Miguel Marín, el rey Midas del flamenco que exporta arte a Nueva York y Londres

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A las once y media de la noche, ya fuera de su oficina en el barrio madrileño de Malasaña, Miguel Marín sigue colgado al teléfono. Hay seis horas de diferencia entre Madrid y Nueva York, y apenas restan quince días para que algunos de los escenarios más prestigios de dos de las grandes capitales de Occidente vuelvan a abrir sus puertas al flamenco durante un intenso mes y medio de representaciones. El ritmo de su equipo es frenético. El reto, una vez más, lo exige. Solo en Estados Unidos y Canadá hay previstas un total de 41 representaciones entre el 2 y el 24 de marzo, 24 de ellas en ocho espacios distintos de Nueva York, más otras 17 funciones en siete ciudades diferentes de costa a costa, de sur a norte, con escala en grandes capitales como Miami, Boston, Atlanta, Los Angeles, San Francisco, Irvine, Portland y Montreal, esta última ya en territorio canadiense. Hasta 130 personas en gira, entre artistas y profesionales tanto del Festival como de las doce compañías flamencas participantes, las cuales volverán a seducir y embrujar a un público estimado de unas 40.000 personas.

Este hombre que no se despega del teléfono, que nació en un pueblo cordobés de apenas 2.500 habitantes, hijo de productores de aceite, se ha convertido en el rey Midas de los empresarios contemporáneos del arte jondo gracias a la iniciativa que impulsó hace 18 años en la Gran Manzana y que, hace 15 años, tuvo continuidad en Londres. La cita de lavozdelsur.es con el fundador y director del Flamenco Festival se produce en un bar bajo su oficina de producción, apenas unos días después de presentarse oficialmente, en la sede de la Fundación SGAE —uno de sus partners—, el cartel de este ciclo bienal que tiene lugar entre el final del invierno y el despertar de la primavera, y que en estas casi dos décadas ha sumado más de millón y medio de espectadores en todo el mundo. Por no hablar de la oportunidad y el escaparate internacional que ha abierto para el arte jondo y, en particular, para sus artistas.

El emprendedor crea la oportunidad donde otros no la ven.

Cuando empezamos, ni Sara Baras, ni Yerbabuena, ni Canales… habían estado en Nueva York, no había nada, y hoy podemos decir que todos han estado muchas veces. Rocío Molina fue en 2001 en el cuerpo de baile de María Pagés y en el 2002 haciendo un solo en una gala flamenca con Israel Galván. Luego, ya ha vuelto con sus propias propuestas. Para el público, ver la evolución de ese artista que comienza es muy interesante. Este año viene el Ballet Nacional de España, que llevaba 20 años sin ir a Nueva York, y van por primera vez Jesús Carmona, Rosalía, Niño de Elche… Se está haciendo una apuesta para que esto sea un escaparate también para abrir mercado a quienes comienzan y, además, son propuestas que no corresponden con el concepto que muchos tienen de flamenco

Ese concepto baila aquí, no quiero imaginar lo que habrá costado educar allí.

Eso no ha sido tan difícil, fíjate. Una vez que se ha conseguido que el espectador vaya una vez, y eso es mérito del artista, porque han conseguido que los teatros siempre acaben en pie, provoca que el director del teatro quiera seguir teniendo ese contenido. A lo mejor nuestro trabajo más arduo fue al principio, tocar esas puertas, insistir e insistir, pero una vez que lo han probado, ya se sigue. A nivel de educación si es verdad que tenemos que seguir educando en el sentido de que antes en Estados Unidos lo que querían es que la propuesta tuviera muchos lunares y las preguntas siempre eran ‘¿cuántos bailaores en el escenario? ¿y no pueden venir más?’ Estaba esa idea de espectáculos al peso y de mucho faralaes. Eso ya ha cambiado y se hace un flamenco más de autor.

"La mejor y la peor etiqueta que tiene el flamenco es el flamenco. La idea que cada uno tiene del flamenco"

Usted está empeñado en romper clichés. ¿Cuál es la etiqueta que lleva peor el flamenco en el exterior?

