En el DNI de Patricio Hidalgo (1979) reza que nació físicamente en la isla de Ibiza. Espiritual y artísticamente, podría decirse que nació en La Puebla de Cazalla. Cerca de su abuela Isabelita, del Gran Café Central de Fernando Guerrero y Pepe El Cachas, y bajo un lienzo y un poema de Francisco Moreno Galván. Una Reunión de Cante Jondo que fue un regresar al futuro desde este hermoso pueblo de Sevilla. Un sendero de compromiso ético y estético, al que puso voz Menese desde los años 60 del siglo pasado, del que Hidalgo es digno continuador.
Como Moreno Galván, que fue muralista, pintor de grandes carteles, y llegó incluso a realizar decorados para grandes superproducciones como El Cid o Lawrence de Arabia, Hidalgo es un artista polifacético que va del dibujo a la videocreación, de la pintura a la performance. Un artista que se autodefine, por encima de todo, como pintaor, una pata más en el banco del arte jondo. Desarrolló su formación artística entre las facultades de Barcelona y Sevilla (donde reside), y ha formado parte de numerosos espectáculos con su pintura en acción dentro de recitales de poesía, flamenco y obras multidisciplinares por todo el mundo.
En su Sueño de una fiesta flamenca, que podrá verse en Sala Tragaluz de lavozdelsur.es durante el 24 Festival de Jerez, Patricio Hidalgo ofrece unas 25 piezas entre dibujos, pinturas y una singular videocreación de los soníos negros de Manuel Torre a partir de los discos de pizarra limpiados con rigor y pulcritud por Carlos Martín Ballester. La muestra se inaugura este sábado 22 de febrero, a la una de la tarde, con dibujo en vivo a cargo del polifacético artista. Estará acompañado por el cante morisco de Jose Mari Cala y el toque de Carlos Llave.
Su infancia son recuerdos de una isla. ¿Eso marca?
De una playa… de Ibiza. Claro que marca la infancia. Y como la infancia no es un pasado, sino futuro que casi te persigue, pues hay muchos recuerdos y hay una manera de ser también que te la da la isla. Sobre todo, son recuerdos con andaluces que trabajaban en la isla, mi padre, por ejemplo —mi madre vino de Valladolid—, y muchos andaluces que andaban nostálgicos y con ganas de escuchar flamenco.
Pero, como ha dicho alguna vez, La Puebla le hizo pintor...
Claro, La Puebla me hace pintor. Siempre he tenido las miras allí. Empecé estudiando Bachillerato Artístico en Ibiza, y curiosamente había pintores a los que recurro hoy con un trazo con mucho carácter, expresionistas, dibujantes que apenas se conocen de allí de la isla, que manejan el color al estilo Sorolla. Antoni Portmany, por ejemplo, un dibujante que me fascinaba y es muy desconocido, con un trazo nada sosegado para estar en una isla. Y luego, claro, Francisco Moreno Galván, que fue una de las bases importantes y para acercarme tuve que venir a La Puebla.
Decía Moreno Galván que el flamenco es, sobre todo, rabia. ¿Trata de exportar eso a sus creaciones?
Sí, me interesa mucho el gesto y la emoción.
¿Hay algo casi visceral, no?
Depende del artista con el que esté trabajando. Cada artista flamenco es un mundo diferente, de interpretar y de transportar el flamenco. Intento ser uno más y por eso me gusta decir lo de pintaor, aportar un poco a ese arte, ya sea en lo plástico o en lo visual. Pero sobre todo me interesa mucho captar la emoción, que en este mundo tan mecanizado es casi una cosa rebelde.
¿Hay demasiado arte epidérmico, concebido solo para gustar?
Me gusta mucho recurrir a artistas legendarios o antiguos por eso mismo de la transmisión, de dónde venían… de la tradición también se puede hacer vanguardia, y eso en el flamenco pasa. Su identidad ha podido cambiar mucho con respecto a hace cien años, ni el mismo entorno, ni las mismas ideas, pero sí se recurre a ello porque un cante de Manuel Torre no va a cambiar nunca. Está ahí para poder aprender, desarrollar y que no se pierda la identidad del flamenco, aunque cada día se modifique con artistas muy contemporáneos. Hay propuestas que me interesan mucho, como las de Israel Galván o Rocío Molina, pero también me gusta ir a las peñas flamencas donde me predispongo a otras propuestas quizás más clásicas o tradicionales. Esa es la riqueza del flamenco, juega entre la tradición y el futuro. Eso lo hace estar vivo y ese es el tesoro que tenemos. Es una música viva que se sigue investigando, que sigue fusionándose y abriendo fronteras.
El flamenco ya es un efecto en sí mismo. El quejío, los gestos que adoptan los artistas, tienen mucha carga emocional como para meterle más. Por eso el blanco y negro me atempera, no falseo
¿La preponderancia del blanco y negro en su pintura tiene que ver con ir a lo más puro?
Para mí el dibujo es como la escritura. Me encanta la pintura, pero la utilizo en otro tipo de temáticas. El flamenco y la tendencia que me pide, no ya porque yo lo quiera, es el blanco y negro. Si logro transmitir un quejío a través del blanco y negro, no me hace falta más decoro. No quiero decir que el color sea una decoración, pero si me lo consigue el blanco y negro, me parece más directo. Tiene menos efecto. El flamenco ya es un efecto en sí mismo. El quejío, los gestos que adoptan los artistas, tienen mucha carga emocional como para meterle más. Por eso el blanco y negro me atempera, no falseo, me facilita un diálogo más directo. Interpretar un arte puede significar caer en tópicos, redundancias y exageraciones que al flamenco no aportan nada. Ya el flamenco tiene todo eso y corres el riesgo de caer en lo folclórico y en tópicos que no me interesan para nada. Me interesa ir al tuétano, a la raíz, a la esencia en el sentido de que parezca que estoy dentro, no fuera.
