Josefa Parra presentó a David López Cepero y Mauricio Gil Cano como “dos personas vinculadas a las letras, los libros y los talleres de la Fundación Caballero Bonald”. Mauricio es escritor y profesor de algunos de los talleres que se imparten en la Fundación, en los que ha participado David López-Cepero. Aunque como escritor David acaba de empezar, Josefa Parra destacó su enorme calidad literaria y su humildad, rasgos que nos permiten prever un gran futuro en el mundo de la escritura.
“Hoy es la puesta de largo de David López-Cepero como narrador, aunque no como autor, porque ya tenía un libro publicado sobre crecimiento personal”, nos aclaró Mauricio Gil Cano. Y resaltó la participación de David, como alumno destacado, en varios talleres de microrrelato y poesía. Los talleres son lugares de encuentro de personas interesadas por la literatura, donde los alumnos pueden aprender algunas técnicas y compartir experiencias, “pero el talento no se aprende, eso lo debe tener cada uno: David posee talento y lo demuestra”. Este libro es la prueba, “ya que contiene cuentos muy buenos”. David López-Cepero ha mostrado interés por las letras desde muy joven. Ha publicado varios blogs y ha elaborado guiones de radio. Es el autor del libro Volando sobre los espinos y coautor en las antologías de relatos Treinta y cinco recuerdos y un poema, Microrrelatos Canyada d’Art 2018 y Purorrelato VI.
“Lo de la brevedad de los microrrelatos es algo relativo… Un microrrelato no solo tiene que ser breve, sino parecerlo”, subrayó Mauricio. Es muy difícil establecer una frontera precisa entre un microrrelato y un relato, o entre un cuento y una novela corta. Cuando en las bases de un concurso se establece un número máximo de palabras, por ejemplo en el Cardenal Mendoza son 150, no significa que sea esa la extensión exacta. “En la narrativa inglesa los microrrelatos suelen ser más extensos que en la literatura española”, añadió Mauricio. Al principio de Las apariencias empañan (Círculo rojo), David explica qué es un minirrelato: “Son relatos concisos y directos. Te plantan en medio de una situación. Te invitan a que imagines tú mismo una introducción, lo que desencadenó la escena presentada. Y no concluyen al llegar a cada punto y final, sino cuando los digieres, cuando descubres su intencionalidad, que no siempre es evidente.” Por todo esto, el microrrelato exige un lector cómplice e inteligente.
Según, Mauricio Gil Cano, en los 63 minirrelatos de David: “El final sorpresa es casi normativo en su discurso. El lector reúne unos indicios que le llevan a cierta conclusión, pero finalmente asiste a una epifanía, a una revelación, y las cosas no resultan como se podía suponer.” No todo queda en juegos de ingenio, sino que “nos habla profundamente al corazón a través de una estética cimentada en una ética”. De ahí que el lector pueda apreciar el “tono de fábula” en varios microcuentos. En los relatos de David hay una profundidad conmovedora, filosófica, que llega a desembocar incluso en denuncia social. Una de las técnicas que utiliza es la reescritura de textos clásicos o mitos. Nos los cuenta “a su manera tergiversando según le dicta su imaginación”.
David López-Cepero reconoció que un libro no está terminado hasta que se publica. Una vez que dio el paso de sacarlo a la luz, agradece que Josefa Parra valorase su trabajo y le diese la oportunidad de presentarlo en la casa de Caballero Bonald. “En este libro nada es lo que parece. Ni si quiera el prólogo, que es una carta de recomendación.” Se nos avisa de que encontraremos en los relatos desenlaces imprevistos y disparatados, incluso ambiguos. Y están redactados así, de forma premeditada, para que el lector piense, para que imagine. Es un reto para la creatividad del que lee con inteligencia y sensibilidad. David al escribir cuenta desde el principio con la complicidad del lector. Todas las interpretaciones enriquecen el relato, forman parte de él.
Los relatos de Las apariencias empañan son muy breves, pero cada palabra y cada adjetivo tienen su sentido, su intención. David nos leyó varios minirrelatos para que sirviesen de ejemplo. Tras la lectura, pidió a los asistentes que propusieran sus interpretaciones. Así quedó patente la riqueza de cada texto. Uno de ellos se titula Gravedad: “No percibí la gravedad del accidente hasta que el espejo me contempló vacío.” Que el lector elija la interpretación que le parezca mejor. Hay relatos para todos los gustos y de diferentes extensiones. Lo importante es dejarse llevar por la historia, trágica o cómica, y reconstruir tanto sus finales como sus inicios.