La mejor y la peor etiqueta que tiene el flamenco es el flamenco. La idea que cada uno tiene del flamenco. El flamenco abre muchas puertas, porque lo pronuncias, la gente se hace una idea y acude a ver el espectáculo porque se vende flamenco, pero también hay prejuicios e ideas preconcebidas muy fuertes sobre el flamenco, ideas distintas en España del extranjero. La idea que hay sobre el flamenco en Londres es una diferentes a la de aquí.

En el extranjero hay mucho cliché sobre el flamenco. Aunque de diez o quince años para acá ya hay mucho menos, en la última edición, desde Miami nos escribían en el facebook, donde todo el mundo puede decir de todo, diciéndonos que si esto era un fraude, que no había lunares, ni bata de colas, que eso no era flamenco… ¿Qué idea hay de esto?

En esta edición, la mujer es la protagonista. ¿Una manera de sumar el flamenco a la campaña feminista norteamericana #metoo?

No han sido cosas en las que haya pensado porque al final este tipo de proyectos tienen vida propia. Uno empieza a formar el puzzle. Vas hablando con los artistas y vas teniendo pistas para ver por dónde puede ir la programación y ver qué línea de trabajo seguir. En esta edición, la idea es romper clichés, sobre todo, en el tema de la mujer porque parece que se ha avanzado mucho pero, a la vez, hay tanto por avanzar para romper esa imagen tópica de la mujer.

María Pagés presenta, por ejemplo, una Carmen completamente distinta a la Carmen víctima de la obra de Merimèe, aquí es una mujer empoderada y dueña de su vida; o el caso de Isabel Bayón, que rompe tabúes del flamenco en relación con un montón de supersticiones e incluso sobre ella misma, pues se reinventa visitando espacios completamente no visitados antes; el caso de J. R. T. (Julio Romero de Torres), que también rompe con esa idea del retrato de la mujer servicial; o de Antonia Jiménez, la guitarra en la mujer; La Chana, que demuestra que el flamenco no tiene edad; y Angelita Montoya, que recupera las voces de artistas que fueron apagadas en la Generación del 27. Si además de presentar un trabajo fantástico coreográfica o musicalmente hablando, la gente se va con unos valores importantes y un mensaje, contribuimos a un mensaje de cambio en la sociedad, y eso también es importante. Son conceptos, son ideas y me da alegría ver todo eso plasmado en la programación.

El fenómeno flamenco en la ciudad de los rascacielos no es nuevo, pero desde luego sí lo es haber mantenido desde 2001 no solo una muestra estable que exhiba la evolución flamenca, sino que además haya reafirmado su papel como arte mayor asaltando espacios del prestigio del Carnegie Hall neoyorquino o el Sadler’s Well londinense, dos templos que ahora programan a Carmen Linares o Rafaela Carrasco con conocimiento de causa y sin inquietud porque la taquilla no fallará. Los viajes del flamenco a Norteamérica, hay que insistir, no son nuevos. El periódico sevillano El Porvenir ya recogía en su edición de 10 de julio de 1958: “En la ciudad de Nueva York, la famosa bailaora española Pepita Soto ha regresado justamente de un viaje a California, donde en tres años ha ganado la sorprendente cantidad de 100.000 pesetas”.

La Argentinita, Carmen Amaya, Sabicas, Escudero, José Greco, Farruco y, especialmente, Paco de Lucía han sido algunos de los mitos de la danza española y el flamenco que hicieron las Américas. Lola Flores irá unida por siempre a aquella crítica del Variety, tras su paso por Broadway, que la sintetizó como nadie: “No sabe cantar, no sabe bailar, no se la pierdan”. Sin embargo, pese a todos estos puentes tendidos, las comunicaciones no eran tan frecuentes como debieran. Y entonces, a punto de cambiar de siglo y milenio, apareció Miguel Marín. Sin saber cantar, ni bailar, pero sin que nadie en el mundillo jondo quisiera perdérselo. Como un Pulpón —el empresario que movió todos los tentáculos del flamenco en buena parte del siglo pasado— del siglo XXI, y como buen economista —de hecho emigró a Estados Unidos para cursar un MBA que desembocó en un máster de gestión cultural—, este cordobés olió nicho de mercado y apostó todo al rojo y negro de un arte patrimonio inmaterial de la humanidad.

