Remedios Zafra: "Normalizamos vivir con un cuerpo enfermo que se medica para ser productivo"

La escritora y filósofa es una de las autoras invitadas a esta edición de la Feria del Libro de Cádiz, con un evento que tendrá lugar el próximo lunes en el Baluarte de la Candelaria

La autora y filósofa Remedios Zafra posa para lavozdelsur.es en el centro de Cádiz, con motivo de su participación en la Feria del Libro.
La autora y filósofa Remedios Zafra posa para lavozdelsur.es en el centro de Cádiz, con motivo de su participación en la Feria del Libro. MANU GARCÍA

Remedios Zafra (Zuheros, Córdoba, 1973) es escritora, filósofa y ensayista. Acaba de publicar, el pasado mes de mayo, El informe, su décimo libroen el que reflexiona sobre el impacto de la burocracia en el trabajo intelectual. Actualmente, trabaja como investigadora en el Instituto de Filosofía del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC).

La autora visita Cádiz estos días como parte de la programación de la Feria del Libro de la capital gaditana, donde participa en una conversación con Alejandro Luque este próximo lunes en el Baluarte de la Candelaria.

Cada vez hablamos más en nuestra sociedad del valor del tiempo, de que el tiempo es oro, ¿pero realmente lo ponemos en práctica?

A veces pareciera que el mero hecho de hablar es parte de la solución. Es decir, hablamos de ello, nos desahogamos con las personas que tenemos cerca, pero no cambiamos nada. Y puede que esta sea una característica también de los tiempos que vivimos: que no entendemos que el hablar de ello, siendo algo esencial, es el primer paso que requiere otros, requiere no solo compartirlo con las personas que tenemos cerca, sino hacerlo llegar a las personas que tienen poder para gestionar y reorganizar tiempos.

Ese compartirlo entre iguales es el primer paso de una reivindicación colectiva, pero es imprescindible llevarlo a los lugares donde podemos transformar las cosas, que implica la política, las normativas, las legislaciones, pero también los medios de comunicación y la sociedad en general. Necesitamos pararnos a practicar lo que predicamos y buscar maneras.

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Remedios Zafra sostiene un ejemplar de El informe, su último libro, en la librería La Clandestina.  MANU GARCÍA
Una de las 'soluciones' que propone sería esa reapropiación de nuestro tiempo, pero ¿realmente podemos llevarlo a cabo en este modelo económico productivo y de trabajo en el que estamos?

Esa reapropiación no podemos llevarla a cabo solos, y creo que tiene mucha vinculación con lo que comentábamos en la pregunta anterior. Pienso que toda transformación social siempre comienza por una toma de conciencia que es individual, pero que acontece en muchas individualidades. Cuando lo compartimos con iguales empezamos a sentirnos menos solos en lo que estamos viviendo, y ahí es donde está el cambio al que me refería antes, de la apropiación, de la reapropiación del tiempo: convertir esa toma de conciencia en alianza, y a partir de esa alianza lograr una transformación.

Reapropiarnos del tiempo podría ser entendido como un mero gesto de rebeldía, que a veces es el comienzo, pero insisto, por sí solo puede que no culmine en nada. Pero ese gesto de rebeldía, solo podrían formalizarlo quienes son valientes o quienes tienen dinero. Quienes son valientes para decir 'hasta aquí he llegado', normalmente han sido personas que no cuidan a otros. Y también en El informe lo comento, vinculo esta opción valiente con el feminismo y con la dificultad que han tenido muchas mujeres para dar ese paso de 'cómo voy a reapropiarme de mi tiempo', si tradicionalmente se han cargado los cuidados a nuestras espaldas.

Por un lado está esa valentía, y por otro, tiene importancia el contexto de libertad que permite tener dinero para recuperar ese grandísimo valor, que es el grandísimo valor del tiempo, que es a su vez el grandísimo valor de la vida. El tiempo es lo que da sentido a la vida, y quien tiene esa libertad económica, tiene más libertad para organizar su tiempo.

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La autora participa este próximo lunes con un evento en la Feria del Libro de Cádiz.  MANU GARCÍA
 
¿Qué le está pasando a la creación en un mundo en el que la norma es la producción, la rapidez, y cómo influyen la tecnología y la hiperconectividad?

La tecnología ni mucho menos está favoreciendo que las personas puedan dedicarse más a estos trabajos. Pensamos que los trabajos más manuales, los trabajos que se apoyan una cierta rutina, una cierta cadencia, iban a estar desarrollados por máquinas. Hoy en día necesitamos más carpinteros, más trabajadores del ámbito doméstico, más cuidadores de enfermos que nunca, porque las máquinas ahí no están llegando. Sin embargo, la tecnología empieza a ser un problema laboral para los trabajadores creativos. Vemos cómo las inteligencias generativas a quienes empujan del mercado laboral es a traductores, a escritores, a ilustradores, a actores de doblaje... Es decir, tareas que nos encantaban, trabajos que nos gustan.

Uno de sus conceptos más conocidos es el de las vidas-trabajo. En este punto en el que estamos como sociedad, ¿cuándo pasa a ser nuestra vida una vida-trabajo?

