El Jardín de la Luna Nueva acogió esta semana la presentación del nuevo libro de Raúl Pizarro, ¿Y ahora qué? , publicado por la editorial Renacimiento de Sevilla. Es la primera actividad de la Fundación Caballero Bonald dentro de los veranos de la librería La Luna Nueva. Tras las palabras de bienvenida y agradecimiento de Josefa Parra, intervinieron José Mateos Pedro Sevilla y Raúl Pizarro.
José Mateos nos recordó en qué consiste la verdadera poesía. Ante un buen libro de poemas “uno tiene la sensación de que el autor, más que inventarlo o crearlo solo ha tenido que traducirlo, que sacarlo del interior de la tierra y ponerlo en nuestras manos, como si saliera de manera natural, no forzada, como brotan las hojas de un árbol o el musgo en una piedra”. Un libro de poemas, si es realmente bueno, es “algo inagotable, algo a lo que volvemos en los momentos cruciales de nuestra vida, para comprobar ahí el asombro perdido o entablar una conexión necesaria con aquel que somos pero que casi siempre desconocemos”.
José Mateos en esta época suele leer en el balcón, al lado de la Catedral. Desde ahí observa el paisaje de la ciudad. Nos contó que mientras leía el libro de Raúl, levantaba la mirada para contemplar el cielo, los tejados, las azoteas… Entonces, “sentía que todo lo que yo contemplaba, sobre todo la intensidad y profundidad con que miraba las cosas, era un regalo del libro que estaba leyendo… Como poeta, Raúl ha conseguido que yo mirara a mi alrededor de una forma diferente, más intensa, más profunda”.
Para José Mateos, “la poesía no puede ser un sucedáneo de la vida”, como lo puedan ser una novela o una película. El lector de poesía es muy diferente al lector de novelas. El lector de novelas, o el espectador de cine, desea meterse en las vidas que no son la suya… Y olvidarse de su vida durante un tiempo. El lector de poesía busca lo contrario, el descubrimiento de algo dentro de sí mismo, algo que le va a ofrecer el poema: el encuentro consigo mismo. “La poesía no es nunca un sucedáneo de la vida, sino que es pura vida inagotable.” Un buen libro de poemas, como este de Raúl, “nos roba de la vida durante un rato para luego devolvernos a ella más sensibles, más receptivos, y más perspicaces, en definitiva, más vivos”.
Según Pedro Sevilla, hay poemas que se cierran en sí mismos una vez que los has leído y no dan más de sí, como una servilleta de usar y tirar. Sin embargo, “el poema que realmente tiene valor es el que sigue resonando en nosotros”. Los buenos poemas son inagotables, aclaró Pedro. “Como los que he visto en este libro de Raúl… Por ejemplo, Pétalos de alquitrán es un poema estremecedor.” A Pedro Sevilla también le ha sorprendido el asombro de vivir, la celebración de la vida que hace el autor. “Este libro es un canto a la vida, un canto responsable que no olvida la fragilidad y que sabe que toda esta maravilla se puede acabar en un momento. Los poemas nos transmiten el amor a la vida y a los hijos. Y todo dicho a media voz, que es la voz de la verdadera poesía. Porque la poesía, según nos enseñan los maestros, es una aspiración al silencio. El poeta es alguien que tiene que ser humilde. Ha visto algo tan grandioso y sorprendente que tiene que cantarlo. Es lo que hace Raúl en este libro.”
“El libro es una pregunta sin respuesta. El primer poema habla de eso, de las preguntas sin respuesta, de la búsqueda”, explicó Raúl Pizarro. O dicho de otra manera, “la pregunta en sí misma es la respuesta”. El libro tiene dos partes. La primera se titula Otros días y la segunda Del verano. Según Pizarro, los poemas son como los restos o despojos de los días que uno va viviendo. “Al final hay una intención, una búsqueda de plasmar algo de eso que hemos estado viviendo, sin necesidad de que sea anecdótico o confesional".
Nos leyó varios poemas de ¿Y ahora qué?, como Léxico familiar, Balance semanal, Equilibrio, La hortelana, La Llamada de Manuel, Los muertos,… En la segunda parte del libro, los poemas caen como los restos de los días del verano. Es una parte muy toponímica, con poemas muy breves. “Siempre ando escribiendo el mismo libro, pero esta parte cambia un poco. Hay haikus, incuso alguna canción". Raúl nos aclaró que estos poemas tienen mucho que ver con el paisaje familiar, con la playa de las Tres Piedras. Es el paisaje de los veranos de su infancia, “entonces había cuatro gatos, ahora está sucio y masificado”. Ahora ha vuelto con sus hijas. En los poemas “juego con ese mundo”. Se abandona lo meramente anecdótico para ir hacia lo irracional, lo inexpresable. Pero son poemas claros, no hace falta conocer la intrahistoria del escritor para comprender lo que significan.
Pétalos de alquitrán
El verano secaba en los ribazos
las hierbas proletarias,
aún sin nombre a mis ojos infantiles.
Un accidente había
ralentizado el tráfico.
Mis padres nos forzaron a bajar la mirada.
Solo pude ver restos de chapas y cristales
junto a unas pocas flores que se alzaban
a pleno sol, erguidas y violáceas,
en el arcén, al lado de las botas
de dos guardias civiles.
La sangre oscurecía el alquitrán.
Desde entonces entiendo que despidan
a la muerte con flores.
Siempre hay que poner algo
de luz en el dolor.