El flamenco hace más de 100 años que arribó en New York. ¿Cómo ha sido esta evolución y cómo ha influido su proyecto en ésta?

El flamenco allí ha pasado por distintas etapas. Hubo una presencia de artistas míticos que estuvieron allí, otra época de grandes giras, como las de Mario Maya o Antonio Molina, pero hubo otra, en la que no había nada, nada de flamenco. Viví unos ocho años en Nueva York, del noventa y pico al dos mil y pico, y solamente Paco de Lucía y la compañía de Luisillo, que venía avalada por un promotor alemán, era lo que se podía ver. De ese a ver qué puedo hacer por esto surgió el origen del Festival. Nueva York es una ciudad muy complicada, muy difícil para hacerte un hueco. Allí haces un espectáculo y la prensa no se entera. La semilla fue ver qué hacíamos para que la ciudad de Nueva York se hiciera eco de que iban esos artistas, de qué se estaba haciendo en España; y eso hemos conseguido. Uno de los logros más importantes es la cobertura que tenemos en New York Times, que es el periódico de referencia del mundo anglosajón en todo el mundo, y al final lo que se hace en New York repercute en Sidney, en Shanghai, en Tokio… y en todo el mundo. Cada festival tiene su idiosincrasia, pero a nivel de proyección internacional y de apoyo para abrir mercado al mundo del flamenco, estos dos festivales son clave porque, además, los artistas no van a cualquier teatro, no van a los sitios por ir, sino que van a teatros de referencia internacional. No es ir a Londres, es ir a Londres al Sadler’s Well, que es el teatro más importante de danza en el mundo; o a Nueva York al Carnegie Hall, que es el teatro de música más importante del mundo. Luego hay otros teatros alternativos para otros perfiles, para gente que busca otras propuestas. Rosalía va a un tipo de teatro y Carmen Linares y Arcángel van a otro.

En 1998 lleva por primera vez a Estados Unidos a Antonio Canales. Personalmente, ¿para qué le ha servido este tiempo?

Fue de las primeras cosas que hice (risas)… ¡Wow! A mí para mucho porque yo empecé de cero, imagínate. No venía ni del mundo del arte, ni del mundo del flamenco. No tenía ni idea del who is who, venía de la Economía…

"No creo en el pelotazo; te puede despistar más que otra cosa"

Usted ha empezado en esto casi como muchos flamencos, desde los tablaos y las peñas flamencas más humildes, ¿no es así?

Mi primer trabajo fue de becario traduciendo a los técnicos del Ballet Nacional de España, hará 24 o 25 años, en un teatro de Nueva York. Y luego he hecho de todo: empecé con el World Music Institute, que es una institución que ha apoyado siempre mucho al flamenco, y aproveché que venía a España y dije ¿oye, y si traigo alguna propuesta?. Lo primero que hicimos creo que fue con Macanita y Concha Vargas o Mayte Martín y Belén Maya (le falla la memoria), pero siempre buscaba unir. Aun así, siempre digo que mi madrina ha sido Carmen Linares. Fui a verla a Alcalá de Henares, de estudiante, sin tener ni idea de nada porque no era muy conocedor del mundo del flamenco, y fui al camerino a saludarla. Le conté la idea, me dijo que fuera a Madrid a vernos con su marido, con Miguel, y me vería con tal ilusión que me dijo bueno, venga; me hizo una propuesta, con la que me fui al Lincoln Center (risas), y salió. Y fue el espectáculo maravilloso de las canciones populares de Lorca. Me dio una chance y salió.

¿Subir rápido suele ser sinónimo de estrellarse a la misma velocidad?

