Hablar de la memoria histórica o de episodios de la Guerra Civil en este país entraña un enorme riesgo.
Sí, por supuesto, y con el agravante que de uno de los personajes que aparecen en el libro queda mucha familia en el pueblo. Era mi gran temor porque se trata del personaje del traidor. No obstante, creo que he tratado el tema con suma delicadeza, mucho tacto literario, y parte de la familia incluso me ha agradecido el tratamiento. No lo machaco, trato de meterme en su pellejo, de comprender las circunstancias de lo que hizo, y creo que eso dota al personaje de mucha envergadura humana a pesar de su acción. Con respecto a la memoria, no quiero que la novela se enmarque en esa etiqueta. No he pretendido hacer memoria histórica porque no he pretendido hacer historia. He hecho una obra literaria sobre una base histórica todo lo sólida que he podido conseguir. Hay una parte de recuperación de la memoria histórica, evidentemente, pero ha sido por no crear una ficción literaria sobre el aire.
En todo caso, su novela no da lugar a maniqueo ni reduccionismo. Le van a acusar de equidistante…
Claro, cuando las circunstancias históricas cobran mucha tensión, como está pasando ahora, pues los tibios, los que intentan mantener una actitud ecléctica, resultan bastante molestos. La tendencia es a optar por un extremo o por otro. Pero yo, mientras que pueda aguantar en el medio, como decía Cadalso, voy a estar a ahí, no quiero tomar partido por los extremos porque ambos pueden degenerar en situaciones que no deseo.
En este sentido, ha pretendido ser más Chaves Nogales en su ‘A sangre y fuego’ que esos ‘hooligan’ de redes sociales y los bandos…
Hombre, por supuesto. Es que entras en las redes y es una auténtica vergüenza que la gente utilice todo para insultarse, hacer fluir el odio que llevan dentro… habría que disminuir esa tensión. A ver si con la toma de posesión de ‘nuestro’ nuevo presidente Biden es capaz de apagar fuegos a los que su saliente arrojó mucha leña, algo que ha repercutido mucho en el mundo entero.
¿Con qué está más satisfecho de este nuevo trabajo?
Estoy satisfecho de la estructura que he logrado montar, sobre todo con la estructura temporal. Creo que la novela en este sentido funciona como un mecanismo de relojería bastante bien coordinado, a pesar del aparente desbarajuste por no llevar una línea cronológica clara. Según me dicen los lectores, dura poco el momento de engarzar las piezas del puzle. José Mateos —poeta jerezano que le presentó hace poco más de una semana en la Fundación Caballero Bonald— dijo que resultan innecesarias las anotaciones de fechas de las escenas para situarlas. Fue una decisión a última hora porque pensé que a determinado tipo de lector eso podría echarle para atrás. En cambio, creo que cualquier lector puede entrar por dónde quiera y puede salir igual. Le doy mucha libertad al lector. Estoy convencido de que es el lector el que escribe la novela y el autor lo que hace es una serie de propuestas para que las lleve a cabo en su consciencia. Eso, está claro, ha presentado grandes dificultades al escribir porque había que tener la historia de una forma muy global en la cabeza para no perderme.
Una vida rodeado de letras
Ramón Pérez Montero (Medina Sidonia, 1958) ha alumbrado una nueva novela, la cuarta en su carrera literaria, que comenzó en 1996 con Mi nunca dicha razón de amor (Editorial Castillejo). Antes de eso, en 1989, este licenciado en Filología Hispánica por la Universidad de Cádiz comenzó a dar clases de Lengua y Literatura en institutos andaluces, tratando de contagiar su pasión por las letras antes que imponer lecturas imposibles de clásicos del Siglo de Oro a chavales en plena efervescencia hormonal.
Hace trece años cayó otra obra, Tarde sin orillas (Algaida), que acabó como finalista del Premio Internacional de Novela Luis Berenguer. También con Algaida, en 2002, publicó Princesa en la red. Recientemente se prejubiló del IES San Juan de Dios de su localidad natal, la bella trimilenaria de La Janda gaditana. Ha sido columnista de prensa y en 2012 publicó su primer libro de poemas, La mirada inclemente. En 2016, el segundo, Palabra de Adan (Renacimiento). También ha escrito un libro de investigación histórica, Crónica del desarraigo, editado por Puerta del Sol en 2014.
Ahora retoma la narrativa de la mano de Libros de la Herida, editorial sevillana liderada por José María Gómez Valero y David Eloy Rodríguez. En Eras la noche, Pérez Montero habla de “un tiempo turbulento y depredador, pleno de violencia y miseria, y en una situación de permanente huida y resistencia”. Unos maquis que operan desde Grazalema y Ronda hasta el Campo de Gibraltar protagonizan un relato, inspirado en hechos reales, tan intenso y minucioso como de una profundidad psicológica que huye de maniqueos y prejuicios.
¿Dónde está más seguro, eso que llaman cansinamente zona de confort, en la poesía o en la narrativa?
Depende. No sé si depende de la química orgánica, de nuestro cerebro, o de las épocas. Hay épocas en las que me siento más poeta que novelista, y al revés. En confinamiento escribía un soneto todos los días, me sentía muy incendiado en ese momento. Ahora estoy dándole fuerte a la novela otra vez. Pero no depende de mi voluntad, es un estado interior que te pide una cosa u otra.
