David Monthiel (Cádiz, 1976) acaba de publicar su tercera novela, Nuestra Señora de la Esperanza (editorial Roca) con la que ha obtenido el premio de novela negra L’H Confidencial. El galardón lo recibía este pasado fin de semana en un acto celebrado en L’Hospitalet y ya este próximo miércoles está presentando el libro en la sala ECCO de Cádiz (a las 19:30 horas). Tras Carne de Carnaval y Las Niñas de Cádiz, ambas publicadas por El Paseo Editorial, ésta es la tercera entrega de las aventuras del gaditanísimo detective Rafael Becchiarelli, quien tendrá que resolver el asesinato de un polémico concejal del nuevo equipo de Gobierno de Cádiz.
El Ayuntamiento gaditano del cambio, liderado por una mujer, es el escenario de esta novela. ¿En qué se diferencia, y en qué se parece, al Ayuntamiento real de Cádiz, el de hoy, el de José María González Kichi?
Tengo que decir que Nuestra Señora de la Esperanza está escrita mucho antes de las últimas elecciones municipales, en las que ganó Adelante Cádiz. Hay muchas diferencias entre lo que se plantea en la novela y el día a día de un Ayuntamiento del cambio. Eso sí, la novela está basada en hechos reconocibles. Un ayuntamiento bajo el acoso informativo, lo pacato de muchos, las denuncias, los líos en los plenos, un desnudo fotográfico, desplantes a cónsules, el bloqueo político y la judicialización de la vida política. Una coalición de dos partidos que se unen para ganar la alcaldía para Esther Amberes, la carismática alcaldesa...
¿Tiene usted esperanza en el cambio?
Tengo esperanza, o mejor dicho, fe en el cambio de la forma de hacer la política, en la que los dirigentes gobiernen para los más, no para las minorías poderosas y privilegiadas. Tengo fe y esperanza en las que creen que el poder no radica en la figura del político sino en la soberanía del pueblo a la que se debe. La trama de la novela tiene que ver con este asesinato de la fe por parte del fetichismo de los políticos que olvidan el oído de discípulo de los que representan al pueblo, con la mezquindad, con creerse la sede del poder. El ayuntamiento es una institución falible, no es perfecta, como tampoco lo son los que nos representan. Nunca hemos creado instituciones de participación que controlen esa representación y que la destituyan en el ejercicio del poder si es necesario.
La praxis política se ve corrompida por las profesionalizaciones, los carguitos, el enchufismo. En Andalucía lo llevamos viendo desde hace muchos años"
Pero la novela no es muy esperanzadora en ese sentido…
Yo sí creo que es esperanzadora y que su mensaje, en el sofrito de la novela, en el sustento que tiene detrás de la trama, el humor, los personajes, los pícaros, los quinquis y el paisanaje gaditano es que si hay alguna esperanza está en creer en el otro, en la otra, en los otros, en la gente, reivindicar el "yo soy si tú eres" pero en un sentido político y ético, en recuperar una solidaridad levinasiana (de Levinas) sobre el que nos inquiere con hambre, sed, necesidad de techo, cultura, ayuda.
El cainismo de la izquierda es uno de los temas centrales de la historia. ¿Cuánto de necesaria es la autocrítica dentro de los movimientos de izquierdas?
No solo el cainismo, también hago una reflexión sobre los espacios políticos. El cainismo tiene que ver con una forma muy masculina de contemplar la política, con dimes y diretes, con movimientos de poder y de pollaviejismo en lo teórico. La praxis política se ve corrompida por las profesionalizaciones, los carguitos, el enchufismo. En Andalucía lo llevamos viendo desde hace muchos años. Y no solo en las instituciones, sino también en la cultura. El clientelismo es algo que conocemos bien y al que hay que combatir con dosis de dignidad y trabajo duro. Aunque suponga morirte de hambre a veces. La autocrítica es buena siempre que apueste por la unidad de mínimos y dejar los personalismos y egos. Hay muchos profetas sin pueblo, muchos Lenin de patinillo, muchos Mao que hacen la revolución solos, hay demasiados grupúsculos de machos alfa predicando la buena nueva de la revolución obrera cuando no conocen a ningún obrero, sectarismo sin pena ni gloria. La decadencia. La repetición en forma de farsa. En la novela el cainismo es un leitmotiv que alimenta una concepción competitiva de la política.
¿Cuál cree que ha sido la clave para ganar uno de los premios más prestigiosos de novela negra del país?