Mi experiencia me dice que ha sido importante haber hecho de todo: tuve que hacer de técnico de luces porque no había, y eso es importante para ponerte en el lugar del otro, para conocer los entresijos de este sector, para conocer las necesidades de cada parcela… Es importante tener el conocimiento de las necesidades de cada uno de los integrantes de este sector: ¿por qué hace falta un suelo de baile? ¿cuánto cuesta una cosa y cuánto cuesta otra? No creo en el pelotazo. Porque no creo que sea bueno para el que lo recibe, que lo recibe en la cabeza, a menos que sea gente con un nivel de madurez que sea capaz de asimilar eso y ponerlo en contexto; pero yo creo más en la andadura, en el camino, en trabajar día a día; permite una visión más para mantenerte y lo otro te puede despistar más que otra cosa.

¿Puede decirse que la afición al flamenco le ha venido después de la obligación?

He valorado el flamenco en Nueva York. Ha sido clave. Aquí damos por hecho y por sentado el poder de emoción y la fuerza del flamenco porque estamos acostumbrados a verlo. Cuando estás fuera y vas a un espectáculo de flamenco, y ves la reacción del público, no solo lo que provoca en ti, sino lo que provoca en los demás, ves que hay algo que va mucho más allá de una tradición local. Ahí está la tan repetida universalidad del flamenco. Y te preguntas cómo esto no se ve allí, cómo estos artistas no han ido a Estados Unidos; y entonces, en ese momento, ves qué puedes traer de España, dónde encontrar tu sitio y tu camino, que estaba ahí para ser andado.

El Sadler's Wells Theatre en Londres, la mítica sala Joe's Pub de Nueva York o el Dade County Auditorium de Miami son algunos de los espacios en los que Flamenco Festival mostrará el heterogéneo caleidoscopio del flamenco actual, con el baile, una vez más, como la expresión jonda más reconocible fuera de nuestras fronteras. El proyecto de Marín, por si fuera poco, promueve la cultura del diálogo y una visión abierta y sin complejos del flamenco a través del intercambio del mismo con otras artes y disciplinas como el jazz o las músicas del mundo. Por eso el programa lo mismo incluye a Chano Domínguez que a La Banda Morisca, o un encuentro entre la dinastía Habichuela —el patriarca no acude a Nueva York desde hace unas tres décadas— y grandes músicos de jazz afrocubano pertenecientes a la familia O' Farrill.

"Cuando estás fuera y vas a un espectáculo de flamenco, y ves la reacción del público, ves que hay algo que va mucho más allá de una tradición local"

En su carrera, imagino que habrá visto cómo llenaban la cabeza de pájaros a muchos artistas y acababan como juguetes rotos.

Sí, sí, sí. Hay muchas personas, y el artista lo es y nos pasa a todos, cuya falta de visión en algún momento ha hecho que no lleguen a su máxima expresión. El que no hayan tenido la visión en ese momento de saber rodearse de gente que le asesore, el querer hacerlo todo uno mismo, el ego…

Ahora que lo menciona, ¿sigue siendo muy habitual eso de que el bailaor quiera ser niño en el bautizo, novia en la boda y muerto en el entierro?

Eso pasa en todo, pasa en todo. Lo que pasa que en el flamenco no hay una tradición como, por ejemplo, en el mundo del musical, un sector estandarizado y muy profesionalizado. Ahí hay un modus operandi establecido que no hay que inventar. Hay, en lo creativo, un director artístico, un director de escena, un director musical, un coreógrafo, un diseñador de vestuario, un ayudante de dirección, un diseñador de sonido, un guionista… Hay un equipo artístico en el que a nadie se le ocurriría hacer algo sin ese equipo. Aquí no está esa tradición, sino la del individualismo: como yo voy a contar esto que yo quiero contar no lo va a contar nadie. Y eso no es verdad y es una pena porque hay obras que funcionan a medio gas porque no son la máxima expresión del artista. Ser un diez en interpretación, ser un diez en coreografía, ser un diez en vestuario… es difícil, ¿no? No todos son así y esto va cambiando, pero es una cosa que a todos nos gustaría que cambiase más rápido porque realmente cualquier artista necesita alguien externo que saque lo mejor de él, cuando uno lo hace todo es difícil tener esa perspectiva, y ese es un mal del que sigue adoleciendo el flamenco de una forma más abundante de lo que debería después de tantos años ya en el mercado internacional y de conocer que eso es lo que funciona. Hace años no había elección, pero ya hoy los artistas conocen el mundo.

