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Romancero de las juderías norteafricanas

Los autores que hoy traemos a colación suelen trabajar a nivel individual por razones geográficas, José Manuel Fraile Gil lo hace en España y Susana Weich-Shahak a lo largo del mundo panhispánico

Portada de la 'Antología sonora de romances judeoespañoles en el norte de Marruecos'.
Portada de la 'Antología sonora de romances judeoespañoles en el norte de Marruecos'.
21 de abril de 2025 a las 12:27h

No es hasta 1789 cuando se ordenó que se retirara la famosa manta que colgaba en muchas iglesias de España para escarnio de herejes, vivos o muertos, casi tres siglos anduvieron colgando aquel sambenito que recordaba a los descendientes de aquellos que un día fueron condenados a la hoguera por el hecho de ser diferentes en confesión religiosa, especialmente moriscos y judíos.  De unos y de otros la historia se encargó de silenciarlos, tanto, que se hicieron invisibles a base de habitar solo en la memoria de la literatura , apareciendo como el otro al que hay que estigmatizar, combatir y si es posible expulsar, poco se ha aprendido desde entonces.

En 1860 tras la batalla de Wad-ras comenzó la aventura colonial de España en el norte de Marruecos, fueron los primeros momentos de un proceso histórico que culminó en el año 1956 con la entrega de las tierras y poblaciones que se hallaban bajo el dominio  administrativo, social  y cultural  de lo que se denominó el protectorado español en el que  habitaban muchos judíos descendientes de aquellos genuinos españoles expulsados  que no profesaban la fe católica, cuya capital llegó a ser Tetuán. Sí con los judíos españoles se han dado pasos de conciliación y reparación hay que reconocer que con los descendientes de moriscos  hay un manto de silencio incómodo. 

Los autores que hoy traemos a colación suelen trabajar a nivel individual por razones geográficas, José Manuel Fraile Gil lo hace en España y Susana Weich-Shahak a lo largo del mundo panhispánico, allá donde hubiera quedado un testimonio de la tradición judeoespañola. Este nuevo libro dedicado al romancero y las canciones narrativas judeoespañolas en el norte de Marruecos (Editorial Lamiñarra) es un delicado  manojo de textos y melodías procedente de la tradición oral, muchos de ellos hoy desaparecidos y frutos de un ingente trabajo de investigación que se apoya en un largo corpus de fuentes primarias en el que se recurre a la prensa del siglo XIX,  se escudriña la literatura decimonónica y se profundiza en el  legado de muchos habitantes de aquellos melláh (juderías ). 

Como fuentes primordiales esta obra  se incardina hacia los primeros registros que se hicieron en el primer cuarto de siglo en discos de platinos, en los cuadernos que solían transcribir las hebreas para no olvidar el repertorio  y particularmente las grabaciones de campo que se han venido efectuando a lo largo de estos más de cincuenta años de investigación. 

La comunidad judeoespañola prácticamente ha desaparecido del norte de África, dispersa en distintas localizaciones del mundo se distinguen por que eran hebreos muy apegados a las tradiciones hispanas pero también  influenciados por el espacio  cultural y geográfico que habitaban, el bereber. La colonización española en más de cien años estimuló la adopción de nuevos patrones culturales, en la lengua especialmente, ya que si bien no renunciaban a la jaquetía, forma dialectal del judeoespañol con préstamos africanos y a la que eran ajenas las comunidades sefardíes de oriente, se hallaban influidos por la cultura española, fundamentalmente la andaluza.

La colonización del norte de Marruecos llevó consigo una serie de infraestructuras administrativas que articulaban la vida diaria de los habitantes del protectorado desde un punto de vista material, en el plano simbólico aquella colonización se ejerció desde   escuelas, cines, teatros, periódicos y hasta emisoras de radio en Ceuta, Melilla, Tánger y Tetuán.

El término ladino que solemos encontrar en libros, manuales y discografía es una acepción totalmente desconocida para los sefardíes norteafricanos que en su momento fue acuñada desde espacios ajenos a la propia comunidad judía, en todo caso el término adecuado sería judezmo.

La Antología 

Cabe señalar que esta interesante recopilación se divide en dos partes, la primera es un estudio pormenorizado del repertorio romancístico y una segunda donde se abordan aspectos musicológicos, de esta manera los autores proponen un estudio transversal de esta parcela  de la cultura judeoespañola que nos emplaza a transitar por la historia, la etnografía, la filología y la etnomusicología, soportados en base a fuentes orales, hasta 132 registros en mp3. Una delicada colección que proyecta distintos aspectos de la vida social de las comunidades norteafricanas, desde lo doméstico con los cantos para entretener en las tareas diarias hasta aquellos momentos cruciales de la vida, esto es, nacimiento, boda y defunción.

La selección que los autores proponen se articula sobre el Índice General del Romancero Hispánico y en la que  los textos, salpicados de palabras propias no españolas , muestran un repertorio que antaño anduvo por tierras peninsulares en distintas formas y con variado uso, estas voces, hoy mudas, nos legan una antología que no se ha mostrado indiferente a influencias;  textos de indudable antigüedad se combinan con creaciones relativamente modernas y músicas que en nada recurren a la de los tiempos de los reyes católicos. En ese sentido nos presentan un conjunto de testimonios lírico-musicales despojados de cualquier compostura, descarnados, pero fieles al contexto en el que los recrearon.

Hoy el romancero y las canciones narrativas resisten a duras penas, ya no están en boca de aquellas lavanderas La muerte del príncipe don Juan que encontró María Goyri y Ramón Menéndez Pidal a principios del siglo XX, ya no quedan lavanderas y ni el gusto de los españoles coincide. Ni tan siquiera las nuevas generaciones de descendientes de judeoespañoles del norte de Marruecos, hoy diseminados por el mundo, guardan con celo su lengua y su repertorio de romances y canciones narrativas. 

A la postre, nos tendremos que ir acostumbrando a ver este repertorio como piezas arqueológicas, ruinas sonoras a las que visitaremos como quien busca un recuerdo exótico que ya solo albergarán los libros y los discos,  con estos mimbres y tras este panorama se llega entender que esta antología sonora nos invite a reflexionar sobre lo que fuimos y a la vez interpele a nuestra memoria  cultural y  simbólica.

Sobre el autor

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Manuel Naranjo Loreto

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