Esta semana ha vuelto la actividad a la Fundación Caballero Bonald. El Delegado de Cultura, Francisco Camas, ha señalado en sus palabras de apertura, este pasado lunes, que poco a poco se va volviendo a la normalidad en el ámbito cultural, adoptando los formatos que permite la normativa de seguridad. Josefa Parra ha agradecido la asistencia al público y ha prometido un mes de julio poblado de actividades, presenciales y online.
“La trayectoria de Juan José Téllez es larga, muy variada y está jalonada de éxitos”, ha subrayado Parra. El hecho de haber nacido en Algeciras, la ciudad más meridional de Europa, supone “un rasgo diferencial en su trayectoria vital y literaria”. Ha sido prolífico colaborador en diferentes medios de comunicación (prensa, radio, televisión). Ha fundado revistas y colectivos contraculturales, y dirigió el diario Europa Sur. Colabora en tertulias y ejerce de freelance, o de “francotirador”, remarcó la poeta. En poesía, su primer trabajo fue Historias del desarrollo (1978), pero pasó un poco desapercibido debido a los problemas de distribución de las publicaciones marginales. Crónicas urbanas (1979) fue el siguiente y llegó a más lectores, por eso suele citarse como el primer libro de Juan José Téllez. Ahora se reedita, 40 años después. Se trata de una edición diferente llevada a cabo por Carmen Moreno en Cazador de Ratas, dentro de la colección de poesía Viento Verde.
Luego vendrían otros poemarios como Medina y otras memorias (1981), Bambú (1985), Daiquiri (1986), Trasatlántico (2000), Las causas perdidas (2005), Sonados (2008) y Las grandes superficies (2010). En narrativa: Amor negro (1989), Territorio estrecho (1991), El loro pálido (1999)… Y ensayos como Paco de Lucía, retrato de familia con guitarra (1994), Carlos Cano, una vida de coplas (2004), Sin ninguna base (2010), Paco de Lucía, el hijo de la portuguesa (2015), María Zambrano, razón de vida (2016)… También ha participado en libros colectivos y de carácter solidario o reivindicativo. Su obra aparece en numerosas antologías y ha sido traducida al francés, portugués, fines, bengalí… Ha sido director del Centro Andaluz de las Letras desde 2012 hasta 2019. Y ha comisariado exposiciones sobre Paco de Lucía y Miguel Hernández.
Juan José Téllez ha comenzado su intervención recordando que esta presentación de Crónicas urbanas tuvo que suspenderse en dos ocasiones, en enero y en marzo pasados, por motivos de salud. Así que había que romper el maleficio y retomar la actividad “sin descuidar la vida, los sueños, y ese barco a la deriva que llamamos planeta Tierra”. Téllez ha considerado Crónicas urbanas su primer libro, porque Historias del desarrollo era más bien una plaquette, un ensayo o anticipo, pero no un verdadero libro. Con Crónicas urbanas obtuvo el premio Bahía. Este trabajo le permitió entrar en contacto con otros poetas que tenían intereses y sensibilidades similares: la estética de la generación del 50, la otra sentimentalidad y la poesía de la experiencia. “Fue un libro que tejió complicidades con muchos amigos, músicos, pintores, creadores…” Por eso está dedicado a grandes amigos como José Guerra Leiva y Adela Amado Aragonés.
Téllez y Camas, en la presentación. FOTO: MANU GARCÍA
Esta reedición, 40 años después, contiene una primera parte que incluye 40 poemas, y una segunda titulada Sobre crónicas urbanas y el más urbano de las crónicas que recoge textos de varios autores sobre el poemario y sobre el autor. Hay una reseña de Jesús Fernández Palacios, publicada originalmente en la revista Andarax en 1980, y una entrevista a Téllez realizada por Jesús Melgar, que apareció en el diario Sol de España también en 1980. Además, varios amigos cuentan cómo conocieron al autor, cómo era Juan José y cómo era el ambiente cultural hace 40 años, es decir, “un ejercicio de memoria coral en torno a una época”. Colaboran activistas, escritores, periodistas y críticos como Rafael Marín, Carmen Morillo, Antonio Hernández, José Chamizo, Manuel J. Ruiz Torres, Juan Gómez Macías, Felipe Benítez Reyes, Fermín Lobatón, Esperanza García, Alfonso Domingo, Uberto Stabile, Antonio Jiménez Millán, Álvaro Salvador, Ana Rossetti y José Ramón Ripoll.
El volumen se cierra con un epílogo de Juan José Téllez en el que narra el origen del libro y explica las características de esta nueva edición. Agradece en estas páginas la labor de Manuel Fernández Mota, poeta fundador del premio Bahía y la revista del mismo nombre. Su papel en la difusión de la literatura fue esencial durante la transición democrática. Dos autores que le influyeron a la hora de escribir los poemas fueron José Agustín Goytisolo y Ángel González. También menciona a Francisco Bejarano y su libro Transparencia indebida, próximo a la estética de Vicente Aleixandre y con el que “nos deslumbró a todos.” “Mi poética estaba en sus antípodas pero quizás por ello me influyó más que si yo hubiera coincidido con la suya.” El libro surge también de la estrecha relación con Fernando Quiñones, “mi padre literario”.
En las dedicatorias de los poemas quedan reflejados los intereses del poeta: la ecología, el urbanismo, la música, la poesía, la amistad… Los versos de este libro fueron escritos en Cádiz y Algeciras, entre las dos bahías, aunque también aparece de fondo Madrid, “a la que me aproximé el tiempo suficiente para comprender que yo formaba parte de su extrarradio”. Tras la lectura de varios poemas de Crónicas urbanas, Juan José Téllez recitó versos inéditos de su nuevo libro Amores sucios. La noche ha terminado con la música en directo de Javier Ruibal y Fernando Polavieja.
40
PERDIDOS, sin encontrarnos, golpeamos
las vitrinas cada amanecer, como esperando
que esto sólo fuese un mal sueño de marzo,
pero ocurre que en la calle (el ruido
de los tubos de escape, la lluvia que golpea
los telares, las bicicletas) te devuelven
a esta triste geografía de peldaños,
a este oscuro rincón de gin-tonic, colega,
pásame la china. Hay momentos (románticos
momentos), en que aprendes la canción cotidiana
de las calles, las crónicas
alertas de los chapistas, los talleres
de mecánica, las carpinterías. Perdón
por el asfalto, por los futbolines, perdón
por las cafeterías y los parques sucios,
perdón por las avenidas y los hospitales.
(Nosotros hemos nacido aquí, no tenemos
culpa, sólo la grave, la angustia infinita
de sentirnos solos con el mármol y el estuco,
solos con el cristal delgado de los automóviles,
con el dulce temblor de las prostitutas).
En la pálida cinta de las terrazas, se oscurece
un tiempo de carteles luminosos, instantáneos
barriles de nostalgia y aspirinas, vieja ciudad,
vieja puta herida, madre nuestra destrozada.
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