Los Claustros de Santo Domingo acogieron la noche del jueves la presentación de la novela Cabeza de Vaca, publicada por Ediciones B, del escritor y periodista Antonio Pérez Henares. El acto se enmarca dentro de las actividades del Centro Andaluz de las Letras y la Fundación Caballero Bonald. La sesión fue presidida por Francisco Camas, Delegado de Cultura del Ayuntamiento de Jerez, quien agradeció la labor investigadora del autor y su interés por un jerezano que merece ser reivindicado, dada su trascendencia histórica.
José López Romero realizó un esbozo de la gran trayectoria profesional de Antonio Pérez Henares, un periodista y escritor que aprendió sus primeras letras en la escuela de su pueblo, Bujalaro, con el maestro Don Enrique. De ahí surge su amor a la escritura. Ha sido periodista en el diario Pueblo, director de Tribuna y colaborador en los principales medios de comunicación, en prensa, radio y televisión. José López destacó, además, el sólido saber enciclopédico que tiene el autor sobre la historia de España, y en especial de la Transición y los últimos años.
La novela se divide en dos partes, nos explicó José López. En la primera se narran los primeros años de Álvar Núñez Cabeza de Vaca, la época de formación hasta alcanzar la madurez. Y la segunda, más extensa, narra sus aventuras en las Indias, sus Naufragios. Quizás muchos jerezanos solo conozcan a este personaje por ser el nombre de un instituto o por la escultura de la calle Ancha…, sin embargo estamos ante uno de los grandes descubridores del continente americano, subrayó José López.
En el libro se novela su historia, las raíces: dos familias jerezanas de la nobleza del XV. “En esta novela resalta la amplia documentación; no se hace pesada porque el tono narrativo es muy ligero y su lectura es apasionante…” Son muy interesantes los entresijos familiares, cuando se va a servir a la casa de los Medina Sidonia, la amistad con el hijo de Cristóbal Colón… Y la segunda parte se centra en los naufragios de su aventura americana. Jamás pensó Álvar Núñez Cabeza de Vaca que tras zarpar en un galeón desde Sanlúcar de Barrameda y llegar a La Española podría vivir semejantes aventuras… Allí, con tres compañeros, se recorre buena parte del continente americano. La historia de Cabeza de Vaca transforma la imagen típica de los conquistadores. Su relación con los indios, frente a lo que cuenta la leyenda negra, no se basó en la agresión y la dominación, “le da al indio la dignidad que se merece”, aclaró José López.
Antonio Pérez Henares reconoció que hacía mucho tiempo que no visitaba Jerez, y que había aprovechado la presentación del libro para conocer a fondo la patria de Álvar Núñez. A la hora de documentarse había utilizado algunos trabajos de José Rodríguez Carrión y de José López Romero, su presentador. Empezó a escribir y a soñar gracias a su maestro Don Enrique, pero hubo otra persona que fue providencial, su abuelo Valentín, que le contaba romances tradicionales y le trasmitió su amor por el castellano. De ahí nació su vocación literaria, “he sido cincuenta años periodista y toda mi vida escritor”.
“Descubrí a Cabeza de Vaca no de joven, sino caminando ya por tierra de apaches, por Nuevo México, por donde los indios pueblo…”. Lo conoció de la mano de su amigo Miguel de la Cuadra Salcedo, con el que realizó siete Rutas Quetzal y algún Camel Trophy. En unos de esos viajes, nos contó Antonio, se llevó una gran sorpresa. En el museo de Auckland, en Nueva Zelanda, ponía quién había descubierto esas tierras, “y no era un inglés, sino unos españoles”. Y este dato muy pocos lo conocen. Los historiadores y las novelas históricas intentan acabar con este desconocimiento de nuestra historia. “Algunos dicen que se avergüenzan de nuestra historia… La ignorancia es la madre de ese avergonzarse”. Ese revisionismo que se ha puesto de moda, ese afán por denigrar a personajes de nuestro pasado, como Colón o Núñez de Balboa, “hay que combatirlo, no con eso de las glorias imperiales…, sino con el conocimiento y el debate sereno”.
