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Reconoce que no es a propósito, pero el perro bodeguero debe ser algo así como el alma, el sujeto compartido que da sentido y dirección a las pinturas expuestas desde este pasado jueves en la galería de Espacio Abierto Jerez.
"En realidad el motivo central es Jerez, no es el bodeguero ni ninguna de las personas que van saliendo por ahí", dice Rodrigo Báez Atienza (Jerez, 1949) señalando uno de los personajes, un guiri que cuelga una cámara fotográfica mientras pasea, parece que sin rumbo fijo, tal y como hacen muchos coleccionistas de ciudades. En otra, una señora con bolsas saliendo de la plaza de Abastos hace lo propio, mientras que un caballero vestido de jerezanas maneras acompaña a su señora a hacer los mandaos.
"Nunca había visto un tratamiento de Jerez como tema central, como temática de ciudad en una exposición. Tenemos lugares y edificios que son impresionantes y no nos fijamos en ellos; basta que los tengamos aquí para que no nos demos cuenta", dice. Así, Rodrigo cuenta que es un aficionado a pasearse por los barrios y el centro de la ciudad cuando no hay nadie en las calles, antes de que las "hormigas" salgan de sus refugios. "Levantarse temprano, ir a lo de los churros y observar; no prestamos atención a muchas cosas", añade.

Este trabajo es fruto de esa íntima relación con la ciudad que, sin embargo, ha construido a través de diversos soportes. Los personajes y escenas de sus obras están seleccionados en su ordenador a través de numerosas carpetas donde guarda fotografías de personas y monumentos de diferentes épocas y estilos. Con esos elementos, va creando unas escenas de ficción donde vecinos y turistas se encuentran en emblemáticos lugares de la ciudad.
La entrevista con lavozdelsur.es le pilla con algunos "achaques" de la edad, pero con mucha alegría, ya que se siente orgulloso de esta nueva expo, que ha bautizado como Jerez, mi Jerez. "Estoy viejo, pero estoy bárbaro, voy a vivir novecientos y pico de años. Lo más importante es mantenerse activo, yo me levanto por las mañanas y me pongo a pintar", comenta entre sus obras. Lejos de ser a propósito, la presencia del bodeguero —las Fiestas de la Vendimia están celebrando la vinculación con esta raza que pudo originarse en la ciudad—, es fruto de uno de más fieles clientes.

"Nunca había pintado perros bodegueros, pero surgió de José María Osborne Ysasi. Él me solía encargar unas tablas pequeñitas con fondos de viña jerezana para regalárselas a sus amigos y siempre me decía: pon el perrito, el perrito bodeguero. Al final empecé a cogerle cariño y estoy pensando en hacer algo más grande con el bodeguero como tema central", explica.
Pintor por encargo tras pasar por las artes gráficas y la Expo del 92
Al hablar de su pasado y de su biografía, Rodrigo deja claro que la nostalgia no es lo suyo y se desvincula de aquellos contemporáneos que creen que un tiempo pasado siempre fue mejor. "Ojalá tuviera yo treinta años menos para disfrutar de todo lo que se nos ofrece ahora. No entiendo a esa gente que cuando te montas el autobús dicen que si los jóvenes de ahora o que si antes Jerez era de otra forma... ¡Por favor! Con la de fatiga, miseria y jambre que había", exclama enseñando su dispositivo móvil, al que considera "magia" a la hora de trabajar y comunicarse.

El pintor, nacido en La Albarizuela, concretamente en la calle Conocedores, se crió rodeado de buen cante, entre vecinos que luego se mudaron a la barriada de La Asunción. En el mismo barrio de San Pedro empezó a trabajar con 14 años, haciendo sus pinitos en las artes gráficas con Fotomecánica Jerez, sita en la calle Clavel. Tan solo tres años después, tomo una decisión. "Yo no quería tener jefes. Mi jefe soy yo, por lo que me fui", recuerda.
Así se labró un camino como trabajador y como artista —era inevitable calificarlo como tal, aunque él prefiera llamarse pintor profesional—, como "dibujante" en unos tiempos en los que no se hablaba de diseño gráfico. Tras pasar por "todas" las empresas que había en aquella época, ya desaparecidas, tomó conciencia del declive de la industria vitivinícola en la ciudad, que venía asociada a la de las artes gráficas.

"Vivíamos de aquello, los dueños de las bodegas también eran accionistas de las artes gráficas. Por eso cuando se empiezan a vender las bodegas, todo empieza a caer", dice. Ante ese panorama, apareció la Expo de Sevilla de 1992, mudándose a la capital andaluza hasta que le dieron el "pelotazo". "A otras criaturas los arruinaron, a mí solo un poquito, pero fue un pellizquito en el ombligo. Con esos millones que no te pagan, me tuve que volver a Jerez", lamenta. Sin embargo, no hay mal que por bien no venga. Asentado con su familia en Jerez, dejó todo el equipo con el que trabajaba, de fotografía, ordenadores y montaje para el diseño, dedicándose plenamente a la pintura por encargo, un oficio con el que lleva ya un cuarto de siglo con gran ahínco en la ciudad.
Prueba de ello son las numerosas anécdotas de épocas como la de los pintores del Eslava, el grupo de artistas jerezanos que se reunían en los jardines del homónimo teatro ya desaparecido, a los pies del Alcázar. "El propio Osborne Ysasi me vino así y me dijo: ¿Usted es don Rodrigo Báez? Pensaba que estaba cachondéandose de mí, pero no, me conocía, le gustaba mi obra y se hizo cliente", cuenta.

Es ese el principal motivo por el cual prefiere llamarse profesional de la pintura. "No soy un artista, soy un profesional y además creo que el arte no existe", dice tajantemente. Al preguntarle, aclara su perspectiva. "A ver, esto puede ser un encargo y esta expo es un empeño mío, pero se vende y ya está. El arte no existe, el arte es mentira, se lo inventaron los ricos para llevarse todos los billetes", dice en referencia a los grandes galeristas del arte y el tráfico de obras, que considera una farsa. Y le volvemos a preguntar:
Rodrigo Báez dixit. No se pierdan su obra.
La exposición 'Jerez, mi Jerez' está abierta al público en Espacio Abierto Jerez (calle Alvar López, 12) hasta el próximo 27 de septiembre en horario de mañana y tarde.