Entre la seguiriya del Brexit y el 'tiritiTrump'

En una sociedad y una economía globalizadas, Marín se mueve como pez en el agua en ese puente transoceánico que cruza a menudo. Sobre Gran Bretaña y Estados Unidos, desde luego, arrecian las turbulencias políticas en forma de populismos y cierres de fronteras, algo que puede chocar con la estabilidad de un proyecto que alcanza la mayoría de edad con todo lo sólido que son los cimientos de las iniciativas culturales en el mundo de hoy. En el primero, el Brexit; en el segundo, Trump. "El Brexit ya está afectando porque uno de los impactos que ha tenido ha sido el cambio de la libra y eso este año lo vamos a sufrir y puede afectar más de lo que pensamos. Una diferencia de la libra de un 10-15% puede afectar a que, simplemente, no sea posible financieramente la continuidad porque tanto Londres como Nueva York dependen, principalmente, de la taquilla. Llevamos años luchando para que haya una implicación institucional".

Brexit: "Una diferencia de la libra de un 10-15% puede afectar a que, simplemente, no sea posible financieramente la continuidad: Nueva York y Londres dependen de la taquilla"

¿No la hay? En el programa aparecen como patrocinadores el Ministerio de Cultura (a través del Inaem), Acción Cultural Española, Turespaña... pero no figura logo de la Junta de Andalucía ni del Instituto Andaluz del Flamenco. "A fecha de hoy todavía no tenemos confirmada la colaboración de la Junta de Andalucía y el Festival es dentro de dos semanas. Son situaciones que crean un nivel de incertidumbre y nerviosismo en los proyectos que los ponen en serio peligro". O sea, quien se exigió en su Estatuto de Autonomía el deber de preservar el flamenco y proyectarlo al mundo es a día de hoy mayor amenaza para la sostenibilidad del Flamenco Festival USA que el yankee que desprecia la cultura entre latas de Coca-Cola y decretazos.

Medio en broma, medio en serio, ¿no teme que Trump se invente un arancel para el flamenco? "No me preocupo por eso. No leo las noticias y es una de las cosas que me ha cambiado la vida. Dejé de ver Noticias 24 horas porque, para más inri, te daban una noticia mala y en subtítulos daban más noticias malas que estaban pasando. No cabían más noticias malas en un espacio más concentrado. Soy optimista al pensar que no habrá problemas. Los visados están todos concedidos, que es lo que más nos podía preocupar porque es un trámite largo, pero más allá de eso…"

Arte y flamenco no casan con nacionalismo y localismo. Le expongo esto también al hilo de la situación que se vive entre España y Cataluña.

A nivel político ocurre en todos sitios. Yo diría que hay un mal endémico actualmente de yo lo mío y yo lo mío. La colaboración, de la que tanto se habla, entre instituciones, sentarse… no ocurre ni cuando son del mismo partido político. Los egos institucionales es el gran mal que sufrimos. Y el tema de Cataluña es un tema llevado al extremo pero a nivel micro sucede que muchas personas que ocupan puestos públicos no entienden que están al servicio de los ciudadanos para que, solamente remando juntos, lleguemos a algún sitio. Ese individualismo y esas batallas crean tanto desgaste energético... Si esas energías se dedicaran a crear y tender puentes todos estaríamos en una situación distinta. ¿Esto es bueno para el sector? ¿Esto es bueno para Andalucía? El mérito será de todos.

