“Creo que como novela está muy bien, pero no es lo que las editoriales esperan, ni lo que intentan publicar… Creo que lo vas a tener muy difícil.” Esto es lo que Manuel Bernal le dijo a Luis Enrique Ibáñez, jienense, profesor de Lengua y Literatura en el instituto Cristóbal Colón de Sanlúcar desde hace 30 años, cuando leyó su novela. Quizás no haya muchas editoriales que se preocupen por publicar literatura de calidad. Solemos encontrar libros “muy llamativos para los lectores, textos en los que el pensamiento o la historia no tienen demasiada trascendencia”. Pero Luis Enrique encontró en Huelva a Pábilo Editorial, un sello que se atrevió a sacar a la luz esta novela, y que, además, trata muy bien a los autores, algo poco común en este sector, resaltó Manuel Bernal.
“Estamos ante un libro complejo, aunque no difícil.” Se trata de un texto, según Manuel Bernal, que nos recuerda a los autores vinculados a las vanguardias, incluso al experimentalismo, aunque “sin tocar estos palos”. Y es que el libro se mueve en una frontera difícil de clasificar. Trata de una historia que podría ser habitual. Los personajes tiene fuerza, difíciles de asimilar, pero como nosotros. Las personas normales somos los que hacemos las cosas buenas y malas en la vida. Cuando en las noticias entrevistan a los vecinos de un asesino, por ejemplo, suelen decir que era un vecino más, una persona normal...
Para Manuel Bernal, esta obra “es sin duda eso, una fiesta de la palabra, un baile para personal selecto en el que se controla muy seriamente el derecho de admisión, y un lance, una lucha casi a muerte por la vida, entre un ser desvalido que se acostumbró a abandonarse y a recrearse en los yogures y zumos caducados, y un joven que ofrece felicidad -incluida la sexual- por un módico precio, al alcance incluso de los desheredados.”
Es una novela que, según Bernal, se sale de los carriles literarios y culturales establecidos. “Si alguien, en estos tiempos de velocímetros y audiencias, es capaz de levantar un relato tal como si fuera una sátira para cuestionar la validez del lenguaje, de sus juegos, de todas las majaderías y glorias sobre las que se han construido los supuestos valores de nuestra sociedad, de poner en solfa cuánta hipocresía hay en mucho de lo que nos rodea, es que el autor tiene seguramente el valor de los viejos héroes legendarios. Y si eso además se cuenta con soltura y elegancia en poco más de cien páginas, alejándose de esos patrones del márquetin actual que exigen novelas con buenos lomos que hagan bulto en los supermercados, el mérito es doble, pero no solo para quien escribe, sino también para la empresa que edita.”
Luis Enrique Ibáñez nos explicó que la novela cuenta la relación que mantiene un hombre que vive en una silla de ruedas, y que ya está de vuelta de todo, con un joven. Cuando se conocen, por motivos que el lector descubrirá en las primeras páginas, el joven le pregunta que cómo se quedo así, refiriéndose a su parálisis. El hombre de la silla de ruedas, en lugar de contarle lo ocurrido, un accidente anodino, decide inventase una historia para ver cómo reacciona el joven y cómo lo interpreta. A partir de ahí, “el hombre se da cuenta de que el joven quiere interpretarle, quiere analizarlo, utilizando conceptos teóricos y culturales”, como si pretendiese enseñarle algo. Utiliza ideas de Freud o Gracián. Al hombre de la silla de ruedas el juego le cabrea, pero a la vez le parece divertido y le atrapa. Así que lo va a citar varias veces para inventarse más historias y ver cómo las interpreta el joven. Pero como suele ocurrir, “el que inicia un juego pude acabar atrapado en su propia red”.
“La novela plantea una reflexión sobre el lenguaje y el manoseo de las palabras y la pérdida de su sentido, y como consecuencia la pérdida de significado de nosotros mismos como seres humanos que hablan y piensan con palabras.” A lo largo del relato también se pretende criticar el concepto de cultura oficial. Además quería pensar sobre “los distintos fantasmas que habitan en todos nosotros, y con los que tenemos que aprender a convivir”. A Luis Enrique Ibáñez le interesa un concepto de literatura no amable. Como decía Kafka, “solo deberíamos leer los libros que nos lastimen y apuñalen…” La literatura tiene que impactar, provocar un cortocircuito en nosotros, cierto malestar.
En su escritura también es muy importante la ambigüedad. Hay que evitar, como decía Mallarmé, que “un sentido único se imponga de golpe”. Para Luis Enrique es crucial salirse de un discurso plano, sobre todo porque “los seres humanos somos ambiguos y tenemos distintas caras”. Le gusta la literatura que reflexiona sobre el lenguaje. Uno de los que lee a menudo es Samuel Beckett. Y también le gusta la literatura que mezcla los géneros literarios, como las novelas de Vila-Matas. Las obras que piensan sobre el lenguaje terminan desembocando en un análisis de la realidad social y del poder. La corrupción y la manipulación comienzan por el lenguaje.
Luis Enrique Ibáñez Cepeda, además de profesor, ha impartido cursos sobre lenguaje fílmico y sobre literatura universal. Escribe artículos de literatura, cine, música y actualidad social y política. Ha publicado Andrea y el violín que lloraba, un cuento infantil para dispositivos móviles.
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