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Lola Jiménez, la artista de Jerez que convierte el barro en sentimientos

La escultora lleva ligada al mundo del arte desde que era pequeña y aunque su punto fuerte siempre ha sido la escultura ha coqueteado, por ejemplo, con la pintura o la fotografía

Lola Jiménez en el estudio de Jerez donde da forma a su arte.
Lola Jiménez en el estudio de Jerez donde da forma a su arte. MANU GARCÍA
08 de febrero de 2023 a las 19:25h

El arte es capaz de reflejar el alma de quien lo crea y Lola Jiménez evidencia esto. Esta jerezana de 56 años posee una sensibilidad especial que plasma en cada una de las obras que crea en su pequeño taller de la calle Zaragoza de Jerez. "Mi padre era tornero fresador y fabricaba piezas para vehículos de alta gama. Recuerdo ver sus manos trabajando. Pasé mucho tiempo presenciando su trabajo que, de alguna manera, era artesano", rememora.

También "le gustaba el arte, las antigüedades, coleccionaba discos de clásicos... era una persona muy inquieta", lo que dejó un importante legado en su hija a pesar de que falleció cuando ella todavía era una niña.

Lola se considera "autodidacta". Durante cuatro años regentó una tienda de artesanía en el antiguo Zoco de Artesanía del centro, sin embargo, "la mala gestión por parte del Ayuntamiento hizo que todo fuera de mal en peor y fracasara". A pesar de que intentaron llevar a cabo montones de proyectos gratuitos la burocracia se impuso a ellos y, como otras tantas personas, esta artesana se vio obligada a echar el cierre.

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La escultora jerezana Lola Jiménez en su taller.  MANU GARCÍA

Ante una nueva etapa de su vida se planteó qué podía hacer para continuar formándose y en 2013 decidió apuntarse a la Escuela de Arte. "En el INEM me dijeron que por mucho currículum que tuviera sin un título no me iban a llamar para dar clases en los talleres", cuenta. Por este motivo cursó un grado de Cerámica Artística en el que "me reciclé", a pesar de mantener que la mayoría de lo que sabe lo ha aprendido por su cuenta.

De hecho, reconoce que "todavía me queda mucho que aprender". En este aspecto cree que "esto nunca se acaba", más aún en un oficio como el de las artes plásticas, en el que el perfeccionismo al que se aspira suele ser altísimo. De hecho, Lola admite que "siempre veo algún pequeño fallo en mis obras aunque luego vengan otras personas y alucinen con lo que he elaborado".

"Cada escultura refleja un sentimiento"

Aunque antes Lola trabajaba diferentes formatos, incluidos los de gran tamaño, ahora se ha especializado en los modelos reducidos, aunque no descarta elaborar alguno más grande si recibe un encargo especial. Ella trabaja con barro de alta temperatura, ya que cuenta con una importante plasticidad, ofreciendo un resultado "más agradecido".

Los materiales de segunda mano o "que ya nadie quiere" copan su taller, ofreciéndole la oportunidad de "adaptar la obra a lo que he encontrado". Para ella el reciclaje permite "dar una nueva vida" a estos objetos y convertirlos en obras únicas y "que digan algo". Cristales, trozos y palos de madera, tubos de cartón piedra o cajas son solo ejemplos de la "magia" de esta artista que destaca la importancia de la imaginación y la creatividad para dedicarse a este oficio.

Su punto fuerte es el estilo figurativo —formas humanas y animales realistas—. Su primer gran modelo fue El Principito. A esta amante de la lectura le fascina desde pequeña la novela de Antoine de Saint-Exupéry, para ella "mi Biblia" y quiso inculcarle su mensaje a su hijo, de modo que le regaló una figura del protagonista que maravilló a quien pudo contemplarla. "Cada vez que venía uno de sus amigos me decía que le gustaba mucho y yo le regalaba una, pero con el tiempo se fue corriendo la voz y me llegaron a pedir tantas que tuve que cobrar algo por realizarlas", recuerda.

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Los habitantes del alma. Representación de un abrazo.  MANU GARCÍA

Como El Principito, otros personajes de obras famosas como Malfalda, Don Quijote o el protagonista del mito de lo absurdo, Sísifo, han sido recreados no pocas veces por esta artista. Como cuenta, "para trabajar en esto hay que tener una sensibilidad especial. A través de estas figuras intento expresar cosas que no sé decir con palabras. Todo lo que hago tiene un por qué y un mensaje, no hay ni una pieza que esté hecha únicamente para decorar".

Y es que emocionalmente supone una válvula de escape "para liberarse, algo que de vez en cuando es necesario hacer". Su obra también reivindica el papel de la mujer, desde el maltrato a la defensa del movimiento feminista. Por eso en su última colección ha plasmado el símbolo de la mujer en muchas de sus piezas.