¿De alguna manera hay determinados políticos que han adquirido el significado que tenían los antiguos señoritos para el flamenco?

Es una pregunta muy interesante, pero es muy interesante lanzarla al aire, al sector y al político, para que sirva de reflexión, que es una de las cosas que no se hace, como tampoco autocrítica. Hay dinámicas viciadas en la política y parece que si yo digo que me he equivocado, se me van a echar todos encima. No señor, usted se ha equivocado y vamos a tomar otro rumbo, pero todo pasa por tapar que no nos pillen y los partidos de la oposición también fomentan eso. Hay que reconocer cuando las cosas no están bien hechas y hay que tomar la iniciativa para cambiarlas. Si no, toda la energía para cambiar las cosas se dedica a tapar errores.

¿Pero no tiene la impresión de que muchas veces son los flamencos los subordinados ante los cargos públicos, cuando se supone que son los primeros los que están a su servicio?

Efectivamente, es una pregunta que todos debemos hacernos: ¿están al servicio del sector realmente, de la comunidad y de sus necesidades? ¿Los que toman las decisiones en política cultural se preocupan de reunirse con el sector para conocer de primera mano sus necesidades? No se trata de apoyar sus propias programaciones y su propio proyecto, no se trata de dedicar los recursos a eso, sino al sector, que somos muchos. No recuerdo la última vez que he sido convocado por ninguna institución pública para conocer la idiosincrasia del mercado internacional, la problemática a la que nos enfrentamos… Creo que puedo contribuir a transferir mi conocimiento, pero a veces veo que solo están atrincherados en los despachos, sin querer salir a conocer lo que es bueno para el sector. Hay que escuchar, aunque sea verdad que el sector del flamenco es muy complejo.

"Este sector es muy especial, específico, y necesita personas que sepan entenderlo, no personas que hagan política cultural sin conocer el sector y den a la Cultura un papel que no le corresponde"

Y luego está el político que solo mide la Cultura bajo criterios estrictos de rentabilidad económica.

Tiene que ver mucho con la persona que ocupaba el cargo político y con los criterios que utilizan los gobiernos para nombrar a las personas. ¿Se tiene en cuenta la sensibilidad hacia el sector cultural, el conocimiento del mismo, de sus entresijos, de cómo aprovechar la cultura y sus valores en beneficio de la sociedad cuando se elige ese cargo? La rentabilidad tiene su papel, pero es que la cultura tiene otro papel muy distinto, cara a crear la identidad de un pueblo, la comunidad, el nivel de autoestima, de felicidad, que al fin y al cabo es lo que todo el mundo busca. Si a un puesto llega una persona sin esa sensibilidad, pues igual tarda tres años en conseguirla, y mientras está con el mismo criterio que tenía cuando estaba en Fomento. Hasta que se da cuenta de que esos criterios aquí no valen han pasado tres años y se ha dejado una cantidad de cadáveres… Este sector es muy especial, específico, y necesita personas que sepan entenderlo, no personas que hagan política cultural sin conocer el sector y den a la Cultura un papel que no le corresponde. Me encuentro con interlocutores que no conocen los parámetros y ellos son los que toman la decisión. Vengo de la economía y ahí los criterios son, más o menos agresivos, muy comunes en todos los sectores, el bottom line, aquí no.

Nueva ruta a Manchester y residencias artísticas para meditar

Una de las novedades de este año es el desembarco por primera vez de Flamenco Festival en Manchester, teniendo como anfitrión al mítico The Lowry, una de las instituciones culturales más importantes del Reino Unido. "Somos como una aerolínea, cada año abrimos una nueva ruta", dice el director del certamen flamenco en tierras anglosajonas. En las ya clásicas residencias artísticas propuestas por el Festival, este año se darán cita baile flamenco y clásico, celebrando las sinergias entre tres grandes, el bailaor Jesús Carmona, el bailarín del NY City Ballet Joaquín de Luz y el director David Newmann, quienes se citarán en el NY City Center Explorando la presencia desde la quietud, en una residencia cuyos resultados se presentarán el 9 de marzo y que pretende servir además como interesante reflexión social. La residencia londinense, a su vez, explorará el silencio, para lo que contará hasta con un maestro de reiki. Nada raro, si se tiene en cuenta que Miguel Marín no solo inició hace años el camino del éxito como empresario artístico, sino también en la meditación.

