Dice Steingress que cualquier análisis del flamenco debe incluir su dimensión social al ser un resultado de los hombres en sociedad, este trabajo a buen seguro así lo manifiesta. Recuperar la memoria del tiempo de un artista flamenco es, en suma, resignificarlo a él, al propio flamenco, a su legado social y a la huella artística que dejó.
Con ese fin la etnomusicóloga catalana de origen andaluz, María Jesús Castro Martín, nos apela a recuperar la biografía de Don Miguel BorrullUn guitarrista flamenco para la historia (Mascarón de Proa 2024 ), un estudio minucioso de la obra y vida de un músico gitano que se hizo así mismo dentro de un género del que hallaba desterritorializado, en la periferia, sin que aquello fuera óbice para desarrollar una vida artísticas prolífica y singular ya que fue el iniciador de la escuela catalana y valenciana de toque flamenco.
Como hijo de su tiempo Borrull (padre) pudo advertir los grandes cambios que se estaban produciendo en el arte flamenco, por un lado un marcado nivel de flexibilidad y, por otro, los nuevos procesos de mercantilización de este.
Nacido en Valencia, la historiografía flamenca suele confundirlo con su hijo ya que en muchos registros discográficos aparece solo con el nombre y el primer apellido. Su vida estuvo determinada por un nomadismo artístico que le llevó a Sevilla, Madrid y Barcelona, no solo condicionado por sus múltiples compromisos también por los de su propia familia. No hay mucho escrito sobre el maestro valenciano y las aproximaciones que se han hecho sobre su figura han sido escasas, de manera intermitente y por desgracia sin continuidad histórica, especialmente por la flamencología nacional que ha mirado al flamenco catalán y a sus intérpretes con cierta distancia.
Formación autodidacta
Se cree que tuvo formación autodidacta ya que hay dudas sobre quien fue su maestro, aunque la interesante tradición de instrumentos de cuerdas para rondallas, tonadas populares y cant d ‘estil en el área valenciana así como los cafés cantantes que en la capital funcionaban nos invita a pensar que el género folklórico no le fue del todo ajeno.
Su nacimiento en los años 60 del siglo XIX le permitió alternar con grandes figuras del flamenco, especialmente con Don Antonio Chacón, de hecho la primera actuación que hace el jerezano en Barcelona viene de la mano de Miguel Borrull llegando a tener contactos con Tárrega y Julián Arcas y compartió escena con Amalio Cuenca.

Compaginó su vertiente como concertista en una fecha temprana, finales del XIX, cuando los guitarristas de flamenco aún no habían adquirido ese estatus con las primeras grabaciones en cilindros de cera, demostrando que era un intérprete inquieto y atento a nuevas propuestas, su catálogo de discos de pizarra es escaso y lo poco que registró en disco fue solo con intérpretes de su gusto.
Hay un período de su vida que destaca por la carga simbólica que encarnó ya que regentó un espacio de representación desterritorializado: Villa Rosa, un café concierto según el modelo andaluz, frecuentado por un público heterogéneo que iba desde intelectuales a turistas pasando por la burguesía catalana.
Por vez primera había un espacio escénico en Barcelona que centraba su oferta de ocio en el andalucismo, el modelo de flamenco que hasta ese momento se manifestaba era el que se hacía en pequeñas tabernas, relacionado con la emigración murciana, andaluza y extremeña, más cercano a formas de entretenimiento que no artístico, ese local se convirtió en un símbolo de la identidad flamenca en Cataluña. La figura de Miguel Borrull Castellón en los escasos lustros que regentó el Villa Rosa barcelonés adquirió una gran reputación ya que convirtió ese espacio escénico en punto de encuentro de la vida flamenca catalana, no sólo a través de una teatralización de lo andaluz que cultivó desde las dos esferas, la pública y la privada sino, también, por el papel que asumió como garante de la tradición flamenca en Cataluña superando fronteras.
El flamenco ha tenido a lo largo de su historia varias figuras que se convirtieron en guardianes de la tradición, aunque ellos después la reinterpretaran, como el caso de Silverio con su café cantante o el señor Casares con su tablao Zambra.
Tras su muerte Villa Rosa fue perdiendo el brillo que lo distinguía
Los buenos tiempos por la neutralidad española en la Primera Guerra Mundial propiciaron que en la capital catalana se instalaran literatos y artistas convertidos en exiliados que recalaban es este local montado a las costumbres andaluzas, que alardeaba de tener el mejor cuadro flamenco, con artistas itinerantes que venían expresamente de Andalucía y donde se consumía jamón, pescaíto frito y se bebían los vinos de Sánchez Romate y fino Gaditano. Tras su muerte Villa Rosa fue perdiendo el brillo que lo distinguía, hoy forma parte del imaginario y la tradición secular del flamenco catalán.
La obra de Miguel Borrul Castellón hoy adquiere notoriedad gracias a este libro que no solo nos habla de su vida también se acerca a sus composiciones, especialmente a su particular estilo de levante al que dotó de nuevos elementos a nivel armónico y en particular el toque por taranta con el uso del tono de fa#, así como su creación de una rondeña en tono de do# flamenco a la que llamó la destemplá mediante un cambio en la scordatura, una rondeña de afinación alterada que posteriormente Ramón Montoya mejoró.
Su magisterio dejó un poso importante en los intérpretes de la guitarra valencianos entre los que destaca Juan Ramón Bustamante. Don Miguel Borrull Castellón se convirtió por derecho propio en el gran representante de la escuela guitarrística catalana y en el iniciador de una de las sagas más importante del flamenco.
Para aquellos que quieran profundizar en la dimensión social del flamenco en Cataluña recomendamos la lectura en Revista de Flamencología del artículo de la misma autora: El neoandalucismo como contracultura. Una revisión de la identidad andaluza en el flamenco catalán que se puede consultar.