La génesis, la construcción, las reformas, y los tesoros artísticos que alberga no tienen nada que envidiarle a los argumentos de best seller tan en boga como La Catedral del Mar, de Ildefonso Falcones, o Los Pilares de la Tierra, del británico Ken Follet. Millares de páginas no bastarían para recoger la historia del monumento cuya soberbia cúpula domina la ciudad: La Catedral de la Diócesis de Asidonia-Jerez, cuya construcción iniciada en el siglo XVII finalizó en 1778. Arquitectos como Diego Moreno Meléndez, Ignacio Díaz y Torcuato Cayón de la Vega participaron en la edificación de la que primero fue Colegiata de Nuestro Señor San Salvador, levantada junto al solar de la antigua Mezquita Mayor de Jerez. Los propios canónigos colegiales la erigieron con la idea de que llegara a convertirse en catedral… Y tanto esfuerzo mereció la pena: Jerez obtuvo su obispado en 1980, monseñor Rafael Bellido Caro, fue el primero en estrenar su cátedra, la silla de este templo y sede del nuevo obispado, no sin pleito. El hecho de que los capitulares (canónigos) quisieran levantar una colegiata preparada para ascender a sede catedralicia condicionó su diseño cuya planta imitaba a la de Sevilla, el modelo más cercano que tenían. Los arbotantes y los pináculos son elementos con los que se le quiso otorgar apariencia de arquitectura gótica, el estilo más clásico de esta edificación. Sin embargo, según explica el historiador de arte Pablo Pomar, las rentas eclesiásticas descendieron de forma considerable antes de su finalización, de ahí que el “ajuar” de este bien de interés cultural (BIC) sea algo menos majestuoso de lo esperado. Aún así no son pocas las obras y maravillas que alberga la Catedral de Jerez.
Separada al nacer
Resulta peculiar que la torre de la , de estilo gótico, rematada con un pequeño casquete esférico, se encuentre separada del cuerpo del edificio. Esta singularidad se debe a que previamente fue el campanario de la antigua colegiata, resultante de la reforma constante de la antigua mezquita que se encontraron los cristianos en 1264 cuando conquistaron la ciudad. Sus responsables decidieron levantar una nueva colegiata porque estaba muy deteriorada, pero no era el caso de la torre, construida en el siglo XV, posterior al resto de la antigua colegiata, bastante sólida. En principio la idea era mantenerla hasta terminar la construcción de la nueva colegiata, actual catedral, pero el presupuesto era escaso, y el estado del campanario, óptimo, por ello finalmente mantienen la ya existente.
Modesto "ajuar"
Tras los muros de piedra de este BIC los visitantes encuentran joyas artísticas. Sin embargo, con respecto a otros edificios de tan alto rango, no gozaba precisamente de un menaje fastuoso, especialmente en sus orígenes. El crucificado que preside el templo, procede de La Cartuja, así como el apostolado, obra del escultor flamenco José de Arce. El artista elaboró estas imágenes de gran valor escultórico para el retablo mayor de La Cartuja, varias veces expoliado en el siglo XIX. De Arce conoció en Roma la labor que desempeñaba en aquellos momentos Bernini y se contagió de todo el barroquismo, y del carácter centrífugo de las expresiones. Cuando llega a Jerez introduce esas novedades estilísticas en el ámbito de la Escuela Sevillana de Escultura. Por aquel entonces no era una persona especialmente conocida, pero rápidamente se hizo con un buen nicho de mercado. Coincide con la decadencia —no estilística sino física— de Juan Martínez Montañés, "el líder" de la Escuela Escultórica Sevillana a principios del XVII, que estaba muy mayor y realizó trabajos que éste último no era capaz de terminar. Después de años en el retablo de La Cartuja, por diferentes avatares de la historia, los apóstoles han sido dispuestos en las columnas de la antigua colegiata.