Lola califica su estilo como "diferente". Pese a trabajar con figuras humanas estas no siempre cuentan unos rasgos completamente realistas, algo que las hace especiales. Además de esto, entre los trabajos de Lola destacan sus "habitantes del alma", personajes asexuados, simples y sin rasgos de ningún tipo que representan los sentimientos y los gestos más básicos, como el amor, la tristeza o los abrazos. Cualquier persona que quiera conocer más de cerca su arte o contactar con ella puede hacerlo a través de su página web, en la que pueden acceder a su autobiografía y ver las obras que ha realizado, así como realizar algún encargo.

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Una de las esculturas de Lola. Un padre junto a su hija.  MANU GARCÍA

Como señala, "Cada escultura tiene su alma y una historia tras ellas". Aquí la escultora se pone melancólica y visiblemente emocionada muestra una de las figuras a la que más aprecio tiene, un hombre con su hija agarrada a él por su dedo meñique. "Hace unos años en Semana Santa vi a un padre pasar por la calle con su hija. Ella era pequeñita e iba agarrada a él por el meñique. No sé qué le estaría contando pero iba súper contenta. La escena me recordó a mi padre y a mí porque cuando se fue yo también era muy pequeña y le cogía de la mano así. Como no soy creyente en lugar de representarlos bien vestidos los hice en bañador como si estuvieran paseando por la playa", explica.

Otra figura que le recuerda su niñez es la de un hombre sosteniendo un cachorrito frente a una niña basada en una foto que vio en Facebook. "A mí siempre me han encantado los animales y mi tío me traía de vez en cuando algún pajarito que se había caído del nido y un día me trajo de su campo un conejo. ¡Lo tenía escondido a su espalda y cuando me lo enseñó me desamayé de la emoción!", cuenta pasando de la lágrima a la risa.

Un espacio para desconectar

Después de 30 años ligada al mundo de la escultura actualmente Lola se dedica a su pasión por puro gusto. Cada vez que tiene un hueco entre sus tareas domésticas baja a su taller para desconectar. 

Para ella, vivir en este mundo le ha ayudado a conocer a personas "muy valiosas" y a rodearse de "amistades de verdad". Con muchas de ellas mantiene el contacto tiempo después, de hecho, cuenta como anécdota que a menudo suele reunirse con varias amigas para tomar el té mientras charlan y elaboran sus propias figuras. "Al final las personas que tienen mucho dinero no siempre son las más felices. Yo me considero una persona que necesita poco para ser feliz y aquí tengo lo que me hace falta", añade.

También comenta que una antigua clienta a la que fabricó unas maletas de gran tamaño acompañadas por pequeños personajes sentados sobre ellas y que colocó en el jardín de su casa cuando vivía fuera de Jerez. Años después cuando se mudó y regresó a esta ciudad hizo todo lo posible por traerse de vuelta esta obra, pero en el proceso de desanclarlas algunas se rompieron. "Me llamó y me pidió por favor que se las restaurara, y en ello estoy", indica.

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Obras elaboradas con materiales reciclados.  MANU GARCÍA

Este espacio es su refugio ante el ajetreo de la vida cotidiana. "Aunque haya días en los que no te sale nada" ella viene cada vez que puede para relajarse con su música y sus velas aromáticas en "mi burbuja, mi lugar para desconectar".

A pesar del jaleo que en ocasiones montan los trabajadores de la pizzería que tiene en la calle de enfrente "con mi música y lo que me hace falta soy capaz de abstraerme y quedarme tan tranquila el tiempo que haga falta". Tan solo una mudanza al campo alejaría a Lola de este remanso de paz. "Es mi sueño. A las afueras de Jerez o donde sea pero me gustaría tener mi casa pequeñita al aire libre y solo escuchar los pajaritos", dice entre risas.

No obstante antes de dar este paso tiene pendiente participar en un evento muy especial dedicada a otro artista jerezano, el pintor Manuel Muñoz, que falleció hace un año y con el que Lola tenía apalabrada una exposición conjunta. Su mujer decidió llevar adelante este proyecto "no como un homenaje, sino como si él aún estuviera".

De esta forma pretenden presentar su última obra y poner al alcance del público obras antiguas que pintó. Aún no saben cuándo lo llevarán a cabo ni dónde aunque pretenden hacerlo en el mes de marzo. Lo que sí saben es que no faltarán las croquetas de Lola, un plato que a Manuel le gustaba mucho. "Vamos a comer croquetas sí o sí", sentencia la escultora jerezana.

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Pablo Mata

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