Tras navegar demasiado tiempo por un desierto aciago, el Ballet Flamenco de Andalucía vuelve a tener capitán artístico al mando. En este caso, capitana. La bailaora y coreógrafa Patricia Guerrero se ha impuesto con su proyecto Tierra Bendita en el proceso de selección abierto por la Agencia Andaluza de Instituciones Culturales el pasado mes de julio para asignar la dirección artística de la compañía autonómica de danza flamenca.
Así pues, durante los próximos tres años, será la artista granaína quien esté al frente de uno de los principales embajadores del flamenco de Andalucía en el mundo. Un lugar que, por otra parte, no le es desconocido puesto que formó parte de este como bailaora solista bajo la dirección del Rubén Olmo, actual director artístico del Ballet Nacional de España. Y lugar también desde el que partió para formar su propia compañía hace más de ocho años, bajo un sistema de gestión y creación artística consolidado que le ha permitido contar con un equipo estable de trabajo con el que desarrollar espectáculos como Catedral, Distopía o Deliranza e infinidad de colaboraciones.
Avalada por una trayectoria profesional plagada de éxitos y reconocimientos de primer nivel, como el Premio Nacional de Danza en 2021, la nueva directora artística del Ballet Flamenco de Andalucía tendrá, además, la responsabilidad de afrontar la celebración del 30 aniversario de la compañía, lo que supone que aparte su proyecto de trabajo deberá desarrollar también una producción exprofeso para celebrar la efeméride.
Tierra bendita, un proyecto de gran compromiso con el arte y la cultura
Asumido con “la ilusión y la pasión que requiere un proyecto cultural” con el que lograr un impacto de amplio espectro en la sociedad, el proyecto Tierra Bendita de Patricia Guerrero es una creación original que transita por “los rincones más pintorescos de Andalucía” a modo de suite flamenca. Definido por la propia artista como “un recorrido por los cantes y bailes más representativos del flamenco, repleto de tradición y modernidad, de lo antiguo y lo nuevo, de la estética del XVIII y la estética del siglo XXI, desde el modo frigio al mixolidio, de quejíos ancestrales y otros que los evocan en la actualidad”.
Un trabajo que, tal y como es su línea creativa, estará sustentado por “la minuciosidad llena de matices, sin el yugo a ninguna de las disciplinas expuestas y trabajando de tal manera que todas y cada una de las partes se pueden sostener por sí mismas y, sobre todo, hacer que surja la creación de la puesta en común”.
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