El fenómeno de Rosalía está adquiriendo unas dimensiones propias del prodigio norteamericano. El último año de la catalana ha supuesto su absoluto salto a la fama. Ya son muy pocos los que aún se mantienen al margen de este fenómeno latino. No es menos cierto que el huracán de Rosalía va camino de convertirse en la revolución musical más importante de nuestro país de las últimas décadas.
Además, Rosalía es capaz de emocionar a medio mundo en una lengua que probablemente no conozca, gracias a ese inter-género de flamenco, trap y electrónica. Tan rocambolesca resulta la jugada que ni la propia Rosalía ha sido capaz aún de definir su música.
Detrás de Rosalía hay, sin lugar a dudas, un absoluto conocimiento del panorama musical actual y un talento magistral a la hora de vincular el lenguaje de las nuevas generaciones con sonidos aflamencados. Obviamente, Rosalía tiene una originalidad nada desdeñable y muy enriquecedora en estos tiempos que corren.
[embed]https://www.youtube.com/watch?v=Rht7rBHuXW8[/embed]Ahora bien, a lo largo de nuestro país parece extenderse el rumor de si lo de Rosalía no acabará siendo una mala apropiación cultural del flamenco, o si en el peor de los casos ya lo es. En realidad, no hay debate propiamente dicho. Por cada artículo a favor de la apropiación encontramos una treintena en contra que defiende la integridad de Rosalía y sus buenas aptitudes como cantaora. En muchos casos se habla de la no-apropiación cuando nadie ha hablado de la apropiación.
Pero contextualicemos, Rosalía tiene publicados dos discos: Ángeles (2017) y El Mal Querer (2018). El primero es un disco de flamenco moderno. Aporta matices muy interesantes y para nada convencionales que se desenvuelven muy bien en la voz jonda. El segundo, que le ha lanzado al estrellato, es un disco con matices aflamencados pero con una enorme aportación de la música urbana actual. De hecho, si algún “estilo” dominara el álbum no podríamos decir que fuese el flamenco, sino más bien una convergencia de diferentes lenguajes.
En lo que respecta a la apropiación cultural, poco han tardado muchos defensores de la artista para remarcar que la mujer nunca pretendió molestar o vincular una imagen del flamenco con un contexto inadecuado. De hecho, la promoción del disco ha estado repleta de entrevistas donde Rosalía reconoce a sus grandes maestros como “La niña de los Peines”. En definitiva, su entorno de afines nos han explicado por activa y pasiva lo que es y no es la apropiación de Rosalía.
Sin embargo, si alguien debiera posicionarse sería la propia cultura flamenca, con voz propia y reivindicativa. La apropiación cultural se define por la ofensa a la otra cultura. Probablemente, Rosalía nunca ha tenido intención de ofender a una cultura o a una música que respeta y quiere. Pero eso no depende de ella. Depende de los miles de cantaores flamencos y millones de seguidores del género que componen la cultura flamenca. Rosalía usa el flamenco como instrumento vehicular a su música, por lo tanto puede estar sujeta a la opinión que puedan tener los otros de su música. Probablemente una cantaora flamenca jerezana no necesita que personas que han descubierto el flamenco antes de ayer le digan cómo debe sentirse.
Al final resulta que personas con menos conocimiento y raíces flamencas nos tienen que decir qué nos ofende y qué no.
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