La fiebre del oro, o el falso discurso de la innovación y del emprendimiento

Javier López Menacho con su libro 'la farsa de las startups'. FOTO: MANU GARCÍA.
Javier López Menacho con su libro 'la farsa de las startups'. FOTO: MANU GARCÍA.

Autor de varios ensayos, comunicador, social media manager, community manager y creador de contenidos. Es el perfil del jerezano Javier López Menacho, que también colabora y es parte del proyecto de lavozdelsur.es. El autor tenía claro que no quería hacer una obra en contra de las startups, pero sí un estudio exhaustivo sobre ellas. Su trabajo La farsa de las startups: la cara oculta del mito emprendedor (Catarata, 2018), no es sino una investigación pormenorizada de lo que es una startup —glosario incluido para torpes y no tan torpes—, quién es quién el universo de las startups, la burbuja que rodea a este fenómeno y fundamentalmente el discurso que lo engalana y lo hace atractivo ante la sociedad.

Didáctico, ameno, crítico y al mismo tiempo constructivo. La obra comienza con la propia experiencia del autor en el mundo laboral, una odisea que le llevó años después a investigar y desarrollar un ensayo que ya es un éxito por su extrema actualidad, rondando el millar de ventas. La Sala Tragaluz, el contenedor de ideas y culturas de lavozdelsur.es, acogerá su presentación este martes a las 19:30 horas. 

Durante años hemos escuchado hablar de talento, innovación, cultura emprendedora... ¿de dónde viene este neolenguaje?

La idea de éxito en el discurso emprendedor no es nueva, sino que viene un poco heredada de la cultura del pelotazo en España, sin ningún tipo de dudas, y de la burbuja inmobiliaria. Todos nos acordamos de Solchaga, que dijo cuando fue ministro que España era el país donde se hacía dinero más rápido en un famoso hotel de Madrid. Fue una conferencia muy famosa porque enarboló el discurso neoliberal, que luego hereda Rato y todos aquellos sectores económicos en torno a la liberación del suelo. Y el discurso emprendedor coge esa idea de éxito: que España es ese sitio donde se puede dar el pelotazo, algo que no es nuevo. Lo nuevo es la aceptación social de este discurso. La innovación tecnológica tiene gran prensa. Estos discursos de hacer dinero rápido en poco tiempo encuentran un nicho socialmente aceptado que funciona muy bien en la psicología colectiva, y que funciona con sus propios códigos: la meritocracia, la idea del si quieres puedes o la de que sólo sobrevive el que se lo merece.

Cartel de la presentación de la obra en la Sala Tragaluz de lavozdelsur.es

Es el discurso de autosuperación, el del sueño norteamericano...

Sí, exacto. Uno de los paralelismos que hago en el ensayo es que todo esto me recuerda a la fiebre del oro. En la fiebre del oro norteamericana los que salen realmente beneficiados son las personas que dieron hospedaje, que te venían unos vaqueros, que te vendían el material para que tú buscaras el oro. Pero realmente oro no había tanto. Los que fueron o no consiguieron su objetivo o volvieron con mucho menos oro del que pensaron, beneficiándose el entorno del oro. En los startups estos son las escuelas de negocios, los gurúes tecnológicos, las incumbadoras, las aceladoras, los venture capital.

Un auténtico entramado.

Un entramado de stakeholders, de interesados que les beneficia que haya muchas personas que recurran al emprendimiento tecnológico, que sacan de ahí su manera de vivir y por tanto tienen que alentar una idea de que es sencillo, se puede hacer y está en mano de todos. Cuando realmente es difícil acceder, no está socialmente establecido, y es más difícil aún permanecer. Nueve de cada diez startups se quedan en el camino en tres años, lo cual es un dato significativo.

Javier López Menacho durante la entrevista. FOTO: MANU GARCÍA.

Todo recuerda a esas películas de Hollywood.

