejarlo en cosa de un par de años, vamos a acotar ahí la expresión ¡otra maldita novela sobre la posguerra!, que ese va a ser el tema. En 2023 vino la avanzadilla. 'Castillos de Fuego' fue, sin duda, una de las grandes novelas publicadas ese año. Ignacio Martínez de Pisón entregó, probablemente, su mejor novela hasta la fecha, centrándose en un tiempo que va de 1939 a 1945, lo que hace presuponer que, siguiendo la estela del francés Pierre Lemaitre, pueda estar dando vueltas a lanzarse a hacer su propio fresco de dicha época en España... o no, ya que hace apenas unas semanas ha editado 'Ropa de casa', una especie de libro de memorias sobre su juventud y sus inicios en el mundo de la literatura profesional. En 'Castillos de Fuego' Martínez de Pisón crea una novela coral en la que la guerra no ha acabado para sus protagonistas, al menos no del todo. Unos siguen luchando, otros medran, el autor deja a los personajes que diriman sus problemas... todo en un Madrid con evidentes referencias galdosianas.
Vaya, ya estaba tardando en salir el adjetivo galdosiano. Bueno, no ha sido para tanto, ha sido justo al final del segundo párrafo. Entonces... ¿Qué decir del galdosiano por excelencia, de Andrés Trapiello? El escritor leonés, afincado en Madrid desde su juventud, autor de los soberbios libros 'Las armas y las letras' y 'Madrid', ha vuelto a la novela-novela, dejando por momentos, solo por momentos, el 'Salón de los pasos perdidos', una experiencia a mitad de camino de la novela y de la memorabilia. Si los franceses inventaron eso que se dio en llamar novela-río (debe ser difícil de leer hoy Alain Robbe-Grillet, por cierto), Trapiello está más bien por la novela-vida, un libro fedatario más allá de las notarias. En 'Me piden que regrese', Trapiello se mueve también en un mundo con ejemplares de todo tipo de la sociedad de posguerra, en una novela de fondo, aunque buena parte de los personajes actúa en unos niveles sociales más elevados y más cercanos al poder que los de Pisón, más centrados en la mera supervivencia en un mundo más primario.
Juan Manuel de Prada también está en este carro. Al comienzo del verano publicó 'Mil ojos esconde la noche'... bueno, realmente publicó la mitad, ya que a Prada le ha salido una novelita de unas 1.600 páginas que ha habido que partir en dos: las editoriales, siempre caprichosas. Prada también se marca una novela coral, en la que recupera a Fernando Navales, el protagonista de 'La máscara del héroe', su novela clave. La novela de Prada tiene un par de cuestiones que la separan de las otras dos. Ambientada también en la misma época, en la primera posguerra española, lleva la trama al París ocupado por las tropas alemanas y allí suelta al falangista Navales, que se entremezcla entre los personajes ficticios y reales de la acción, muchos de ellos exiliados españoles. Picasso, por ejemplo, es uno de los personajes que aparecen por sus páginas. La segunda parte –hay que insistir en que, realmente, se trata de una única novela–, que arranca con el cambio de tendencia en la II Guerra Mundial, estará en las librerías ya para 2025.
'Presentes', de Paco Cerdà, ha sido, sin duda, una de las grandes sorpresas de la temporada. A Cerdà le sirve de hilo el traslado en 1939 de los restos de José Antonio Primo de Rivera desde Alicante, donde fue fusilado al comienzo de la Guerra Civil. Fueron once días en los que sus compañeros de Falange llevaron su féretro a hombros desde el cementerio de Alicante hasta El Escorial, para que sus restos mortales descansaran en modo rey. Se trata de un viaje con un punto alucinógeno, irreal, un viaje además sin apenas descanso, en el que no se paró por las noches, con la comitiva iluminándose con hachones en las carreteras (o lo que quedaba). Por supuesto, fue una demostración de fuerza de Falange durante los 467 kilómetros de recorrido, de dejar claro quién había ganado la guerra en los pueblos por los que pasaba semejante desfile, si bien el autor juega con el ¡presente! con el que se respondía en Falange para ensalzar la propia existencia de personajes del lado de los perdedores, 'presentes' también, incluso por omisión, en un país al que, como se dice en el colofón de 'Las bicicletas son para el verano', había llegado la victoria, no la paz.