"Charnego es sinónimo de dolor u olvido, pero al tiempo de adaptación, de recuerdo o de libertad"

El escritor jerezano Javier López Menacho analiza en 'Yo, charnego' qué significa este término. Desde su experiencia personal, explora las dimensiones sociales, políticas y culturales

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La identidad es uno de los temas más difíciles de abordar en las ciencias humanas. Su carácter interdisciplinar nos obliga a recorrer diferentes ámbitos del conocimiento y de la experiencia, personal y colectiva. Así es el ensayo que nos ofrece el escritor jerezano Javier López Menacho. Con un estilo fresco y directo, analiza todas las dimensiones de lo que significa ser charnego. El título, Yo, charnego (Libros de la Catarata, 2020) y el subtítulo, Memoria personal de la emigración a Cataluña, anticipan el tono del relato. El punto de partida es la experiencia vivida por el escritor. Se trata de una reflexión enraizada en los diez años que lleva viviendo en Barcelona. El ensayo se ha enriquecido con un acertado trabajo de campo y bibliográfico.

En sus libros siempre hay una crítica social. En Yo, precario (Libros del lince, 2013) y en La farsa de las startups (Los Libros de la Catarata, 2019) reflexiona sobre lo que le ha tocado vivir, trabajando como social media managercommunity manager y creador de contenidos, ejerciendo tanto de freelance como formando parte de diferentes compañías relacionadas con el entorno digital. Sus ensayos huyen del exceso de teoría. Muestra una escritura comprometida: se rebela contra las injusticias, las mentiras y la explotación. Esa mirada crítica se refleja en su labor periodística (La Marea, CTXT, lavozdelsur.es, La Réplica…) y literaria, en Juan sin miedo, (Editorial Alkibla, 2015), Hijos del Sur (Tierra de nadie, 2016) y El profeta (Editorial La Equilibrista 2019).

López Menacho, en la presentación 'Yo, charnego' en Nollegiu.

En Yo, Charnego, Javier López Menacho pretende atrapar un concepto que sigue evolucionando. Definir qué significa ser charnego supone para el autor acercarse a una comunidad en continua transformación. Pero “actualizar el imaginario charnego y poner en valor sus conquistas” también conlleva “una suerte de autodescubrimiento y balance personal que puede tener mucho en común con lo que han vivido otras personas”. Por eso el libro comienza con un Javier López Menacho indignado ante lo que dice un tipo encorbatado en la televisión sobre los charnegos. Ese tono de condescendencia y desprecio le empuja a pensar y escribir a fondo sobre esos emigrantes andaluces, extremeños, murcianos o castellanos.

Al inicio del ensayo (17 capítulos y un epílogo) el autor habla de la etimología del término charnego. Compara las diferentes acepciones aparecidas en los diccionarios y enciclopedias. Era la palabra que se utilizaba para referirse a las personas que llegaban a Cataluña desde otras zonas de España, como Andalucía, Extremadura o Murcia, para trabajar, para ganarse la vida. Procede del catalán xarnego según la RAE, que a su vez deriva de la palabra castellana lucharniego, “perro adiestrado para cazar de noche”. Ha sido usado de forma despectiva: los que no son de pura cepa catalana, los que no hablan catalán, los que son de clase baja… Javier López Menacho repite en varias ocasiones que la xenofobia está asociada a la aporofobia. Es decir, el odio al extranjero como odio al pobre. “La consideración despectiva de lo charnego alcanzó su cúspide en las décadas de los 50 y 60, y es indisociable de la aversión al pobre.” La noción de charnego como insulto parece haberse diluido, aclara. Hoy tiene otras connotaciones, utilizadas para identificar una comunidad cultural, una historia personal y una forma de estar en el mundo.

También se ha dado una evolución social y laboral del charnego en las últimas décadas. Por esa razón el autor habla de neocharnegos. Compara a los andaluces que llegaron en los años 50 o 60 con los jóvenes que, como él mismo, han acudido recientemente a Cataluña. Analiza las condiciones laborales de los dos momentos. Los primeros llegaron sin nada, jornaleros que tuvieron que sobrevivir en un terreno muy hostil tanto en lo laboral como en lo social. Los neocharnegos salen de su tierra con otras expectativas, con otra formación, y se encuentran con el trabajo hecho… Porque aquellos primeros charnegos construyeron una comunidad, con sus asociaciones y centros culturales, sus redes de solidaridad y su cultura.

El autor acude a los barrios, a los centros sociales, a los bares, a los medios de comunicación... Así puede ver los diferentes grados de autoconciencia charnega que existen en Barcelona. Hay infinitas formas de ser charnego. Charla con un taxista, con Leo, encargada de un conocido bar, o con Francisco García Duarte, escritor experto en la inmigración andaluza en Cataluña. En ese proceso de identificación son esenciales la memoria, la lengua, la cultura y la política. Los centros culturales, como el García Lorca en Nou Barris, sirven para establecer redes de apoyo mutuo y para recordar la tierra que se abandonó, sus costumbres y sus saberes. Las fiestas son el momento ideal para revivir lo andaluz y reforzar lazos emocionales, tan importantes cuando hay que sobrevivir en condiciones adversas. Muy interesante es la cuestión del habla andaluza, ya que ha sido despreciada y reivindicada. Y Javier López lo tiene claro, el odio al habla andaluza es otra manifestación de la aporofobia. Nos cuenta también cómo han aparecido los charnegos en la literatura, el cine, la música y el cómic. Y, por supuesto, menciona las mezclas, las fusiones, desde la rumba catalana a Rosalía.

Los charnegos forman una comunidad bastante numerosa, algo que no ha pasado desapercibido a los partidos políticos. Han sido tratados de muchas formas, como medios y como fines. Para algunos son el enemigo de lo catalán puro, para otros son parte esencial de la clase trabajadora de Cataluña. Para unos representan al ciudadano español, para otros el mestizaje. Para unos no existen como colectivo definido, para otros son una clase… Y claro, dada la diversidad de autoconciencia charnega, las posiciones respecto al procés son muy diferentes, incluso opuestas, como ocurre con todos los ciudadanos catalanes. “Hay tantos charnegos como maneras de entender la relación de un individuo con el Estado”. Para López Menacho, la historia de los charnegos es un ejemplo de lucha y superación, de integración y solidaridad, de mestizaje y tolerancia. Siempre se están reinventando, por eso serán lo que ellos quieran ser.

Sobre el autor:

juan carlos gonzalez

Juan Carlos González

Filósofo

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