¿En qué soporte o palo está más cómodo?
Toda la base de mi trabajo está en el dibujo. La pintura sí que es algo que cuando sale un buen cuadro, pues lo que logra no lo logra el dibujo, es otro diálogo, la textura, tamaños más grandes… y luego la videocreación, otro de los palos fuertes, que le da movimiento a mi pintura, logra dar vida a todo ese proceso de trabajo. A veces hago cientos de dibujos y le doy vida a la mancha, al gesto…
Digamos que eso último ya forma parte del puro divertimento…
Sí (ríe), es un juguete.
En esta fiesta ha habido un largo proceso de documentación y estudio. ¿Es su modus operandi habitual?
He ido afinando en el proceso y me ha llevado a diseccionar a los artistas para lograr entender o sacar de ahí algo que me ayude a aportar algo más. Me dejo llevar mucho por el arte del artista, una especie de intuición que me motiva y que me lleva a veces a lo abstracto, donde está la carga emocional; porque tampoco me gusta dibujar fielmente a un cantaor, ahí no aporto nada, pienso yo. Me interesa más jugar que definir algo, no son cosas concretas, como casi todo en el arte. Abre brechas, juega con intuiciones, para atisbar otro tipo de cosas. Con conocimiento de causa, exprimes el limón del flamenco.
(Menese) La primera vez que lo escuché, de chiquillo, ese impacto, esa voz, me dejaron loco. Era algo que no era normal, esa transmisión tan fuerte
¿Quién fue el primero que le impactó en el flamenco?
José Menese, por familia y porque era como el referente más directo de un artista que tenía. Iba a la par de Moreno Galván, pero el cantaor era él. La primera vez que lo escuché, de chiquillo, ese impacto, esa voz, me dejaron loco. Era algo que no era normal, esa transmisión tan fuerte. Un gran intérprete de las letras de Moreno Galván. La simbiosis de lo abstracto, su voz, con lo figurativo, las letras, fue una catarsis.
El significado de aquello lo entendería luego…
Sí, claro. Eso fue más adelante. Mi padre, mi abuelo, me decían que estuviera atento a alguna letra, pero no entendía muy bien lo que estaba diciendo. A medida que fui escuchándolo y viviéndolo, me daba cuenta del tesoro que había ahí.
¿La obra de arte siempre tiene mensaje?
Una intención. Definir el arte es muy complejo. Hay gente que escribe sobre eso, pero yo leo y sigo sin entender muy bien qué es el arte. El arte está para recibir todo, cabe todo, pero para el artista no cabe todo, éste está comprometido con su obra y tiene que tener, no mensaje, pero sí intención. Hay arte más conceptual o que su rebeldía simplemente es ser libre, pintando por ejemplo como lo haría un niño. Está bien que haya un camino, una idea.
¿Con quién de todos los artistas seleccionados habría querido pegarse una buena juerga flamenca?
Joé. Es que… me gustan todos (ríe). Una fiestecita con Manuel Torre no estaría mal, con la guitarra de Manuel Morao. Nunca ha existido, pero en mi imaginario sería como un sueño. Y luego, sería maravilloso volver a escuchar en directo la guitarra de Moraíto.
¿Pintar en vivo es el más difícil todavía?
Eso es un caprichito que me gusta hacer de vez en cuando. No es que lo explote mucho, no me interesa mucho esa faceta, pero sí es como un regalo. Me interesa más por ahora el trabajo de estudio.
¿Cada vez cuesta más encontrar poesía a nuestro alrededor?
Trabajo mucho con poesía y con poetas, como David Eloy Rodríguez y José María Gómez Valero. Son una fuente de alimentación. Me pasó con Francisco (Moreno Galván), que se alimentaba del flamenco estético, pero también del flamenco poético. Él sobrepasaba lo panfletario y lo oportunista, y sus letras siguen estando vigentes porque tienen una calidad poética, atemporal. Y logró hacer poesía flamenca con el lenguaje poético flamenco. Encontró esa manera de decir y reactualizó el contenido. Se siguen cantando sus letras y la gente cree que son letras populares, y a Francisco eso le hubiera emocionado. Era su objetivo.
El flamenco se lo tendría que creer más y estar más respaldado y valorado por las instituciones. Menos manoseado
¿Se va quitando el flamenco prejuicios de encima?
Sigue habiendo prejuicios, que lo relacionan con un arte retrógrado, machista… he escuchado de todo. Habrá letras machistas, pero hay muchas otras que no lo son. Más que rechazar, me gusta indagar, y el flamenco ha abarcado muchísimo. El flamenco se lo tendría que creer más y estar más respaldado y valorado por las instituciones.
Menos manoseado…
Menos manoseado, sí. Y abrir más el prisma, porque es un tesoro. Es una música viva, que puede representar a Andalucía y a España en cualquier parte porque tiene cultura, e historia para dar y regalar. Hay que inculcárselo más a los jóvenes, introducirlo a ciertas edades, promocionarlo como algo no exclusivo y complejo. Al revés, cuando hago los talleres con los poetas que te comentaba anteriormente sobre divulgación de letras flamencas, que yo las voy ilustrando directamente, los niños pillan el truco de cómo riman los versos. Es eso el flamenco, cercano y popular. Hay que dejar de vincularlo a círculos cerrados y hablar de la aportación gitana al flamenco, que ha sido muy significativa y a la que hay que darle su sitio de una vez.