La familia de Setefilla García la componen ella y su marido, Luis Barrera, con sus tres hijos, cada uno procedente de un rincón del mundo distinto. Hamma, de 28 años, nació en el Sáhara. María, de 19, en China. Y Miriam, de 17, en Mali. Juntos forman una unidad familiar, residente en Jerez, en la que cobra especial importancia “la riqueza de la diversidad, la integración y la inclusión”.
Hace 20 años que Setefilla y Luis iniciaron los trámites para adoptar. Primero se informaron sobre los requisitos necesarios para una adopción nacional, pero al no convencerles el procedimiento, se abrieron a otros países. Primero, aconsejados por unos amigos, optaron por Mali, que se encontraba inmersa en una cruenta guerra. “Si queremos ser padres y podemos salvar a alguien de una situación tan mala, ¿por qué no?", se preguntaron.
Pero fue pasando el tiempo y la tramitación para adoptar en el país africano se fue retrasando, por lo que probaron suerte en China, un proceso que fue mucho más ágil. En el gigante asiático adoptaron a María, nacida en Nanning, una ciudad del sur del país. La pequeña, nacida en noviembre de 2003, llega a Jerez en febrero de 2005, con un año y cuatro meses.
Al tiempo de llegar María, llamaron a Setefilla y Luis: la adopción en Mali podía hacerse efectiva. El trámite había tardado seis años, pero había llegado a su fin. Y dijeron que sí. “En ese momento María era la protagonista absoluta, pero se han ido destronando unos a otros”, comenta Setefilla, conocida como Sete, entre risas. “Pero Miriam destronó a todos”, añade, ya que la joven padece un grado de discapacidad del 85% y requiere más atención que sus hermanos. Es la mimada de la casa.
Antes, ya habían probado a inscribirse en el programa Vacaciones en paz, por el que niños saharauis son acogidos por familias españolas durante los meses de verano. Así conocieron a Hamma, que estuvo con ellos en 2002, pero que no volvió a Jerez hasta 2005, no pudo hacerlo antes por diversos errores burocráticos. Cuando lo hizo estaba muy enfermo, padecía una artritis idiopática juvenil, una enfermedad autoinmune que le había limitado mucho su capacidad de acción.
María y Miriam son hijas adoptivas de Sete y Luis. Hamma, oficialmente, está en acogimiento, ya que sus padres biológicos nunca quisieron ceder la custodia, aunque están muy agradecidos de que durante su estancia en Jerez haya podido ser tratado de sus dolencias, algo que hubiera sido imposible en el campo de refugiados de Argelia en el que nació y donde reside su familia.
Sete recurre a una frase del poeta alemán Friedrich Schiller, del siglo XVIII, para definir a su familia: “No es la carne, ni la sangre, sino el corazón lo que nos hace padres e hijos”. Eso y mucho más cuenta en el libro que, durante tres años, ha estado madurando lentamente, que ve la luz el próximo 15 de abril, en los Claustros de Santo Domingo, donde se presenta. El lienzo de mi vida se llama, lo edita Peripecias Libros y lo prologa el juez de menores Emilio Calatayud.
“En el libro cuento qué pasa antes de ir a por María, un acontecimiento que pudo cambiar el rumbo de la adopción, cómo vivimos el proceso en China, lo bonita que era estar conociendo un país y al mismo ir convirtiéndote en madre…”, relata Sete a lavozdelsur.es. Ella dice que siempre define a las madres con dos calificativos: fortaleza y fragilidad”.
“Las historias de mis hijos son muy bonitas. O más que bonitas, emotivas. Cada vez que nos reuníamos con amigos y contábamos detalles de cada uno de ellos, la gente sentía una gran emoción y era como muy bonito compartirlo”, relata Sete, que ahí empezó a madurar la idea de convertir todo esa experiencia en un libro. La obra pretende que sirva para que sus hijas conozcan sus historias y también a ella misma. “A veces pienso si no me he abierto demasiado”, confiesa.
Sete García se dedica al Derecho. Hasta ahora había escrito muchos artículos especializados, también del ámbito sanitario, en el que ha trabajado. Pero es la primera vez que escribe un libro. Y lo hace sobre lo que mejor conoce, su familia. Aunque de una forma original: vinculando situaciones vitales con cuadros de grandes pintores. Así, en su libro hay obras de Monet, Van Gogh, Turner o Banksy, lo que llamó la atención de las editoriales a las que mandó el manuscrito. Al final se decidió por Peripecias, que es de Jerez, por cercanía.
La de Sete es “una historia contada desde mi corazón, desde mis sentimientos, mis emociones”, asegura. Ella, como su marido, tienen una visión “súper positiva” de la adopción. “Por supuesto, es lo más maravilloso que hemos hecho, y a ellos les das la vida porque es así, literalmente”.
Miriam, María y Hamma hace años que viven en Jerez, pero sus padres adoptivos nunca han querido que olviden sus raíces. En una ocasión, estuvieron en Mali, visitando el país de origen de Miriam. También en China, para que María supiera de dónde viene. Y Hamma regresó al Sáhara hace unos años, con sus padres biológicos, con los que tiene contacto a diario. “Nunca hemos querido que nuestros hijos vivan con odio hacia su país, como pasa muchas veces. Hemos querido mostrarles la belleza de sus países”, cuenta Sete.
“Ellos se sienten jerezanos, pero saben de dónde son. Nunca se lo hemos negado”, insiste. Incluso respetando sus creencias. Cuando llegó Hamma, rezaba junto a Sete, pero cada uno a un Dios distinto. Con el paso de los años, el joven —que ya tiene la nacionalidad española— hasta se ha hecho capillita y es hermano de la hermandad de la Yedra.
Dos décadas después de iniciar los trámites para las adopciones y de conformar una familia numerosa muy especial, Sete lo tiene claro: "Cuando adoptas, le das vida a tus hijos, pero no sé qué es más importante, si lo que tú les das a ellos o lo que recibes. Yo desde luego soy ahora mejor persona que antes de tener a mis hijos".
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