Cuando hace unos años yo hablaba de las vidas-trabajo, hablaba de advertir cómo se había desdibujado el límite entre la vida y el trabajo, especialmente en aquellos trabajos creativos, pero ante todo en los mediados por la tecnología. Y creo que la evolución nos permite ver cómo esas vidas-trabajo se han estado normalizando en los últimos años, haciendo que los trabajadores que utilizan la pantalla como mediación laboral cada vez más se parecen justamente a los artistas, que han sido el ejemplo por antonomasia del trabajador cultural creativo. Es esa idea de que el trabajo se convierte más en una identidad que en una práctica, más en un ser que en un hacer.

"Las vidas-trabajo han ido creciendo, pero están llegando al hartazgo"

Esto hoy en día caracteriza a los trabajadores digitales, pero también la idea de la legitimación del capital simbólico, que en los artistas han sido un clásico. Como te gusta lo que haces, ya estás pagado con esto.  Y ahora, en los trabajadores digitales, con la visibilidad que consiguen, ya están pagados con esto, como si con esto se pudiera comer. Esas vidas-trabajo han ido creciendo, pero están llegando al hartazgo. Creo que el presente se caracteriza por algo que podríamos describir como un dolor de estómago, que pensamos que es individual, pero que vemos cada vez más que es compartido comunitariamente, de sentir que no, que esta forma no es buena para nosotros, entre otras cosas porque normaliza esas vidas trabajo y normaliza vivir con un cuerpo enfermo.

Esa sería otra consecuencia de esas vidas de trabajo, que normalizan vivir con un cuerpo enfermo que se medica para seguir siendo productivo, para que de cara a la galería y al trabajo estemos activos, sobrecargados de cafeína cuando hay que estarlo, y calmados con ansiolíticos cuando hay que estarlo.

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En 'El informe', Zafra reflexiona sobre la burocracia en los trabajos intelectuales.  MANU GARCÍA

Además de esa toma de conciencia del hartazgo, que yo creo que caracteriza el ahora, hay otra toma de conciencia: la de las adicciones que nos hemos ido generando en los últimos años. Uno de los problemas que nos encontramos, que algunos incluso denominan como nueva pandemia, es la desintoxicación y el desenganche de esas adicciones que, para trabajar con cuerpos enfermos o con cuerpos cansados, hemos normalizado. Ese es un reto social al que tenemos que enfrentarnos, y que también a nivel político tenemos que estar preparados para abordar. 

Y en ese sentido, ¿por qué se centra sobre todo en la creatividad y lo artístico? ¿Qué potencial tienen estas áreas en esa transformación? 

Para mí es un ámbito esencial, en primer lugar porque es el ámbito más menospreciado en el contexto capitalista contemporáneo. Normalmente los trabajos creativos, culturales, a veces también académicos, son los que tendemos a poner al final de la lista. Y me parece que son especialmente importantes porque sobre ellos se proyecta la vulnerabilidad de la suficiencia del capital simbólico como pago suficiente para aquellos que se dedican a la cultura o las artes.

Esta era una de las ideas en las que me basaba en El entusiasmo y sobre la que he ido trabajando tanto en Frágiles como en El informe, de la peculiaridad de este sector: en su mayoría está compuesto por trabajadores vocacionales, o si no vocacionales, con gran motivación por su trabajo, que a veces están dispuestos a cobrar menos siempre y cuando puedan dedicarse a aquello que les motiva. Pero en ese dedicarse a aquello que les motiva, ya hemos visto, especialmente en los años de mayor precariedad, cómo esto ha servido para instrumentalizar esa motivación a cambio de malos sueldos o a cambio incluso de que ellos tengan que no ganar o perder dinero por trabajar. Y por otro lado está aconteciendo algo, que es lo que de manera especial señalo en El informe, y es que en estos ámbitos la carga burocrática ha aumentado enormemente.

"Contamos con un tipo de cultura más orientada a lo espectacular"

La mayor parte de los tiempos se van a multitud de tareas que ya no tienen que ver con aquello que les vinculaba y que generan un desafecto hiriente. Ese desafecto se va convirtiendo en un desapego con su trabajo, repercutiendo en un sentir que no estamos haciendo las cosas bien. Esos trabajos terminan siendo trabajos precarios en su propia esencia, porque terminan haciéndose rápido dado que no tenemos ese tiempo para hacerlos en profundidad.

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En su último libro, Zafra también aborda el impacto del teletrabajo.  MANU GARCÍA

Por otra parte, la sociedad se ve también damnificada porque terminamos contando con un tipo de cultura más orientada a lo espectacular o a productos que se van llevando a todos los lugares perdiendo la esencia. Por ejemplo, pensando en un contexto como Cádiz, que tiene una singularidad cultural tan sumamente potente, lo que advertimos es que lo que está por venir son fórmulas tecnocapitalistas y fórmulas mercantilistas, que entienden que la cultura es algo que se puede llevar a cualquier lugar independientemente de su idiosincrasia, perdiendo la grandísima diversidad que requiere la cultura, que da vida a la sociedad, que crea lazo comunitario.

¿El teletrabajo ha sido una trampa?

