María Ruiz, los mares de dudas y el arte de cantar 'no pasarán' al fascismo "en todas sus formas"

"No hago música feminista, soy una tía feminista que hace música", dice María Ruiz, que canta a los "cuerpos disidentes", a las "sin miedo" y a las víctimas del franquismo

La cantautora María Ruiz, retratada en Cádiz, en días pasados.

"No hago música feminista, soy una tía feminista que hace música", desliza María Ruiz (Callosa de Segura, Alicante, 1986). Un compromiso que nace del "coraje" de las mujeres que tiene "cerca" y de sus historias, tantas silenciadas. Por ahí canta a los "cuerpos desobedientes", a las "sin miedo", las radicales, las disidentes sexuales y las libertarias. A las memorias, en plural, y destapando el manto que envuelve a los desaparecidos de un país varado a cachos en las cunetas del fascismo.

"Para mí ha supuesto un antes y un después ver una fosa abierta, cómo empieza a asomar un zapato de la tierra… es encontrar una parte de mi historia que estaba enterrada", cuenta. Choca la falta de empatía, advierte, la desmemoria sistémica, la desgana colectiva para hallar respuestas. "Es como vivir en un sueño que crees real porque te lo cuentan" y, cuando aparecen los huesos, las víctimas del franquismo, "dices, aquí está la verdad", confiesa a lavozdelsur.es.

El "miedo" inoculado a "abrir las heridas" sirve como trampantojo. Porque hay "familias que necesitan cerrarlas" y, al cabo, "la memoria tiene mucho que ver con la justicia". Mientras ese enredo premeditado malea cualquier lucha, el arte vale como herramienta pedagógica para la transformación social y cultural en marcha. Y por el compromiso en toda su extensión: "El movimiento feminista está cambiando el mundo", subraya. Como afinan las letras de María Ruiz y enlaza su nuevo disco, Deshielo, que acaba de publicar y libera en sus conciertos, con una gira que lleva desde Valencia, Madrid y Sevilla a Barcelona, Donostia o Bilbao, entre otras ciudades, hasta enero de 2024.

Gritos de silencios

Mi tierra guarda un grito de silencio, aquel suspiro que mató el fusil, tanta herida ya no cabe dentro, hoy seré tu boca y tú, escribe María Ruiz en su tema Sin rosas. "Un canto por la memoria, por todas las vidas represaliadas y asesinadas a manos del fascismo en España, cuyo único delito fue la defensa de la libertad y la democracia”, manifiesta. Una voz firme por las personas “abandonadas en fosas y cunetas y que esperan ser rescatadas del olvido".

La Memoria, así en mayúscula, que la cantautora bebe hace década y media en su tierra natal junto a "un grupete de jóvenes compartiendo con abuelos y abuelas que vivieron la guerra, la posguerra y la dictadura". Una vivencia que desvela "el nivel de resiliencia" que activaron aquellas generaciones y riega la semilla del compromiso poliédrico, vital, que ahora enciende en su música. Como en su canción No pasarán en la que toma el "emblema" para combatir "el racismo, la xenofobia, la homofobia, la transfobia”, es decir, “al fascismo en todas sus formas".

"Entiendo el arte como un movimiento que tiene que generar y provocar a nivel social y cultural, si no cumple esa función es otra cosa, entretenimiento", explica la autora. Y contribuir a las “potentes transformaciones" contemporáneas. "El ser humano está destinado a desaprender todo lo que le viene dado", resume. Un "proceso de deconstruir tantos cimientos" asumidos para "limpiar" los mares de dudas.

Más en tiempos de patrioteros, populismos y auge de los discursos de odio. "Nunca he tenido nada que ver con esa patria que nos venden ahora de la pulserita en la muñeca y hay gente que le cuesta entender que ciertas personas en este país tengamos ese sentimiento, pero es que es real, y bajo el amparo de esa bandera se han intentado anular mis derechos fundamentales", en palabras de María Ruiz.

María Ruiz, tras la entrevista con lavozdelsur.es.   DIANA MARCELA

Amores bien vividos

"Mi patria es mi casa, mi pueblo, mi colectivo con el que hago arte… mi matria en todo caso, que son esos símbolos que me mantienen o me hacen sentir en un lugar seguro, amable, donde se construye", extiende. Caso de “las mujeres de nuestras casas” y sus historias, tantas, guardadas en cajones. "La conciencia feminista me viene de ahí, de haberlas tenido tan cerca, presentes y saber que forman parte de todo lo que sabemos pero demasiadas de una manera silenciosa", sostiene.

Y toda revolución, consiente, pasa "siempre" por el amor "en todas sus formas". Porque, añade, "el amor bien entendido, bien vivido, no puede albergar ningún tipo de odio y la gente que tiene ese discurso de odio a la espalda está muy carente de amor". O por los "afectos" que también mutan. "Si aprendiésemos a querer un poquito mejor y a dejar a que nos quieran de una manera más bonita, más honesta, odiaríamos menos", sentencia.

Con todo "el movimiento feminista está cambiando el mundo" y ha modificado "de manera muy profunda el sentido común" colectivo. Torcer el paradigma, un paso que alumbra "las historias de invisibilidad, violencia, agresiones y abusos de poder" y destapa "esa resistencia que sigue habiendo de esos machos alfa, y de los palmeros que tienen alrededor" y que al cabo se muestra "tan débil".

María Ruiz sigue cantando a las "sin miedo", las libertarias. Porque no hace "música feminista", añade, y sí es "una tía feminista que hace música". Como en su nuevo disco, Deshielo, y en sus anteriores trabajos de estudio, Metamorfosis (2017) y El Vuelo (2020). Porque "la educación y la música son de las herramientas pedagógicas más potentes y universales", dice. Y un punto de referencia especial, un espejo, para la disidencia sexual y los "cuerpos desobedientes de los que yo formo parte".

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