“Creo que es el primer amigo que la poesía me regaló; porque la poesía tiene esa virtud: regalar muy buenos amigos”. José Mateos conoció a José Manuel Benítez Ariza en Cádiz, cuando eran estudiantes, viendo la película El séptimo sello. Han compartido presentaciones literarias, tertulias, viajes, casas… Por aquellos tiempos “había un autor que nos tenía hechizados: Luis Cernuda”. Cuando le llegó el nuevo poemario de José Manuel, editado por La Isla de Siltolá, José Mateos se acordó de La realidad y el deseo, libro en el que Cernuda recoge toda su poesía.
Benítez Ariza ha dejado en su título solo Realidad. “El conflicto que tenía Luis Cernuda era entre lo que existe y lo que deseamos, la realidad y nuestros sueños e ideales, un conflicto que no tiene solución. Por eso Juan Ramón decía de Cernuda que era un eterno adolescente…”, explicó José Mateos. Al borrar el deseo del título, José Manuel nos incita a picar en las paredes de la realidad para extraer ese mineral que lleva dentro. No hay una mirada conformista en el libro, todo lo contrario. José Manuel, tanto en su narrativa como en su poesía, lanza una mirada inquisitiva, minuciosa, sobre la realidad. “En sus últimos libros esa mirada es menos introvertida y se ha vuelto más extrovertida. Aparece la realidad exterior: la naturaleza, los pequeños detalles cotidianos. Y todo ello le sirve para localizar ese tesoro que hay en el fondo de todo lo que vivimos.” José Mateos nos recomendó leer poesía, porque “es necesaria para no tener una mala soledad”.
José Manuel Benítez Ariza subrayó que al escuchar a otros poetas hablar de lo que has escrito siempre se aprende algo nuevo. Reconoció que no había relacionado el título de su libro con el de Cernuda, “quizás por no haber tenido nunca en mente esa dicotomía, ese conflicto entre la realidad y el deseo”. Aunque es cierto que Realidad hace referencia a otro tipo conflicto. “Aquí la realidad es un entorno que no le ofrece a uno todo lo que le podría dar si uno no pone de su parte y no indaga en ella”. Esta concepción de la poesía como indagación “ya estaba en mis libros anteriores, en especial en Arabesco”.
En aquel libro el cuestionamiento de la realidad se llevaba a cabo a través del la imaginación, que nos permite ir más allá de lo real y superar el adormecimiento que producen en nosotros las costumbres y las rutinas. Arabesco se vertebraba a través de esa idea filosófica tan central en los románticos. “Realidad nació sin un plan previo. El libro encontró su unidad cuando vi que tenía unos treinta o cuarenta poemas y que existía una relación entre ellos. Había unos bloques y admitía un orden. El libro era una especie de consecuencia de Arabesco, pero más suelto con una apertura al entorno, a lo exterior, dejando a un lado esa mirada al ombligo y el lugar que ocupa uno…”.
Hay en el libro muchos versos que hablan del milagro de lo cotidiano
El libro apareció en febrero. Hasta ahora no había circulado en actos públicos, pero sí ha tenido muchos lectores y algunas reseñas. Consta de cinco secciones: Realidad, Diez acuarelas, Diagnósticos razonados, Waterford (segunda suite irlandesa) y Fugaces. A José Manuel siempre le gusta que en sus libros haya un poema que resuma el espíritu de la obra. En esta ocasión, el segundo poema del libro lleva por título Realidad, y sirve de introducción. “Si la miras con ojos entornados, / si sostienes esa mirada anómala, / pierde la realidad su consistencia sólida, sus perfiles precisos,/ y todo tiende a disolverse / o a volatilizarse, /como en la carretera ciertos tramos de asfalto /semejan charcas a la luz del sol. // Es lícito, por tanto, dudar de ella. (…)”.
Hay en el libro muchos versos que hablan del milagro de lo cotidiano, como el dedicado a un ramillete de perejil. Algún lector le ha llegado a decir que hay un poema que parece premonitorio. Se titula Terraza. Todos están tan felices y, de repente, pasa algo… José Manuel es aficionado a pintar acuarelas. Pintar le ayuda a mirar la realidad de otra forma, y a veces un poema le lleva a una acuarela, o al revés. Hay una sección de poemas irlandeses. Sus viajes a ese país siempre le nutren de materiales literarios. La última parte contiene poemas breves dedicados a la fugacidad, como el titulado Los cuatro elementos.
Los cuatro elementos
A ti reintegraré mi cuerpo, tierra.
Agua, a tu ciclo volverá la parte
de mí que es agua. A ti devolveré,
aire, cuanto de mí al aire pertenece.
Como un niño que acaba de construir
un castillo en la arena y lo abandona
(aire, agua, tierra) al viento y la marea.
Y si vida y espíritu no son
sino particulares formas
de la conflagración de cuanto existe,
a ella devolveré la llama que arde en mí,
y así la deuda quedará saldada.
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