En El informe tenía la necesidad incluso personal de habitar la complejidad que conlleva el teletrabajo, por pura vivencia, porque hace 20 años yo era una de las personas que con más énfasis defendía el poder del teletrabajo para mejorar nuestra vida. Y sigo pensando, después de escribir El informe, que el teletrabajo es una buena invención. Sin embargo, lo que sí he aprovechado para criticar son las formas en las que el teletrabajo se ha materializado, con fórmulas, a mi modo de ver, equívocas.

En muchas empresas y en muchos contextos de trabajo se ha utilizado como zanahoria delante del animal: si va bien, si somos productivos, seguimos. Pero nunca es algo que se plantee como una base, como una estructura sobre la que construir, sino que en muchos casos se plantea como una ganancia supeditada por la productividad. Por tanto, se ha alimentado la vida-trabajo orientada a una productividad terrorífica, porque es una productividad además invisible: esto de llegar a casa y en el momento en el que nos sentamos y tenemos el ordenador cerca, seguimos retomando nuestro trabajo para hacer lo que no nos ha dado tiempo a hacer en nuestra jornada laboral. La forma en la que gestionamos la comunicación es algo que tenemos que repensar, porque esa forma en la que teletrabajamos ha inundado nuestro hogar, de forma que se ha apropiado tanto del tiempo como de la casa.

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Remedios Zafra trata y escribe sobre el presente, sobre el impacto de la tecnología y del trabajo.  MANU GARCÍA

Efectivamente hemos aprovechado el poder trabajar en el lugar que elegimos, pero mientras el lugar ha sido elegido, el tiempo ha sido un espejismo. Hemos empezado no a decidir cuándo trabajamos, sino a dar anticipadamente todo el tiempo al trabajo. Hemos hipotecado el tiempo. Ese tiempo ha sido regalado o donado casi prácticamente al trabajo, de forma que salimos casi rebotados del trabajo a las vacaciones, casi como otra fase del trabajo.

Con la tecnología viene una sobrecarga de trabajo que no estamos sabiendo regular y que nos lleva a ese punto de inflexión con el que comienza El informe, de decir 'no, hasta aquí hemos llegado', y sí a 'pensemos juntos una necesaria transformación'. Porque no podemos enfermar y morir con la sensación de que no hemos vivido lo suficiente.

Parece que cada vez más personas piensan que este modelo que llevamos no es sostenible. ¿Se puede hablar del hartazgo como un fenómeno histórico o generacional?

Ese hartazgo laboral forma parte de ese entramado o de esa estructura que podríamos denominar tecnocapitalista, porque el capitalismo está claramente en la base de los cambios planetarios, vitales, laborales y sociales que estamos viviendo, de ese explotar al máximo el planeta y a las personas, donde la tecnología, pudiendo ser aliada, no lo está siendo, o no en la mayoría de los casos.

El tomar conciencia de ese hartazgo es casi ese interruptor de conciencia que zarandea personas, pero que zarandea también comunidades.

"Hemos hipotecado el tiempo, que ha sido donado prácticamente al trabajo"

Esa cultura no complaciente, esos libros que perturban, esas obras de teatro que perturban, que te incomodan, porque te ayudan a tomar conciencia y a llegar a ese punto de hartazgo, son los puntos de inflexión. Los humanos tenemos que pensar.

¿Cómo son nuestras vidas, vistas por alguien que las piensa y contempla tanto como usted?

Son vidas en las que predomina la impostura, en las que hay demasiada pose, apariencia, sonrisa fingida, demasiadas pastillas, demasiados botones para quitar lo que perturba, y en la intimidad hay dolor, hartazgo, cansancio. Y quizá también en este presente yo creo que justamente estamos viviendo ese momento de: hasta aquí. Es un momento también cargado de esperanza, porque es cuando empezamos a tomar decisiones, a veces pequeñas que afectan a nuestra vida. 

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Para Remedios Zafra, las vidas del presente se caracterizan por la impostura y el hartazgo.  MANU GARCÍA

También es cuando nos damos cuenta de la importancia que tiene la vida social, la construcción del espacio público, el refuerzo de los derechos públicos esenciales como la sanidad, la educación, la cultura… Estos tres son pilares de nuestra sociedad.

La vida presente se caracteriza también por fuerzas movidas por lógicas fuertemente capitalistas. El sujeto piensa en sí mismo, busca lo mejor para sí mismo, olvidando lo comunitario. Y frente a ello no estamos dando la suficiente importancia a toda esa toma de conciencia colectiva que ayudaría a que esa lucha fuera para todos, que no invalida la propia sino que equilibra esa vida mejor, para cada uno de nosotros pero también para la comunidad.

Sobre el autor:

Alaia Rotaeche

Alaia Rotaeche

Graduada en Periodismo y Máster en Estudios Literarios por la Universidad Complutense. He pasado por medios locales, por comunicación política y de organizaciones y he participado en proyectos autogestionados. Me interesan particularmente la cultura, la política, las migraciones y los feminismos, e intento siempre tener la mirada puesta en quienes tradicionalmente han habitado los márgenes de la sociedad.

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