El libro, de larga y cuidadosa gestación, nace dentro de la Colección Helena, de Takara Editorial.
Después de una larga espera, por fin tengo entre mis manos un libro al que quiero como si fuese mío. Se trata del poemario Pequeños trazos, del joven escritor jerezano Francisco J. Márquez Sánchez, de cuya evolución poética he tenido el inmenso placer de ser testigo desde sus inicios. El libro, de larga y cuidadosa gestación, nace dentro de la Colección Helena, de Takara Editorial. Una colección valiente que, apostando por los nuevos valores de nuestras letras, en estos tiempos tan difíciles, ya cuenta entre sus autores con nombres como Javier Gallego, Francisco Ramos Torrejón o Adelaida Porras.
En este punto, es de obligada mención la figura de la escritora Rosario Troncoso, no sólo como editora, junto a Carmen Sotillo, de este precioso poemario, sino también como claro referente poético de los versos que lo componen. No en vano, en cada línea se palpa mucho de esa dulce apología de la intimidad, tan propia de la autora gaditana. Buen ejemplo de ello son poemas como El baño de la tarde o Sombras chinescas, verdaderas estampas familiares, que nos llenan los ojos de esa belleza de lo cotidiano, tan tristemente infravalorada en nuestros días.
Igualmente, es apreciable la mano de José Mateos, maestro constante, en el gusto por una métrica precisa y una rima invisible que no suele caer en el pecado de la asonancia. Mucho hereda también de Pedro Sevilla, ante todo su llaneza, quizás el principal atributo del poeta arcense, esa virtud, casi mágica, de hacer que parezca tan sencillo lo difícil. La poesía de Paco Márquez Sánchez deja avistar una gran voz en construcción, salpicada de matices, que se empeña por hacerse oír en medio de una tormenta de voces. Es un poeta que se abre paso, que lee y que construye, sin dejar de trabajar sus versos, apoyándose en sus amigos y su familia, verdadera sustancia elemental de sus palabras.
Es pues un autor de labor, de esos que nunca dejan de buscar en sus adentros los nutrientes esenciales de la vida. Un escritor sediento de palabras, como dice en uno de sus poemas: “Buscaba en el silencio del papel / ecos para mi pozo de preguntas / pero mis gritos quedan sedientos de respuestas”. Por eso animo, a los amigos de la poesía joven, a que se dejen manchar por estos pequeños trazos, tan llenos de color. Pues quien se acerque a sus páginas, preñadas de cariño, se llevará consigo una impronta imborrable. Esa que sólo puede dar, al paladar del buen lector, el sabor de la poesía recién hecha.