Támiris, profundas emociones

Paco Escobar transita por las sonoridades de una guitarra flamenca que si bien parte de la tradición al recorrer sus sinuosos caminos las va deconstruyendo al mismo tiempo, es por tanto un instrumentista que recela de las estructuras arquetípicas, investiga y formula su propio lenguaje modelando texturas,  dando sentido a distintos parámetros de los sonidos, rebuscando el timbre de la palabra y su adaptabilidad al lenguaje compositivo de la guitarra.

Támiris como personaje mitológico articula y da sentido a la obra compositiva de este libro-disco que requiere una atenta lectura en lo que toca al libro ya que nos aporta las claves de su estructura literario-musical, ambas íntimamente conectadas. Son versos que se transfiguran en música en tanto que desarrollan  una suerte de melogramas,  matices y colores de la urdimbre sonora en la que se desenvuelve el protagonista.  Hay un leit motiv que propone formas de representación de una idea temática que subyace a lo largo del conjunto de la obra y que se halla en distintos planos.

Reconoce su autor que se trata de una novela simbólico-alegórica destinada a contar la música en dos partes,  un dialogo conceptual que marida música y literatura, en suma intenta ser poesía del sonido que entabla un diálogo interdiscursivo con  músicas de todo tiempo y lugar, un caleidoscopio con distintas imágenes asimétricas multiplicadas que van cambiado cuando se va girando.

Podríamos apelar a las emociones y a los afectos al hablar de esta obra, francamente se presta a ello, sobre todo porque existe una simbiosis entre los dos géneros sobre los que se estructura este proyecto sonoro, el verso cantado y el discurso musical, dos géneros que se funden pero en sabia proporción destellando en un todo.

Támiris es el cuarto registro discográfico de Paco Escobar pero la primera entrega de una bilogía que se consagra a investigar desde el análisis y la creatividad, ahondando en la performatividad que se genera entre música y poesía. Es pues un proyecto introspectivo que le lleva a tener presente aquellos referentes que han ido construyendo su eclecticismo, su manera de entender y sentir el flamenco pero con una mirada puesta en aquellos modelos musicales que han ido construyendo su ser como músico, donde lo modal, lo tonal y la atonal confluyen como afluentes en un caudaloso río.

Se podría plantear que hay mucho de disidencia en el mismo, es un trabajo que trasciende lo meramente flamenco, por una parte la articulación de los versos que se aleja de los modelos métricos flamencos tradicionales y,  por otra  su soporte musical que juega en una suerte de variación continua ya que favorece libertad en su estructuración melódica, la articulación y la coherencia interna vienen dadas por el curso del texto  donde el estilo flamenco más que decirse se sugiere, perfuma pero no empalaga aunque si embriaga. Diría que el contraste que genera este maridaje es una cualidad que actúa  como complemento de sus dos realidades artísticas, a las que hay que llegar con la mente abierta, sin prejuicios, porque de otra manera nos haría perder perspectiva y nos parecería que algunas piezas se fuerzan en aras de encajar texto con  música, no es así, quien canta se siente en la libertad de alterar los acentos, de alargar los tercios y sus melismas y de incorporar elementos nuevos a esa pieza planteando sobre la marcha una nueva lectura de la propia obra .

Es pues la búsqueda de un espacio compositivo que espiga nuevos timbres y registros vocales que para esta ocasión viene de la mano de un ramillete de cantaoras y cantaores tan versátiles como Inés Bacán, Esperanza Fernández, María Marín, Rocío Márquez, Carmen Molina, Ezequiel Benítez, David Lagos, Márquez El Zapatero y Perrate, sin olvidar que aun perteneciendo a otras disciplinas artístico musicales se cuenta con la sugestiva voz de la portuguesa Mayte Salgueiro.

Le acompañan en este precioso viaje la percusión de Antonio Moreno, el saxo de Juan Manuel Jiménez, la viola de Calia Álvarez, el grupo Artefactum y la trompa de Rafael Mira. En la parte literaria, Alberto Prieto, Javier Salvago, José Luis Rodríguez Ojeda, Juan Peña, Miguel Florián y Silvia G. Coillard.