"Además de vegetariano, soy meditador. Me hago cada año un retiro de meditación y búsqueda espiritual, y eso es lo que me da también la paz y la distancia que muchas veces se necesita para mantenerte en un mundo con esta intensidad y este ruido. Lo que me da también esa energía es esta desconexión y esa conexión con una parte más profunda que te enseña que todo esto es un juego, una obra de teatro en la que cada uno juega su papel y hay que jugarlo bien, de forma honesta, dándole a cada uno su sitio, no intentar querer tener la razón cuando a veces quieres tenerla… También todo esto me inspira mucho en relación con el Festival". No son solo las residencias artísticas, quietud y silencio, sino también, como se ha dicho, romper tabúes, prejuicios y clichés. En suma, escuchar al otro. La idea de romper clichés es porque yo creo en el diálogo, es la única forma de acercarse al otro, y el diálogo no es querer tener razón, es escuchar, que es lo que se produce en la música. En la música unos se escuchan a otros, y cuando escuchas dices: ahora entro yo. Pero cuando has entrado es porque no has pisado al otro. Hay ese respeto. Propiciar esos diálogos también propicia fomentar esos valores en los que creo".

"Hay mucha alegría en el flamenco, pero también quiero que se vea la profundidad en ella, que no se asocie siempre la profundidad a la pena negra"

¿Qué le pellizca?

El pozo del flamenco como sufrimiento ya no tiene sentido. Fue muy importante en su momento, pero las generaciones nuevas tienen que buscar nuevos pozos de inspiración. No podemos perpetuar algo que ya realmente no nos pertenece con la dimensión e intensidad que tenía hace 80 años. Se perpetúa de forma ficticia, por la losa del flamenco, los propios clichés. Hay que traer luz. Para que haya profundidad no tiene por qué haber solo sufrimiento. Hay cosas muy profundas que tienen una dimensión incluso más espiritual que sufrir. Hay mucha alegría en el flamenco, pero también quiero que se vea la profundidad en ella, que no se asocie siempre la profundidad a la pena negra. Sobre todo, porque a las generaciones de hoy ya ese discurso no les pertenece. Hay otro tipo de pena o sufrimiento, el sufrimiento psicológico de que no hay Wifi en un sitio (se ríe), pero no podemos hablar con el sufrimiento por la supervivencia de otra época. En lo que podemos contribuir en esas visiones, ahí consigo unir mis intereses personales con el flamenco.

Unos 600 conciertos flamencos por todo el mundo que han llegado a más de 1.500.000 espectadores. Esas son las cifras macro, ¿con qué se queda de lo micro en esta aventura empresarial y cultural?

Si tú lo dices es que en algún lado estarán esas cifras (risas)… Me quedo con tantas experiencias compartidas y con un agradecimiento tremendo al flamenco, que me ha dado la vida y un nivel de experiencia, sobre todo, ligado a sentarme en el patio de butacas y vivir en primer persona acontecimientos únicos en espacios míticos. Actuar en el Carnegie Hall, por donde han pasado los mejores artistas del mundo, genera una predisposición que, al salir al escenario, da un toque especial, y a ti, allí sentado, te impone ver que hay 2.500 personas, que la mayoría no sabe español, a las que el flamenco tiene esa fuerza para emocionarles. Te da cierto orgullo ser parte de eso. He vivido muchas noches históricas gracias al flamenco y a los artistas. Y si pienso que Nueva York hace 20 años tenía muy poquito flamenco, o que no daba oportunidades para que los artistas jóvenes presentaran sus trabajos, hoy vemos este programa, y ves que el trabajo que hemos hecho todo el equipo, que son el alma del Festival, ha tenido continuidad en la actualidad.

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