La tarde del pasado miércoles, el Jardín de la Luna Nueva se volvió a llenar de lectores y escritores, en esta ocasión para escuchar los nuevos versos del poeta arcense Pedro Sevilla. El libro se titula En un mundo anterior y ha sido publicado por la editorial Renacimiento, dentro de la colección Calle del aire. En un principio iba a ser presentado por Pepa Caro, también escritora de Arcos de la Frontera, pero por motivos de enfermedad no pudo asistir y fue Josefa Parra la que leyó el texto que tenía preparado para el acto. Así que Josefa Parra puso voz a las palabras de Pepa Caro.
El libro comienza con un verso de Antonio Luis Baena, también de Arcos. Pepa Caro recordó aquellas tardes de la tertulia del Grupo Calima, en las que “Pedro, temblando de timidez, sacaba de debajo del jersey azul un manojo de papeles con sus poemas escritos en papel del Juzgado, donde trabajaba”. Pepa calificó a Pedro Sevilla como “el mejor discípulo de Julio Mariscal”. Han pasado ya muchos años desde que publicara sus primeros poemas en la colección La poesía más joven, dirigida por Francisco Bejarano. Desde entonces, todas sus obras nos han deleitado “con su manera de entretejer la vida en versos o en prosa de poeta, esa que recrea las emociones y las pinta con palabras viejas y sabias”.
Según Pepa Caro, estamos ante un libro maduro y completo, “cada poema es un temblor, una emoción intensa que él convierte en imágenes poéticas”. El libro consta de tres partes. La primera está dedicada a la infancia, con recuerdos que el poeta “evoca con su memoria heredada”; la segunda a la Naturaleza, con los árboles, los astros, las aves…; y la tercera al “empeño de construir eternidades, de proclamar que la angustia, el miedo a la muerte, no deben borrar nunca los poemas donde el poeta ha ensalzado tantas veces la esperanza”.
En cuanto a los temas del poemario, resaltó tres intereses. En el libro hay una búsqueda de “la necesaria luz frente a la oscuridad real y metafórica”. En los poemas de Pedro Sevilla “el amor viaja con la luz y apaga la oscuridad”. Otro de los temas es el tiempo, “como pérdida, como constante fuga, la eternidad de la infancia, la angustia de la nada…”. Pedro Sevilla sabe que “el amor está fuera del tiempo, porque viaja con la luz y quiere salvar la esencia eterna de todo lo que huye”. Esa es la función del poeta: “salvar esa esencia eterna del amor frente al tiempo”. Por último, y enlazado con los anteriores, está el deseo de perdurar tras la muerte. El poeta desea “ofrecer sus versos a la eternidad de la luz y quiere que el poema sea testigo de un hombre que vivió y da las gracias”.
Para empezar, Pedro Sevilla nos contó el origen de una tradición de su barrio, San Pedro. En el siglo XVIII hubo un enconado pleito entre las iglesias de Santa María y San Pedro, por ver cuál era la que tenía más feligreses. El asunto llegó a Roma y ganó Santa María. Pero los de San Pedro, para demostrar lo que eran, se untaban los morros de tocino, para que brillaran y fuese evidente que comían bien… Una tradición que revive tras la procesión cada 29 de junio. Pedro Sevilla quiso traernos al Jardín de la Luna Nueva la alegría de su barrio. Y la gratitud. Tuvo palabras de agradecimiento para la editorial, Renacimiento, por el papel crucial que está representando en la poesía de nuestros días. Pedro Sevilla pidió que sus palabras iniciales fuesen también un homenaje a un maestro, Francisco Bejarano, que en los años 80 supo aglutinar a los jóvenes poetas y ofrecerles la posibilidad de publicar los primeros versos.
El libro está dedicado a la memoria de Arantxa Azcúnaga, una gran amiga con la que Pedro Sevilla compartió inquietudes culturales y políticas. “Muchos de estos poemas nacieron cerca de ella, por eso quiero que su nombre permanezca unido a este libro.” Luego nos leyó varios poemas de En un mundo anterior. De la primera parte, recitó Inscripción de nacimiento, donde hace referencia al libro de familia, donde quedan reflejadas las vidas y las muertes, el tiempo clausurado; Sin miedo, donde recuerda sus temblores nocturnos ante la oscuridad; o El tullido, en el que rememora la crueldad infantil, las tropelías cometidas en grupo, por cobardía.
De la segunda parte nos leyó poemas como Olivo, en honor a ese árbol que siempre representa la vejez; Los jaramagos, unos versos que hablan de la humildad del poeta, y que surgieron a raíz de un pensamiento de José Mateos. Y de la tercera leyó La naranja, donde cuenta una experiencia sencilla que le mostró a Dios; En la sala de espera, que describe uno de los gestos de amor más puros; y el último, Volver, dedicado a la pregunta de las preguntas, la muerte.
OLIVO
No tienes la elegancia del enhiesto ciprés
ni su bien merecido prestigio literario.
No puede competir tu tosca vestidura
con las blusas de seda del almendro por marzo,
y no digamos nada de las noches de luna,
oliendo eternidades en la flor del naranjo.
La palmera es exótica y nos evoca siempre
una felicidad de hamacas y de pájaros,
y mira el olmo, verde cuaderno donde el aire
escribe las baladas, los himnos de un verano…
Pero tú eres, olivo, viejo velón de aceite,
sagrado como el trigo, como el latín sagrado,
y tu rugoso tronco me recuerda a mi abuelo,
a su digna entereza, a sus rudos abrazos.
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