Con la conferencia Poetas del 50: una red de proyectos, escrituras y encuentros se inicia el mes de la Fundación Caballero Bonald, que habría cumplido 97 años el próximo 11 de noviembre. Josefa Parra es la encargada de presentar el extenso currículum de Marcela Romano (Buenos Aires, 1959). “Trabaja como docente de Literatura y Cultura españolas en la Universidad nacional de Mar del Plata (Argentina). Sus temas de investigación han girado sobre dos áreas centrales: el grupo del 50 y las poéticas de la oralidad, específicamente la canción de autor española. Entre su abundante producción crítica, podemos destacar los libros: Imaginarios re(des)encontrados. Poéticas de José Ángel Valente (2002), Almas en borrador (sobre la poesía de Ángel González y Jaime Gil de Biedma) (2003), Lo vivo lejano. Poéticas españolas en diálogo con la tradición (2009), Revoluciones diminutas. La “otra sentimentalidad” en Álvaro Salvador y Javier Egea (2009), Una obstinada imagen. Políticas poéticas en Francisco Brines (2016)”. Josefa Parra también destacó su colaboración con la Fundación. Ha participado en el número 12 de la revista Campo de Agramante con un artículo sobre la correspondencia entre José Valente y Caballero Bonald, y en el número 27 con un ensayo sobre Agustín Goytisolo.
La conferencia empieza con una muestra de agradecimiento. Marcela Romano siempre ha tenido como referencia a los poetas del 50. Aunque también se ha ocupado de algunos autores posteriores y de los cantautores españoles, como Serrat o Sabina, su gran pasión son los poetas del medio siglo. Se siente afortunada de haber podido dedicar su vida a esos escritores, “enormes poetas y muy diferentes entre sí... autores que han llenado mi vida no solo de belleza, sino también de saber vivir”. Han sido más 30 años, un largo “camino de aprendizaje”. Gracias a la universidad pública argentina ha investigado y enseñado sobre esa generación.
Marcela Romano nos explica que ahora está trabajando en un proyecto sobre redes literarias y sociabilidades culturales. En este momento se ha centrado en el grupo de Barcelona en los años 70: Agustín Goytisolo, Gil de Biedma y Barral. Estudia cómo se relacionan estos autores entre sí, desde su formación como grupo comprometido, la izquierda divina, la lucha contra el franquismo… hasta su transformación en un conjunto de intelectuales de carácter más hedonista. El último autor sobre el que está investigando es Carlos Barral, una figura poliédrica, “narrador, editor y dandi urbano”.
El grupo de los 50 fue una “segunda flexión” de la poesía social de posguerra. En los 40 esa poesía social estuvo representada por Blas de Otero, Gabriel Celaya y José Hierro, entre otros. Esa primera flexión entendía la poesía como un “arma cargada de futuro”, decía Celaya, que en un lenguaje sencillo y comprometido (esa voz bajada del Olimpo) estuviese al alcance de la inmensa mayoría, decía Blas de Otero. Esta poesía social contrastaba con la lírica ensimismada, religiosa o laudatoria de los escritores falangistas del momento.
Marcela Romano se centró en el llamado “grupo de los ocho” de la generación del 50: Jaime Gil de Biedma, Ángel González, Francisco Brines, Carlos Barral, José Agustín Goytisolo, Claudio Rodríguez, José Manuel Caballero Bonald y José Ángel Valente. Todos estos autores fueron más allá del dogma realista de posguerra. “Ahora se trata de incorporar a esa mirada crítica social la reflexión sobre la función del poeta en la sociedad a partir de su práctica específica. Esto fue muy importante en Caballero Bonald… Superaciones de sentido desde el mismo lenguaje poético… Ya no es tan importante lo que se dice, sino cómo se dice”. Hay un cierto pesimismo en todos ellos. La poesía ya no es suficiente para transformar la realidad. “Hay un desplazamiento desde la utopía social realista hacia una experiencia de desencanto”. Al mismo tiempo hubo polémicas de fondo sobre qué debía ser la poesía. Para unos la esencia de la poesía era la comunicación, para otros el conocimiento. Cómo se autoconstruye el sujeto en el poema, en la escritura…
Una figura clave para este grupo fue Antonio Machado. Lo rescataron, lo recuperaron desde una “fertilidad múltiple”. Machado fue el centro de la operación generacional que dio lugar al grupo. “Aunque la trascendencia de su magisterio no fue tan fuerte”, aclaró Marcela Romano. Es cierto que lo eligen como figura tutelar en los 60, a través de la antología de Castellet, y que realizan un homenaje en Collioure en el 59. “Lo utilizan como padre fundador para diferenciarse de los anteriores escritores y visibilizarse como los nuevos poetas”. Sin embargo, con el tiempo, en los ochenta, cuando pasa la moda de la poesía social, “casi todos empiezan a confesar que el Machado que más les gusta no es el realista de Campos de Castilla, sino el de Soledades, y que lo que realmente formó su sentimentalidad poética fue la segunda antología de Juan Ramón Jiménez…”.
Para los poetas del 50, Machado presenta una poética humanista, alejada de las vanguardias deshumanizadoras. Es la palabra en el tiempo: el tiempo histórico, el tiempo interior y la reflexión sobre el tiempo. Así lo explica José Olivio Jiménez en La presencia de Antonio Machado en la poesía española de posguerra. Si la primera poesía realista se centró en el tiempo histórico, el grupo de los 50 reconstruye la figura integral de Machado, en todas sus dimensiones, especialmente su tono meditativo, íntimo y sentencioso. La génesis del grupo alrededor de la figura de Machado surge en el grupo de Barcelona, al que luego se unió el grupo de Madrid. Se crea una red literaria entre escritores de diferentes lugares, incluida Latinoamérica. Esas conexiones abren los ojos, generan nuevas perspectivas, nuevas formas de lectura y escritura.
Marcela Romano revisa la operación generacional que se montó a raíz de la famosa foto de Collioure y la antología de Castellet, Veinte años de poesía española. La antología supone el intento de abandonar la poesía simbolista para adentrarse en la poesía social. Este libro generó mucha polémica. Posteriores antologías matizaron esa definición de poesía social. De hecho comienzan a aparecer autores como Brines, cuya poesía ya es social en otro sentido… Además de la foto y la antología, otro gesto de la operación generacional fue la colección Collioure, creada por Carlos Barral, donde fueron escribiendo todos los autores de la generación. Hubo otras antologías que rescataron a autores que no estaban en el grupo de los ocho. Destacó la realizada por el argentino Rubén Vela, en la que, por ejemplo, aparece incluido Ángel Crespo. Marcela Romano entabló amistad con Rubén Vela. Éste le fue enviando primeras ediciones de los poetas de los 50. La profesora ha donado a la biblioteca de la Fundación varias primeras ediciones de Ángel Crespo.
Desde el punto de vista estético, la operación generacional supuso un desplazamiento desde la poesía como comunicación a la poesía como conocimiento. La polémica era bizantina, pero había que diferenciarse... “La poesía no es comunicación, sino un conocimiento que se genera en el mismo poema. El poema no es la representación de una experiencia anterior. El poema, a través del lenguaje, es su propia experiencia”. La conferencia concluyó con la lectura de varios textos de los miembros de la generación sobre qué es la poesía y una selección de versos.