Cuando hablamos de bandas, solemos asignarles un calificativo, probablemente un adjetivo que defina en un solo concepto lo complejo de la experiencia musico-emocional. Míticas, enigmáticas, inescuchables... Solemos actuar de árbitros para establecer una especie de orden jerárquico. Una estructura que trasciende lo falaz de su apariencia y parece adentrarse en la intimidad del mundo psicológico. Donde el escuchante manifiesta, al menos en cierta forma, su idiosincrasia de forma inequivoca.
Atendiendo a esta búsqueda de la singularidad. Hoy nos ocuparemos de unas de las bandas más desmerecidamente olvidadas del panorama musical internacional. Hablamos de The End. Un conjunto enigmático que pese a estar muy cerca de los grandes iconos de la historia, terminó publicando un LP y desapareciendo sin mayor éxito, que algún autógrafo de sus ídolos.
The End fue una banda británica formada en 1965 por Dave Brown (bajista y coros) y Colin Griffin (guitarrista y vocalista), conjunto germinal de la desaparecida The Innocents. Nick Graham (teclados y coros) y John Horton (saxofón) completaban un grupo que tuvo una vigencia relativamente superior respecto a sus coetáneos. En total estuvieron en activo unos seis años, durante los cuales grabaron un solo disco. Lo que podría parecer una contribución ridícula, solamente puede ser explicado cuando se comprende que estuvieron siempre bajo una producción directiva que jamás terminó por incluirles sustancialmente como elementos indiscutibles por los que apostar. Manteniéndolos, por decirlo así, en el banquillo a la espera de una oportunidad que no llegaba, o que de hacerlo resultó ser tardía.
Pese a a las circunstancias, entre las grabaciones registradas por el nostálgico sello Decca Records allá por el mes de noviembre de 1969, logró colarse un álbum, Introspection. Una obra maestra psicodélica que debió su existencia al patrocinio de Bill Wyman (productor de los Rolling Stones).
Es en este punto donde por diversas razones, el álbum es olvidado en la fonoteca de Decca durante más de un año después de su finalización. En la efervescencia del clima musical de los 60, Introspection es considerado de pronto como un álbum pasado de moda en el espacio transcurrido desde los dieciocho meses desde la grabación del mismo y su publicación. Los nuevos sonidos del progresivo de Yes o el rock duro de los Led Zeppelin supusieron un cambio en la tendencia de un público juvenil que asistía atónito a unos de los primeros movimientos internacionales de masas a una velocidad que ya no conocería descanso hasta finales de los 70.
Pero remontémonos a unos años más atrás, allá por 1965. Un grupo recién formado que solo había grabado un par de maquetas y que tenía la aprobación de Bill Wyman, se planteaba una evolución, como la única forma de sobrevivir en la industria musical. De hecho, la banda, habría estado condenada a la más dolorosa desaparición de no ser por un contacto (Sandra Le Brock) de Collin Griffin, coreógrafa de profesión, que había estado trabajando en España, específicamente en Madrid, en algunos espectáculos adheridos a una promoción de "modernidad" que el estado preveía en la televisión nacional. En esta conversación, que se mantiene en un momento crítico donde la banda consideraba de forma más que factible su disolución, se propone la irrupción en el mercado español. Un mercado virgen dónde, con la conformidad de Wyman entusiasmado con la posible resolución del problema de su banda, preveían una consagración como referente foráneo, que mostrara con su material, el rumbo de la música progresiva internacional en la reducida esfera española.
Dicho y hecho, comienzan a viajar a nuestro país para establecer contactos con distintas casas discográficas donde se incluye la inolvidable Sonoplay. Poco a poco, sus nombres comienzan a sonar en los círculos reducidos de las discotecas underground de la capital. Fraternizan con otras bandas iconográficas del movimiento como los Bravos a la vez que Bill Wyman cede los derechos de publicación a Sonoplay de los principales sencillos de The End. Obteniendo una notable difusión. A la luz de este aparente optimismo que engloba al conjunto deciden realizar un importante cambio en la composición, reflejo de la línea que The End quería incorporar a su nueva dirección.
Mientras trabajan en España, conocen a Terry Taylor al que posteriormente le proponen su incorporación. Según explicó el propio Taylor, "The End necesitaba un guitarra solista; hasta aquel entonces Collin había estado tocando la rítmica, pero en un tiempo dónde Jimi Hendrix o Eric Clapton consagraban el progreso de la música, era muy necesaria mi incorporación"
Hacia 1967, después de un periodo de asentamiento en Madrid, reciben la oferta de Bill Wyman para la grabación de un álbum psicodélico a la estela del éxito cosechado por el single 'Strawberry Field Forever' y el álbum St. Pepper's Lonely Hearts Club Band. Por lo que decididos a que su oportunidad había llegado vuelven a Inglaterra con muy buenas expectativas.
Lo que parecía una grabación sencilla donde las canciones habían sido compuestas de antemano, se convirtió en una odisea de imprevistos, ralentizaciones y sobrecarga de trabajo. Derivado de sus compromisos en España, una enfermedad renal de Collin y un estudio sobrecargado con decenas de bandas que buscaban su oportunidad en el panorama inglés.
Sin embargo, el LP refleja una cuidada exploración de la psicodelia inglesa. Coetánea a la contribución de bandas como Pink Floyd. Con una inmersión imaginativa y singular, que para nuestro deleite se convierte en una de nuestras bandas de referencia.
El retraso en la grabación conllevó lo que parecía más que probable... paso de moda, así de simple y tajante. No hubo manera de incluir el material en las listas de éxitos de UK. La psicodelia primitiva, aquella preocupada en la percepción de los objetos cotidianos sin ninguna pretensión artificial. Ridículamente divertida, profética o simplemente ruidosa ya no tenía mercado. Había aparecido de pronto el progresivo y el rock duro.
Fue el final de The End, valga la redundancia. Sin embargo, antes de que cada uno de sus componentes prosiguieran con proyectos diferentes. Realizaron una nueva incursión a nuestro país. Aparecen brevemente en la película de Iván Zulueta "Un, dos, tres... al escondite inglés" (1969) en una especie de videoclip promocional dónde se les ve paseando por la Gran Vía, ante atónitos viandantes. Ciudadanos que inmersos en la dictadura parecen naturalmente temerosos ante la manifestación de la libertad. También se ven sonrisas como anhelos de una sociedad que vivía ya los últimos minutos de la pesadilla. Resaltar esa escena conmovedora donde al son de la melodía y el andar firme de los músicos se divisa un cartel cinematográfico que reza "Pasos del destino"... ¿Casualidad?