Tres recomendaciones, tres propuestas para Semana Santa, todas ellas novedades. Una novela de manual, una vida novelada y una memorabilia. Tanto si se opta por la playa o por ver pasos, tener a mano un libro siempre puede ser una buena opción, sobre todo si llueve... y en una doble acepción, tanto si te coge un chaparrón en la calle, que se puede abrir a la mitad y, hala, ya está, un chapiri, como quedarse tranquilamente en casa, en el sofalito, acompañado de una copa de amontillado mientras se ve caer la lluvia por la ventana...
La primera de las novelas –no hay ningún orden de preferencia– ha hecho estas semanas las delicias de los amantes de la novela negra, del noir, a pelo, como se dice últimamente. Se trata de Los seductores, del maestro del género James Ellroy. El autor de un clásico como L.A. Confidential ha estado en España de promoción –se dejó caer por Sevilla y todo– y ha concedido algunas entrevistas que recomendamos desde aquí, más que nada porque este señor vive –y responde– de manera ajena a cualquier tipo de corrección política.
La novela va, aparentemente, sobre la muerte de Marylin Monroe, de la que, por cierto, se ha despachado el autor a gusto en todas las entrevistas que ha dado. Ellroy nos plantea que el salón y el dormitorio de la vivienda de la actriz era una especie de vestíbulo de estación de autobuses en lo que se refiere al ir y venir de todo tipo de policías, espías y detectives poniendo micrófonos. Ellroy ha dicho que no ha aportado en la novela nuevos detalles sobre la muerte de la actriz y de cómo fue su vida los meses anteriores, que se lo ha inventado todo, pero no se lo cree nadie, en especial su legión de fans. Por ejemplo: el escritor -su detective parapolicial, más exactamente- nos dice que Marlyn tenía nueve pares de medias de nylon en el primer cajón de la cómoda. ¿Será o no cierto? Además... ¿Son muchas, son pocas? No pidan mi opinión, al menos no sin una cerveza por delante... solo le diré a alguna listilla o listillo que crea que voy por ahí que a primeros de los 60 faltaban más de veinte años para que llegara al mercado algo pegajoso llamado licra, así que dejen tranquilo el nylon y para dar su opinión céntrense en el número, en la estrella rutilante, en la moda de la época, en que dicha estrella vivía en L.A. y en el clima de California.
Bien... pasan muchas cosas en la novela, algunas de ellas que ocurrieron mucho antes de la época de la trama y han estado todo este tiempo tapadas. No se aflija, la hábil lectora o el intrépido lector, si se pierde dos o tres veces durante la lectura, le pasa a cualquiera. Creo que le pasa al propio Ellroy, que de vez en cuando hace un rengue para aclarar la situación, incluso diría que para aclararse a sí mismo y tomar nuevo impulso.
La segunda recomendación es Mi año romano, de André Aciman, así, con apellido como de superhéroe. Este escritor, casi apátrida, se hizo famoso por Llámame por mi nombre, de la que hubo peli que gustó especialmente a la chavalería. Pero vamos a Mi año romano que, de alguna manera, es la continuación de Lejos de Egipto, al menos cronológicamente en la vida del autor. No vamos a decir eso tan habitual de 'abstenerse los que no hayan leído la primera', al contrario, mejor no haber leído Lejos de Egipto, en primer lugar porque se lee bien de manera independiente y, en segundo, porque a algún entusiasta de la primera le puede resultar frustrante la segunda. En Lejos de Egipto, Aciman está 'on fire', con momentos divertidísimos y otros duros, novelando la vida de su peculiar familia de judíos sefardíes en una Alejandría cosmopolita que, precisamente, estaba comenzando a dejar de serlo con el gobierno de Nasser.
Mi año romano es un libro aseado, está bien... pero lejos de Lejos de Egipto, con perdón, que parece que vamos a acabar recomendando el libro editado hace años por el Asteroride y no este que acaba de aparecer en Alfaguara. Es un poco (caso verídico, adelanto) como cuando en un examen te cae Felipe II, no lo has estudiado y largas a su padre, Carlos I, después de dejar claro precisamente eso, que es su hijo, para ver si te cae un 4, aunque sea.
Y nos vamos con Los nombres de Feliza, de Juan Gabriel Vásquez, para el gusto de este cronista de lo mejor que caído en sus manos en 2025. El autor rememora la vida de la escultora colombiana Feliza Bursztyn, que quedó para la eternidad después de que Gabriel García Márquez escribiera su necrológica en El País y recogiera aquello de que había muerto de tristeza. Vásquez trabaja, de manera novelada, en un doble plano, el de su propia investigación sobre el personaje y el de la vida de la protagonista (1933-1982), tanto en Colombia como en París. Vásquez nos deja claro que siempre tuvo una cierta obsesión por esta artista, también compatriota suya, su vida compleja tanto en lo personal como en lo profesional, y su fallecimiento, cuando parecía que todo al fin encajaba, de un infarto en el transcurso de una cena en París en la que precisamente García Márquez y su esposa ejercían de anfitriones.
Todos estos detalles vienen en la contra del libro, se saben desde el minuto uno y son tangenciales a la trama, que no deja de ser un viaje a la vida de otra persona. Vásquez habla con los pocos amigos de Feliza que quedan vivos y reúne todo el material posible para ir tras las huellas de una mujer incomprendida en su época, tanto como artista como por sus decisiones personales que le costaron en muchos momentos la relación con su familia, judíos que recalaron en un país, en principio, un tanto impensable como Colombia, huyendo de la Alemania nazi. Literatura de quilates en un libro comedido, de arquitectura novelesca, que nunca se deja llevar por la evidente admiración (y conmiseración) que el autor siente por el personaje.