“La primera globalización se habló en español”. Los descubridores fueron ensanchando la imagen del mundo con cada viaje. Y el real de plata se convirtió en la primera moneda de carácter mundial… “Por eso tenemos un lugar en la historia de las naciones... Y claro que fue un descubrimiento… Nosotros no sabíamos que allí había un continente, ni los que ya estaban allí sabían que había otra gente fuera… Por tanto, nos descubrimos”. A Pérez Henares le duelen esas acusaciones de genocidio que ahora se realizan sobre aquellos descubridores. Y la realidad es muy distinta, precisamente “al norte de Río Grande no queda ningún indio, pero si vamos hacia el sur hay indígenas, hay mestizaje…”. Salvo en Argentina y en Chile, donde a finales del XIX algunos de sus presidentes “llamaron al exterminio”. En la zona de Tierra de Fuego se pagaba una libra por cada indio muerto, eran los galeses… La otra acusación injusta es la de racistas. “Ya la reina Isabel había prohibido tajantemente que se pudiera esclavizar a los indios… Un súbdito suyo no puede ser esclavo. Incluso promovió los matrimonios mixtos…” En EEUU se aprobaron en 1967…
“Si juzgamos lo que ocurrió hace más de quinientos años con los parámetros morales actuales, entonces no se salva nadie… Acabamos juzgando a Altamira", recalcó el autor. Sin embargo, en la novela leemos cómo Pedro de Vera, abuelo de Álvar Núñez, cae en desgracia ante la reina precisamente por traer esclavos de América. Ahí hubo un gran avance respecto a las demás naciones. Y por eso surgió una corriente de opinión que defendía los derechos de los indios. La clave, según Antonio Pérez Henares, es que “España no construye un imperio colonial, sino un imperio a la romana: intenta trasladar España allí, hacer otra España. Y por eso hace las ciudades, con sus universidades…”
Dentro de esos parámetros de la época, “había gente digna y buena, y había auténticos canallas, asesinos y miserables”, aclaró el escritor. En la novela aparecen ambos tipos de personajes. El mismo Álvar Núñez después de pasar sus tremendas peripecias se encuentra con los castellanos y lo que pretenden es herrar, marcar, a los indios… La trampa que utilizaban personas como Nuño Beltrán de Guzmán consistía en declarar rebeldes, alzados, a los indios para justificar su encadenamiento. Y muchos de ellos fueron juzgados y condenados por sus excesos, algo que no hicieron otras naciones conquistadoras.
El abuelo de Álvar Núñez Cabeza de Vaca, Pedro de Vera, era gobernador en las Indias, y era partidario de los Ponce de León, enemigos de los Medina Sidonia. Álvar se queda huérfano muy joven. Va a ser ahijado de dos mujeres Cabeza de Vaca, y a través de Pedro de Estopiñán entrará en contacto con la casa de Medina Sidonia. Álvar se convierte en un soldado con una educación ya muy renacentista que viaja a Italia a realizar sus primeras armas. Luego participará, junto con el hijo pequeño de los Medina Sidonia, en la batalla de Tordesillas y en la de Villalar de los Comuneros. Al entrar al servicio de la casa de Medina Sidonia, se pierde su relación con Jerez. Después marcha a las Indias, cruza el Misisipi, naufraga, cae prisionero… “La mirada de Álvar es la de un naturalista… Es un gran observador”, resaltó Antonio Pérez Henares. Pero no solo describe los árboles y los animales, sino que siente gran curiosidad y admiración por los indios, aunque sean sus enemigos. Aprendió hasta seis lenguas de los indígenas, también la de los signos, con la que se entendían todas las tribus de las praderas. Acaba siendo un gran chamán, quizás porque los indios le vieron extraer una flecha y salvar la vida a un hombre. Su obra Naufragios recoge esas experiencias y conocimientos.