¿Podría vivir sin escribir o sin leer?
Por supuesto que no. Es lo que me da vida. Es lo que me llena, ha sido fundamental durante toda mi vida.
¿Cómo empezó ese camino?
A edades tempranas, pero al menos yo no tenía la madurez como otros tan precoces como Rimbaud, que a los 18 años ya había escrito una obra cumbre a nivel mundial. Pero sí, estos sentimientos y esa necesidad de expresar con palabras lo que piensas surge desde muy pequeño. Conforme vas adquiriendo madurez y dominando el manejo del idioma y la escritura, pues te das cuenta de que sigues aprendiendo.
¿Nunca se para, no?
No, porque cuanto más lees y más escribes más consciente eres de tu ignorancia. Creo que hay que leer para ser conscientes de lo ignorantes que somos. Sabemos que vamos a morir todos como unos absolutos ignorantes, pero para saber eso hay que leer mucho. Los que no leen creen que lo saben todo.
Y qué poco se lee…
Claro, porque la gente hoy se piensa que viendo el telediario y siguiendo las redes sociales o cuatro documentales en internet ya se han enterado de lo que ocurre. Craso error, ¿no? Es una alucinación. Si algún conocimiento hay está en los libros, y si no hay contacto con los libros poco conocimiento vas a tener. Son la memoria viva de la humanidad y todo lo demás son florituras e información basura.
Hace mucho que dejé el instituto, ¿siguen pidiendo leer ‘La busca’ y 'La regenta’ o se imponen los autores estrella de Twitter?
Siempre me he mantenido muy al margen de eso, creo que la lectura impuesta tiene efectos contraproducentes. Es decir, cuanto más tratas de obligar a los chavales a que lean, más acaban repudiando la lectura. Cuando salen y se liberan de esa opresión ya no vuelven a coger un libro en su vida. Siempre les he dado mucha libertad en ese sentido, les he hecho sugerencias y, lógicamente, he tratado de que los libros de lectura obligatoria se los leyeran. En todo caso, me imagino que en todas las épocas se habrá leído poco y ahora muchísimo menos porque hay otros entretenimientos y otras distracciones.
¿Han leído sus libros algunos de sus exalumnos?
Es una satisfacción enorme. Primero, porque constatas la consideración que te tienen por lo poco que les hayas podido enseñar, pero segundo, que encima vengan a pedirte que le dediques tu libro, pues es una satisfacción enorme.
Su experiencia docente: "La lectura impuesta tiene efectos contraproducentes"
Por su experiencia, ¿cree que la nueva ley ‘Celaá’ cambiará algo o todo es susceptible de empeorar?
Empecé en el año 89 y, por mi experiencia, todas las leyes que han venido desde entonces no han hecho más que empeorar la situación. E imagino que seguiremos en la misma línea. Porque, mientras que la enseñanza se esté utilizando como arma política, pues la quebranta. Es como la gestión de la pandemia, la están utilizando como arma política y la gestión se resiente. En educación igual, son parches tras parches y creo que esta nueva ley hará lo mismo. La reforma de la enseñanza se resuelve con inversión. Si tienes una casa vieja no puedes hacer más chapuces. Con dinero, la reformas completamente con buenos materiales. Creo que la cosa, en materia de enseñanza, no tiene arreglo. La religión católica, por ejemplo, tiene todavía un peso muy fuerte en la educación, no quiere desprenderse de ese arma de control social que es la religión en los colegios e institutos, y utiliza todo su poder para que no se lleven a cabo las reformas que deberían llevarse a cabo en una sociedad laica. La Iglesia tiene recursos propios para hacer una enseñanza religiosa por su cuenta, no valiéndose de los recursos del Estado o las comunidades.
Y Ética se sacrifica de las horas lectivas…
Claro, es que han ido sacrificando lo que creen superfluo, que no sirve para nada… quitaron Griego, Filosofía, Literatura, Ética… Piensan que en la formación humana de una persona esas materias son secundarias, pero creo que son tan fundamentales como las matemáticas o la física. Hace falta gente que piense y desarrollen ideas. Si quitas el humanismo de la enseñanza habrá técnicos muy preparados pero escasos de ideas.
"Empecé en el año 89 y, por mi experiencia, todas las leyes que han venido desde entonces no han hecho más que empeorar la situación. E imagino que seguiremos en la misma línea. La reforma de la enseñanza se resuelve con inversión"
¿Usted es de los que piensa en el siguiente libro mientras no ha acabado el último, o va partido a partido?
Tengo bastantes proyectos avanzados. La publicación de este nuevo se demoró porque le cogió la pandemia justo cuando estaba en imprenta. En ese tiempo, he desarrollado otros proyectos y material no me falta, afortunadamente. Ahora tengo más tiempo.
Quédese con un libro por si también cae el meteorito…
Tengo muchos, pero si tuviera que elegir, quizás, La región más transparente de Carlos Fuentes, por lo menos para terminarlo porque lo estoy releyendo. O alguno de Juan Rulfo. No sé, hay montones. Pero bueno, este de Carlos Fuentes me lo querría terminar antes de que el meteorito me cogiera.