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Olga Pericet sorprende de nuevo y llena el Villamarta de sueños y olores flamencos

01 de marzo de 2017 a las 16:30h
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Uno de los momentos más emocionantes y de más tensión poética llegó con la soleá al estilo de Marchena, que interpretó magistralmente Miguel Ortega, a la que Olga hizo un monumento.

Lo que vimos la noche del Día de Andalucía en el Villamarta es una nueva búsqueda de Olga Pericet, en esa lucha constante que le acompaña desde siempre por investigar en las formas del baile flamenco. Y en cada nuevo proyecto que nos ofrece nos sorprende más. En esta última entrega, sola ante el peligro, se enfrenta a su pasado de forma onírica, recorriendo su trayectoria vital desde la niña que soñaba con ser bailaora hasta la mujer libre de hoy, una de las más grandes bailaoras del momento.

La historia que nos cuenta en este espectáculo de nombre largo —como larga fue su duración— comienza con la niña, como una niña con zapatos nuevos, nunca mejor dicho, que rodeada de zapatos de baile, corretea alegre —provocando la risa y la diversión de los espectadores—. Tendida sobre la mesa, que hace de cama, queda dormida y sueña con ser bailaora. La escenografía es minimalista: una rama llena de espinas, una mesa polivalente, las sillas y poco más. Las luces ayudan al resultado final, pero pecan de tristeza quizá. Suena la voz por granaínas del cantaor Miguel Ortega, grande durante todo el espectáculo, que arrancan los primeros aplausos sinceros del público. Luego canta Miguel Lavi, de voz profunda jerezana, bulerías. Continúa Ortega con los tanguillos, los tangos y más bulerías. Por fin despierta la delicada florecilla que sueña con ser bailaora.

Lo que llegó a continuación, un paso a dos con Jesús Fernández, fue una explosión de talento y alegría, de gracia y mucho arte, en un alarde exquisito de técnica y compás. Los lances amorosos entre la “gallina” y el “gallo” provocan la hilaridad y el divertimento del respetable. Cuando, ya despierta, se enfrenta a su madurez, suenan las guitarras de Pino Losada y Antonia Jiménez —magníficas durante todo el espectáculo— por cantiñas. Olga sale de rojo pasión con bata de cola para dejar un baile que llena el escenario y colma las ansias del espectador. Ortega y Lavi se nos muestran grandiosos. También en el pregón y en los fandangos por soleá. Pero uno de los momentos más emocionantes y de más tensión poética llegó con la soleá al estilo de Marchena —la misma que hace años algunos adjudicaron a Charamusco versión Mairena—, que interpretó magistralmente Miguel Ortega, a la que Olga hizo un monumento bailando sobre la mesa.

La transición estuvo a cargo de Pino Losada que llamó la atención admirativa de este crítico. A este joven guitarrista madrileño no lo olviden, merece la pena. Sin solución de continuidad llegarían cantes hechos sobre la base rítmica de la guajira: cabal, cantes de El Piyayo y de nuevo guajira… Todos bajo el cenital que focalizaba el mejor pasaje de la obra. La glorificación del mejor baile y el mejor cante. Flamencos, por supuesto.  Sale Antonia para una segunda transición. Saca un pintalabios, alguien le grita de entre la masa que está guapa. Vuelve Olga, pero ya de negro. De nuevo impera lo azabache y la tristeza.

Canta Ortega y por una esquina del proscenio aparece la silueta iluminada de la Pericet. Toda ella es una luminaria. Un vestido de gasa diluye su cuerpo desnudo. Las luces tenues e intencionadas avivan la imaginación del espectador. A la salida, todo el mundo comentaba el desenfadado atrevimiento de esta bailaora maravillosa y libre que siempre soñó con ser una flor delicada y hermosa. La rosa en sí ya es un hecho que no necesita más. Y eso nos pareció Olga Pericet después de emocionarnos con este sueño, que ya nos pertenece.

La espina que quiso ser flor o la flor que soñó con ser bailaora. Lugar, fecha y hora: Teatro Villamarta, 28 de febrero, 21:00 horas. Aforo: Lleno. Baile: Olga Pericet. Cante: Miguel Ortega y Miguel Lavi. Guitarras: Pino Losada y Antonia Jiménez. Colaboración especial en el baile y las palmas: Jesús Fernández. Dirección artística, coreografía y baile: Olga Pericet. Ayuda a la dirección y asesoramiento coreográfico: Marco Flores. Dirección escénica y dramaturgia: Carlota Ferrer. Dirección musical: Olga Pericet y Marco Flores. Música original: Antonia Jiménez y Pino Losada. Escenografía: Silvia de Marta. Producción ejecutiva: Ana Carrasco. Producción: Olga Pericet.

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Francisco Romero

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