Hay músicos con ganas, hay músicos con tablas, y hay músicos que después de 50 años siguen tomando carrerilla para entrar en escena. Anoche en el VI Tío Pepe Festival, el líder de Jethro Tull, Ian Anderson, demostró ser de los últimos. Tras varios años descolgándose por ciudades andaluzas (Córdoba, Málaga, Fuengirola, Granada), este verano Anderson se ha decantado por la tierra del vino y unos caballos que, al parecer, le tienen intrigado.
Jethro Tull es uno de los grupos más longevos de la música popular. En 2018 comenzó una gira intensiva para celebrar el medio siglo de su primer álbum, This was. El tour se expandió a 2019 con una gran visita a los Estados Unidos; Anderson argumentó, medio en broma, que no habían tocado allí hasta 1969. Si no me equivoco, en España les podría funcionar el mismo truco en 2026, pero de momento continúan promocionando sus inicios.
La actuación en Jerez arrancó, pues, con el blues aflautado de sus dos primeros lanzamientos: canciones como For a thousand mothers, Love story, A song for Jeffrey, la oscura Beggar's farm, una barroca Sweet dream y la balada Some day the sun won't shine for you. Se intercalaban los despliegues instrumentales de Bourrée, célebre versión de Bach que Anderson describió como “jazz rock cutre”, y que cerró entre muecas; y Dharma for one, dedicada a Clive Bunker, responsable original de un monumental solo de batería que ayer nos transmitió Scott Hammond.
No es éste su repertorio más conocido, pero se le perdona a una banda que lleva realizando giras casi anuales desde los 60 tardíos: que famosamente rechazó Woodstock (1969) y bordó el tercer Isla de Wight (1970). La suite previa al descanso ya se aproximaba más al canon tulliano: la progresiva My God, con teclados, culminó soleando por el legendario Thick as a brick.
La segunda mitad del concierto nos reconcilió con el Anderson que todos conocemos: un juglar medieval que adapta el Pastime with good company “compuesto por Enrique VIII de la Merrie Olde England”; un flautista bucólico inspirado por los caballos de tiro (Heavy horses) o las Tierras Altas de Escocia (Warm sporran). Pero incluso en los momentos más campestres, extraídos de su trilogía folk-rock (1977-79), el voltaje se mantuvo elevado: tanto Heavy horses como el clásico Songs from the wood chispeaban más que sus versiones de estudio, gracias al muro sónico formado por el bajo, la guitarra, la batería y los teclados, que, atípicamente para una banda como ésta, suman una media de edad de 50 años.
En la recta final se amontonaron los hits: Too old to rock 'n' roll: too young to die!; Aqualung, donde el joven guitarrista –el alemán Florian Opahle– se atrevió a adaptar uno de los solos más populares del rock; y, como remate, el contundente Locomotive breath, que tampoco escatimó en solos. Al presentar My God, Anderson mencionó su mala acogida en el Cinturón bíblico estadounidense. Curiosamente, este Locomotive breath fue censurado por obsceno en la versión española del álbum Aqualung, que se retrasó cuatro años hasta finalmente aparecer en 1975.
Pese a los esfuerzos de la dictadura, España ha terminado siendo un país bastante tulliano. Jerez, sin embargo, llevaba fuera de su circuito desde noviembre de 1998. Anderson, que no recordaba su anterior visita, se presentó como si fuera la primera vez. A sus 72 años, no dejó de corretear, de dar zancadas, de alzar la pierna en su característica pose (ahora con un movimiento más pendular, por las articulaciones) y de contonearse, incluso –especialmente– durante los solos propios y ajenos. Se oía al público admirarse: "¡Vaya con el viejote!" Sí, su voz no es lo que fue, y en las partes acústicas casi se agradecían los filtros (que, en cambio, faltaron en My God). Y, por supuesto, todo el repertorio se conjugó en pretérito perfecto: sólo una canción, Farm on the freeway, era posterior a 1979.
Pero Jethro Tull no se conforma con andar Viviendo en el pasado (título de su primer recopilatorio). Anuncian una crónica oficial para noviembre de este año, con el nombre de The Ballad of Jethro Tull. Se dice que incluirá una banda sonora que es a la vez nueva y antigua. Un futuro álbum de estudio está, mientras tanto, en lenta maceración... Esos brincos que presenciamos son la calma entre tormentas. ¡Larga vida a Jethro Tull!