"Cádiz llegó a ser la tercera ciudad del Imperio, célebre en la metrópoli, pero sólo en su museo, en los libros y en cuatro nombres de su callejero pueden tener noticia y conciencia de ello forasteros y propios. Lástima".
Fernando Quiñones, mijita del freidor de 28 de julio de 1991
Recuerdo de pequeña, los paseos por la ciudad y como las librerías eran un elemento presente en muchos rincones de Cádiz, desde Alfa a Libros Cádiz, Cerón, Ferreiro, Ortega, Minerva, Pedro en el Corralón, Rosi en Jesús Nazareno, Susana en San Rafael, Mignon en Plaza de Mina… Recuerdo que yo terminaba pegando la nariz a todos esos escaparates. Recuerdo la compra de libros para las obligadas lecturas de la asignatura de literatura. Recuerdo la librería que estaba en la acera de la Plaza de Mina que va de la calle San José a la calle Zorilla y a un señor que atendía sentado detrás de una mesita pequeña desde dónde podía observar todo lo que ocurría en el establecimiento.
Aquella empresa se trasladó a la calle Ancha y el librero que atendía en la mesita abrió un espacio propio: Librería Manuel de Falla, en una acera perpendicular de la misma Plaza Mina. Mis estudios de Filología me llevaron inevitablemente a seguir frecuentando las librerías gaditanas y particularmente las del casco antiguo. Las continuas visitas me llevaron a conocer el nombre del librero: Juan Manuel, Juan Manuel Fernández. Y conocimos no solo a aquel hombre que atendía en la mesita, sino también a Manu, que tantos años estuvo a su lado y que nos dejó siendo tan joven; a Mari, su mujer, a sus dos hijas, a su yerno, a sus nietos… El mundo de las librerías es la realidad cercana en la Manuel de Falla. Por fortuna, mi empleo me ha permitido pasar a diario por delante de ese escaparate en el que tantas veces había pegado la nariz.
Todos mis libros han ocupado algún lugar en sus anaqueles, muchas tardes de firmas con cualquier buena excusa, tertulias, confidencias y risas. Y ya con los años, si paso montada en la bicicleta, el señor de la mesita se levanta y me atiende bajo el dintel de la puerta a pie de calle.
La Librería Manuel de Falla es ya una institución no solo en la Plaza de Mina sino en todo Cádiz. Gracias a Juan Manuel se ha convertido en lugar de encuentro, intercambio de cultura, firmas de libros, conciertos para los Amigos de Quiñones o actuaciones de la chirigota de Blanca Flores. Parar en todas las rutas Quiñones delante de su escaparate e incluso acceder a la misma abarrotando su interior, es un clásico en el recorrido que se repite año a año en primavera para reconocer al autor de Las Mil Noches de Hortensia Romero que fue tan amigo de nuestro librero Juan Manuel.
La asociación de Amigos de Quiñones, los autores y autoras gaditanos vinculados a la misma y las chirigoteras gaditanas-quiñoneras, le debemos mucho a esta casa que es también nuestra casa, a la hospitalidad, al patrocinio, a los guiños cómplices cuando hemos ido para programar alguna actividad en la que el forillo es la Librería... Porque la librería Manuel de Falla, es la librería de Juan Manuel y Mari, es simplemente “la librería” o nada más y nada menos que “la librería”. Una librería que sin especificar su nombre nos conduce a todos al mismo sitio: Plaza de Mina, 2, 11004 de Cádiz. Nuestra librería.
No tenemos más que palabras de agradecimiento. Juan nos ha buscado los libros inencontrables cuando no existían aplicaciones ni buscadores dónde encontrar agujas en pajares. Hemos brindado con moscatel y anís en las campañas de navidad. Su escaparate ha servido para mostrar nuestros carteles, nuestras rutas y un museo-legado con un rincón permanente de nuestro Fernando Quiñones, el referente literario de nuestra asociación y de Cádiz. Hemos cantado carnaval a su puerta y él nos ha sorteado hojas originales de La Canción del Pirata con Quiñones cantando flamenco como música de fondo… Por lo tanto, tenemos que desearle lo mejor en la nueva etapa que comienza porque vamos a seguir reencontrándonos por las esquinas. Y agradecer que se haya preocupado de dejar la librería en buenas manos para que de un día al siguiente no nos encontremos cerradas sus puertas, las puertas de nuestra casa y permitir que la historia viva entre libros siga adelante.
No cabe duda de que gracias a los libros y a la cultura se crece, se viaja, se comparte, se aprende… Y nosotros hemos podido viajar sin ir muy lejos, gracias a Juan Manuel y a su familia, por habernos abierto un paraíso en Plaza de Mina, por haber compartido con nosotros su legado quiñonero, por haber dejado tan alto el listón y tantos buenos recuerdos. Cádiz seguirá siendo una ciudad, pero no será la misma ciudad con el vacío que dejarán detrás del escaparate y de las mesitas las caras amables de Juan Manuel y Mari.
Gracias por tanto, a disfrutar del jubileo y de la jubilación.
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