Hollywood es un actor fundamental para perpetuar ese discurso y hacerlo universal. Si te fijas las películas que hablan de Steve Jobs o Mark Zuckerberg son películas bastante dulcificadas respecto al mito emprendedor. Te pintan a Mark Zuckerberg en un garaje o te pintan a Steve Jobs como un hombre con sueños, cuando ellos son excepciones y no puedes hacer una regla de lo excepcional. A mí no me importa que las escuelas de negocios o los venture capital hagan de la excepción, la regla. Lo que sí importa es que lo hagan los agentes públicos, como las escuelas de negocios que se han financiado con dinero público, las universidades o los bancos a través de sus aceleradoras o incubadoras que fueron rescatados a su vez con dinero público. El mundo emprendedor no es fácil y hay que ser realistas con lo que hay ahí afuera, que hay mucha gente que se queda en el camino por falta de financiación y de oportunidades.

Parece que siempre se visibiliza el caso de éxito, pero no el del fracaso. Pero en la sociedad y en el mundo capitalista siempre hay alguien que gana y muchos que pierden.

Sí. Totalmente. Porque en el capitalismo para hacer dinero, muchos tienen que dejar de hacer dinero. Muchos se tienen que quedar en el camino. No se hace dinero por generación espontánea, siempre existe algún damnificado. Se necesitan muchos fracasos para que los éxitos sean muy rotundos. Esto necesita de actores que legitiman ese discurso.

En este universo de las startups, ¿España va además un poco atrás?

Estamos ahí, ahí. Lo que tenemos muy poco es scaleups. Una vez que tú llevas varios años con tu startup, tienes que tener tres ejercicios económicos seguidos con más del 20% de crecimiento. Si no lo logras, a los cinco años, no eres capaz de consolidar estos proyectos empresariales a nivel internacional. En España lo tenemos muy bajo respecto a Europa y al mundo. Se debe por la poca fortaleza de los proyectos que hay, la poca implicación de los actores públicos una vez salen al mercado, se hace muy poco seguimiento, y sobre todo la falta internacionalización que no lo digo yo, sino las propias asociaciones de startups. No hay engranaje internacional. España tiene una realidad de mercado muy particular.

Javier López Menacho con 'La farsa de las startups' en sus manos. FOTO: MANU GARCÍA.

En las escuelas y en las universidades se está fomentando el discurso del emprendimiento muy ligado al individualismo y poco a la conciencia colectiva y social. ¿Hay un objetivo concreto detrás de esto?

Tiene una lógica política. La comunidad educativa no está a favor de que se haga una idea de la enseñanza a favor del emprendimiento. Nosotros tenemos muchas asignaturas pendientes para educar personas que son prioritarias al emprendimiento pero desde las políticas de despacho se está fomentando que en las escuelas públicas y concertadas haya un discurso e idea de emprendimiento, que tiene que ver con determinadas ideologías políticas. En sí no debería ser malo que un niño obtenga habilidades para emprender, la cosa es cuando esto se toma como un objetivo vital de la enseñanza. Hay muchas cosas por delante: educación en valores, educación de género, educación en la tolerancia, educación en la manera de entender el mundo en este proceso de internacionalización. Meter ahí el tema del éxito empresarial, de la resiliencia a la hora de emprender me parece una cosa que obviamente está para cuando los niños sean mayores y tengan una educación básica. Hay un conflicto entre la comunidad educativa y lo que les están mandando desde arriba. Porque que hay recordar que esto viene de Europa y va bajando a la Junta de Andalucía u otros organismos.

Y más teniendo en cuenta las grandes deficiencias del sistema educativo español.

Claro. Tenemos un debe brutal como para meternos hablar de la ideología emprendedora, que tal y como está concebida con el terreno startup es concentrar riqueza en muy pocas manos. Como todo está confabulado en torno a las rondas de financiación, en estas van grandes inversores lo que está sucediendo es que los casos e éxito, que son muy pocos, están dejando mucho dinero en pocas manos. Es una concentración de la riqueza. Por eso yo apelo que haya otros modelos de emprendimiento cuya riqueza sea sostenible, de cercanía y que deje una calidad de empleo mucha mayor.

