La tarde del pasado martes tuvo lugar en los jardines del Palacio Virrey Laserna, en el centro de Jerez, la presentación del libro El triunfo de estar vivo, de Luis Alberto de Cuenca, publicado por Ediciones Cátedra. Este tomo reúne cuatro libros: Sin miedo ni esperanza (2002), La vida en llamas (2006), El reino blanco (2010) y Cuaderno de vacaciones (2012). Se trata de los poemas escritos entre 1996 y 2012 (Excepto “La mujer y el vampiro”). Adrián Otero dialogó con el autor sobre el libro y su trayectoria poética. Entre el numeroso público se encontraban muchos poetas e intelectuales de nuestro entorno.
Adrián definió a Luis Alberto de Cuenca como “una persona multifacética: poeta, crítico, investigador, editor, uno de los últimos humanistas que nos van quedando”. Además, remarcó Adrián, la Librería El Laberinto comparte con Luis Alberto ese concepto de cultura que abarca tanto a Homero como a Leia Organa. Así que la presentación del libro, en ese entorno tan bello, constituía un “verdadero día de fiesta para Jerez”. Luis Alberto, en sus palabras de agradecimiento, mostró su satisfacción ante ese escenario tan británico, ideal para hablar sobre literatura con amigos.
Para empezar, Adrián leyó un breve texto del autor: “Mi casa soñada está construida con libros y no puedo imaginarme una existencia que no esté veteada de personajes literarios. La historia de mi vida es la historia de mis lecturas y de las respuestas vitales que estas lecturas han ido generando en mi ánimo”. Y le preguntó si es posible una vida sin libros, si son una necesidad vital… Según el escritor, “se puede ser feliz sin libros, pero para mí los libros son un plus, un añadido a lo maravilloso que es estar vivo, como se dice en el título, porque la literatura lo que hace es completar el periplo vital de las personas y hacerlos más felices”. Además, piensa que “la literatura no está hecha para ser estudiada o analizada, sino para ser disfrutada”. La literatura se creó para ser más felices, ya que al leer adquirimos “la templanza que nos permite superar el trauma de la vida”. Y respecto al concepto de cultura: “En cuanto a la distinción entre cultura popular y gran cultura, creo que no hay diferencia entre ambas. Pienso que tan importante es Tintín como Homero. Son geniales los dos. Adrián y yo, en ese sentido, somos los dos bastante frikis”.
Adrián le pidió que aclarase la relación de su poesía con la cultura de la imagen. Luis Alberto de Cuenca habló del cómic y del auge de la novela gráfica. Hay una especie de “resurrección” de eso género. “Incluso hay una versión gráfica de La crítica de la razón pura de Kant”. Pero no hace falta volcar todo al cómic, “puede haber rutas diferentes”. La época dorada del cómic tuvo lugar entre 1910 y 1950-60, nos recordó Luis Alberto. “Fueron momentos cruciales para la historia del tebeo”. Como la diosa Atenea nació de la cabeza de Zeus, de un golpe, el cómic nació de las cabezas de esos creadores nacidos a finales del XIX y principios del XX. Y el cine tuvo también su época dorada entre los años 20 y los 50.
En 2006 Ediciones Cátedra ya compiló cuatro obras de Luis Alberto de Cuenca. Ahora recopila otras cuatro en El triunfo de estar vivo. Son versos que, más que a la senectud, pertenecen a la madurez del autor. El próximo tomo sí recogerá los poemas que ha escrito en los últimos años, aclaró Luis Alberto, quien se considera un puer aeternus, niño eterno. La senectud, recordando a Cicerón, es una de las etapas de la que hay que sentirse más orgulloso. Y mostró su pesar por el fallecimiento ese mismo día del poeta y amigo Ángel García López. Recordó a Jimmy Giménez–Arnau, que también fue un buen poeta. “Vamos quedando menos, por eso hay que celebrar el triunfo de estar vivo, porque la cosa está muy complicada…”.
Adrián Otero resaltó el amor y la pasión como elementos esenciales de su poesía, junto con lo erótico. Todo impregnado de mucha sorna. “Soy un poeta del amor, más que del sexo, aunque he escrito alguno”, aclaró el poeta. Como ejemplos, nos leyó El supermercado y un poema sobre los amores a una muñeca hinchable, dedicado a la película Tamaño natural, de Berlanga. Adrián también le preguntó sobre ese carácter legible de su poesía, esa línea clara de escritura. “La poesía debe ser ante todo comunicativa, porque está pensada para que los seres humanos dialoguen entre sí, para que cuando uno se acerque a un libro de poemas le represente, porque el poeta no es más que un portavoz de la comunidad, es el que dice cosas que podrían atañer a toda la humanidad, y eso tiene que hacerse de una manera clara”, explicó Luis Alberto. “Lo cual no quiere decir que no hay poesía hermética extraordinaria, que al final resulta menos hermética de lo que parece, pero que exige más esfuerzo para leerla que la poesía de línea clara”, matizó.
La poesía de Luis Alberto se nutre de mitologías de culturas y épocas muy diversas, pero el mundo del cine ha creado una nueva mitología que está muy presente en su poesía, subrayó Adrián. “Son mis temas favoritos. Me he criado entre discursos y relatos mitológicos. Sobre todo me encanta la mitología greco-romana y la germánica, y otras, por supuesto, como la artúrica o la mesopotámica. Pero el cine en el siglo XX crea una nueva mitología. Yo diría que varias. Pues hay una mitología del cine negro, del cine del oeste, de la comedia… El cine ha dado al siglo XX un mayor número de obras maestras absolutas que cualquier otra arte”, explicó el poeta. Para Luis Alberto, el cine es un arte de artes que ha dejado una profunda huella en nuestra cultura. “Hay una literatura antes del cine y otra posterior”. Y nos leyó un poema dedicado a su película favorita, Scarface, de 1932. Es gran seguidor de Stars Wars, sobre todo de la primera trilogía. Le fascina la cultura de los samuráis. Nos contó su relación con Gurruchaga, cuando escribió letras como Caperucita feroz… Entre penumbras que recordaban a Cyrano de Bergerac, leyó poemas eróticos, seguidillas, haikus y recitó varios sonetos de memoria, uno de ellos dedicado a su mujer.
PARA ALICIA, DISFRAZADA DE LEIA ORGANA
Si solo fuera porque a todas horas
tu cerebro se funde con el mío;
si solo fuera porque mi vacío
lo llenas con tus naves invasoras.
Si solo fuera porque me enamoras
a golpe de sonámbulo extravío;
si solo fuera porque en ti confío,
princesa de galácticas auroras.
Si solo fuera porque tú me quieres
y yo te quiero a ti, y en nada creo
que no sea el amor con que me hieres...
Pero es que hay, además, esa mirada
con que premian tus ojos mi deseo,
y tu cuerpo de reina esclavizada.