La clave es el trabajo y la fe en una historia que me venía rondando desde hace años y que un amigo insistió en que escribiera. Es la mejor novela de las tres por su estructura y por su depuración en el estilo, por ser más directa. Ganar un premio es una lotería pero estoy muy agradecido ya que el L'H Confidencial es un premio honesto, que basa su decisión en criterios de calidad y verdadera literatura. Y valida las novelas que sufren las habituales críticas sobre el costumbrismo, el código cerrado de Cádiz y demás pamplinas. Es una oportunidad para demostrar que se pueden escribir historias desde las periferias con tanta sustancia y oficio como en el centro. También hay que recordar la ausencia de prejuicios de un jurado que vio en la novela el halo y presencia de Manuel Vázquez Montalbán y de una suerte de política ficción sobre una ciudad terrible y maravillosa a la vez.
Su estilo posee muchos códigos propios gaditanos: expresiones, vocabulario, cultura local... ¿Ha temido alguna vez que sea un obstáculo para el lector?
Nunca.
¿Ni más allá de Despeñaperros?
Ni más allá. La falsa autoconciencia de que somos catetos, hablamos mal, somos flojos o fiesteros desaparece en cuanto eres consciente del potencial -sin medios- que los escritores, las escritoras, los músicos, los artistas tienen en La Baja Andalucía. Un potencial cultural que tiene como base una cultura popular muy fuerte que estructura la cosmovisión. Eso sí, si quieres escribir como ellos, allá tú, te irá mejor, pero no le dirás nada a la gente que comparte tu cultura.
Pero ¿qué respondería si un lector de fuera le dice que esperaba algo más humorístico, más gracioso, por el simple hecho de ser de Cádiz?
Le diría que leyera sin prejuicios. Hay otras ficciones geolocalizadas e impregnadas de un costumbrismo que pasan por ser universales. Es lo que yo llamo "el instituto estadounidense", categoría ideológica de las ficciones que tenemos muy asumida y de la que conocemos todos su personajes y dinámicas narrativas. Y si se mira bien, Cádiz es una ciudad de gente rápida en el lenguaje y en la capacidad poética y de concentración de ideas. El humor viene dado por el plante, la intención, la guasa y lo que llamamos "carga". "Dar la carga" es un arte que muchos no entienden. El humor está en las novelas de Bechiarelli. No lo niego. Ya que forma parte de entender una realidad a veces adversa. Pero en Nuestra señora de la esperanza es un humor más desesperado, más acerado y áspero. Tiene que ver con una forma de contar desde las fatigas, de darle la vuelta a las miserias y convertirlas en arte, en alegría.
¿Qué le proporciona la novela negra, que no le ofrecen otros géneros, a la hora de tratar las distintas realidades gaditana
La novela policial o negra me permite crear una trama que mantenga la atención sobre el desarrollo de la historia. Me permite realizar un corte transversal a una sociedad concreta, como la de Cádiz, la posibilidad de hablar de las altas y bajas esferas, de representar el interclasismo de la ciudad, sus miserias y grandezas, sus fatigas y alegrías, su rapidez y su flojera. Me permite hablar de las víctimas y de los caras, de los señoritos y las injusticias, de los cobazos y de los aciertos, de las dignidades y de lo terrible que es morirse de hambre o de no tener una casa digna para vivir en la ciudad más antigua de Occidente en la que pastorean a los cruceristas en un parque temático de la historia.
Cádiz es una ciudad de gente rápida en el lenguaje y en la capacidad poética y de concentración de ideas. El humor viene dado por el plante, la intención, la guasa y lo que llamamos "carga"
¿Existe Bechiarelli? ¿Cuánto tiene de usted el personaje?
Bechiarelli es una suerte de Carvalho del barrio del Mentidero. Un tieso, un fumeta, un listo, alguien que leyó libros por necesidad cuando era vigilante nocturno en naves de la Zona Franca. Siempre digo que Bechiarelli sabe leer la realidad como un libro vivo, sabe detectar un tangazo, un rollazo, un cobazo o una oportunidad rápidamente. Sabe quiénes son los que importan cuando intentan sobornarlo y su ética es una ética material basada en la negación de las necesidades básicas como comer, beber, tener un sitio donde dormir. Sabe que Cádiz es una ciudad endogámica, pequeña, pero con una cultura en la sangre milenaria. Como he dicho otras veces, Bechiarelli es un trasunto de muchos personajes que habitan en la memoria del Cádiz, que tanta gente desprecia desde el clasismo y el costumbrismo. Es una forma de estar, sentir y vivir de Cádiz. Comparte mi educación sentimental, mi barrio, algunos bares. Pero no soy yo.
¿Habrá cuarta entrega o aquí se planta?
La continuidad de Bechiarelli está determinada por los tiempos de escritura y de edición. El ciclo comenzó en 2012 y se ha detenido en 2019. Siete años de trabajo muy duro para poder poner en pie tres novelas temáticas sobre Cádiz y sus cosas: El carnaval, el verano y la política. Hay muchos temas todavía y Bechiarelli no es un personaje acabado ni desechado. Pero de momento estoy trabajando en otra novela sobre música a la que le falta poco para terminarse.