Dices que hay una burbuja startup.

No lo digo yo, lo dice casi todo el entorno. Aunque hay gente que son negacionistas, sí que la hay en torno a los datos. Hay una sobreestimación del valor de las startups y esto es porque tal y como está generado el entorno startup tú tienes que invertir mucho marketing para conseguir la financiación y luego vender, llegar a bolsa o a un inversor que lo adquiera.

Lo que se llama exit.

Sí, el exit. Cuando vendes o sales a bolsa. Es lo que te da éxito, porque es lo que te da el dinero del inversor o de los inversores, el accionariado de las startups. Entonces, necesitas tú vender y para hacerlo tienes que hacer buena campaña de marketing y de dinero. Por eso lo que hay es un gran teatro y lo asocio con la palabra farsa, en el que necesitas conseguir dinero, se inflan los precios y al final ni tienes tanta innovación, ni llegas a tanta gente, ni tienes tanta capacidad para cambiar el mundo como crees. Hay un informe europeo que dice que haciendo una encuesta entre todas las startups que decían hacer inteligencia artificial, el 60% que decían utilizarla no lo utilizaban en ninguno de sus procesos productivos. Tiene más que ver con el marketing, del cómo tú te vendes, a la realidad del producto.

López Menacho explicando su obra. FOTO: MANU GARCÍA.

En tu ensayo hablas de la burbuja de las puntocom o de la propia burbuja inmobiliaria. ¿Cuándo y con qué consecuencias puede estallar esta burbuja startup?

Realmente creo que la burbuja startup no tiene un gran peso en el PIB, en la economía. Si el mundo startup se viniera abajo no sería como la burbuja inmobiliaria porque la calidad del empleo que dan es baja y el PIB que generan es bajo, por lo que no habría una gran catástrofe económica. Sin embargo, sí la habría a nivel discursivo. ¿Cómo se sostiene ahora el discurso del emprendimiento, la meritocracia y toda esa ideología neoliberal que ha hecho de la innovación y el emprendimiento su principal manera de influir en la psicología social? Ahí sí que habría un problema.

Consideras que hay otra vía, otra forma de fomentarse la cultura emprendedora de forma social.

Hay que fomentar la economía de cercanía, intentando quitar la idea de meritocracia, porque en España tenemos el ascensor social roto. Para que una persona pase de clase baja a clase alta hacen falta cuatro generaciones, por tanto no es cierto que exista la meritocracia. En el mundo de las startup el 90% de la inversión llega a un hombre blanco heterosexual de entre 30 y 45 años. Si eres homosexual, transexual, mujer, o de alguna minoría étnica sólo tienes el 10%. Tú no puedes decir ni que es una cosa masiva, ni que repercute a nivel de empleo de calidad porque no lo hace. Hay que desterrar esa idea junto a un compromiso de los agentes públicos para hacer emprendimiento sostenible, adquiriendo cuotas de mercado y no buscando el pelotazo y la venta a grandes grupos de inversión. Las entidades de crédito nos deben un compromiso ético después de todo lo que pasó. Y luego, la economía del bien común o de la desaceleración económica o incluso dentro de Silicon Valley el movimiento cebra, que dice que no hay que buscar unicornios que son animales mitológicos sino animales que existen y son diversas, como la cebra, con rayas blancas y negras, que van en manada, de forma colectiva. En esa línea, creo que aún estamos muy lejos de emprender modelos sanos de emprendimiento.

La farsa de las startups: la cara oculta del mito emprendendor también se puede conseguir en la página web de Ediciones Catarata. 

Sobre el autor:

Sebastián Chilla

Sebastián Chilla

Jerez, 1992. Cuento historias y junto letras en lavozdelsur.es desde 2015. Periodista y profesor de Historia. 

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