Que la música nos integra y no reconoce fronteras es una afirmación tan axiomática, como la admiración que sienten unos artistas por otros, independientemente del género al que pertenezcan. Y la noche del 6 de julio del verano 1991 puedo dar fe de ello en el mítico Casino de Montreux, junto al lago Leman, como testigo de uno de esos momentos que podrían haber cambiado la vida de muchos de los que allí se encontraban, sobre todo, del flamenco.
En esa noche, en el Festival de Jazz de Montreux — uno de los más importantes que se celebra en Europa— celebraba una atípica velada flamenca, ya que el evento no solía incluir en su programación otras disciplinas musicales o, más bien, era muy extraño que eso ocurriera en aquella época. Y según los carteles de la época, Lole y Manuel, Vicente Amigo, Manolo Sanlúcar, Moraíto Chico, Tino di Geraldo, Antonio Carbonell, Charo Manzano y El Pele formaban parte de un elenco que encabezaban José Monge Cruz Camarón de la Isla junto a su inseparable Tomatito. Y como dato a tener en cuenta, el presentador de aquella gala fue Quincy Jones, de quien conocíamos su fallecimiento en la jornada de hoy.
Cuentan quienes allí estuvieron entre bambalinas que, tras escuchar a Camarón, uno de los mayores y mejores productores de la historia de la música se moría de ganas de producirle un disco — cosa que finalmente hizo, pero tras que se apagase la voz de uno de los cantaores más importantes que ha dado la historia del flamenco— y que, aquella noche, pudo cambiar para siempre al género jondo, si el destino hubiera querido.
Aquel fue un recital histórico. De hecho, la producción discográfica que llevaron a cabo Quincy Jones, Pino Sagliocco y Claude Nobbs es una de las más reconocidas dentro de la discografía de Camarón de la Isla con Tomatito, además de la Leyenda del Tiempo. Y quedará como trabajo póstumo en la historia de la música flamenca. Alegrías, tarantos, bulerías, tangos, fandangos, bulerías y Soy gitano como bis — baile incluido— recogen en solo 40 minutos un viaje emocional que "hizo temblar los cimientos del auditorio". No exageran quienes señalan que esa noche estuvo a la altura de la cita estelar en la que estaba programada la grabación en alta definición del concierto de Miles Davis, para que quedase como hito histórico.
Si dicen que Jimy Hendrix hubiera dado lo que no tiene por las melodías de Los Beatles o que el genio de San Fernando admiraba profundamente por lo bajini a Marchena y al grupo Pata Negra, del que uno de sus componentes — Rafael Amador— soñaba con ser el zurdo más influyente en la historia del rock, lo cierto y fijo es que aquella noche memorable, en la que a Quincy Jones "nunca había estado tan cerca de alguien que me hubiera enseñado el alma de esa manera" y al que Camarón le responde que "el flamenco es tan auténtico porque proviene del dolor", sigue sonando tan actual 30 años después.
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