La virgen 'blindada'
Algunos cuadros que expone el Museo de la Catedral tienen un gran valor. En la antesacristía (anterior a la sacristía) se halla lo más importante a nivel pictórico. Personal de seguridad en el acceso controla y evita que los visitantes tomen fotografía alguna de lo que allí se guarda. Lo más relevante es La Virgen Niña Dormida, de Francisco de Zurbarán, óleo datado entre 1630 y 1635, obra maestra de la pintura española "porque todo resalta: la composición, el colorido, la pincelada, la luminosidad, todo está orgánicamente constituido de una manera muy brillante, propia de un maestro experimentado y capaz", asegura Pomar. Parece que la virgen se encontraba leyendo salmos y meditando, "se queda como perdida, aunque se llama La Virgen Niña Dormida, los expertos dicen que estaba meditando".
En el siglo XVII la devoción a la infancia de Cristo fue muy habitual, reflejar las visiones en las que se veía en edad adulta con la cruz a cuestas. Ese culto de la infancia de Jesús se contagia también a todo el ámbito de la santidad y especialmente de la virgen. Hay composiciones de Santa Ana enseñando a leer a la Virgen, instruyéndola. "No son los cuadros más comunes pero se dan sobre todo en esa fecha".
Sagrario 'vintage' para coleccionistas
Junto al óleo de la La Virgen Niña Dormida se encuentra otra pieza que a priori puede pasar desapercibida, pero de las que en España apenas se conservan una decena: la puerta de un sagrario. Hasta finales del siglo XV y principios del siglo XVI los sagrarios no eran como los actuales: una caja en la que solo cabe la forma. Ocupaban un mayor espacio llegando a ser una especie de armario empotrado ubicado en la cabecera y que servía para guardar el copón con el santísimo sacramento. En él también se guardaban las reliquias, los cálices, algún misal u otros elementos destacados. Cae en desuso durante la primera parte del siglo XVI. En la Catedral de Jerez se conservan las puertas de San Dionisio, una pieza muy rara porque han ido desapareciendo desde que dejaron de ser utilizadas. En el Museo Arqueológico Nacional de Madrid hay dos ejemplares procedentes de Jaén muy parecidas a las jerezanas, dos en la provincia de Badajoz y otra en el pueblo de Sevilla. No llegan a la decena.
Los Tahoneros
La Sala Capitular acoge los cuadros restaurados del pintor jerezano Juan Rodríguez, conocido como El Tahonero, procedente de una familia que se dedicaba a la elaboración de pan. Él, al igual que su padre, era pintor. Cuatro de ellos ya están restaurados gracias a un convenio entre la Diócesis y una fundación bancaria. En otra de las salas se encuentran dos cuadros que muestran la misma composición, una realizada por cada uno. El padre realizó la primera y, veinte años después su hijo la imitó, aunque se ignoran los motivos.
Otro de las obras pictóicas relevantes es La última comunión del Rey San Fernando, que está enterrado en la Capilla Real de Sevilla. Las hermanitas de los Pobres lo regalaron al obispo cuando se fueron de Jerez. Recientemente se ha descubierto la firma de este óleo sobre lienzo del siglo XVII. Su autor es obra Juan Atanasio Bocanegra, pintor granadino de renombre.
Emigrante del convento de Belén
El recinto catedralicio da cobijo a la virgen qie presidía el convento de Belén, donde actualmente se encuentra el solar de la plaza del mismo nombre, en la que se proyectó la Ciudad del Flamenco frustrada. La imagen pertenece a la escuela sevillana porque hay imágenes de La Merced muy parecidas en Sevilla. Muy hermosa con policromía del siglo XVIII muy significativa. El convento pasó a ser una cárcel, que posteriormente fue derribada para construir un colegio que más tarde también fue destruido. En el siglo XIX, por la desamortización de Mendizába, los frailes fueron expulsados y la Virgen. Existen fotos aéreas de la institución religiosa que dejó de serlo La estructura de la iglesia permaneció aunque con funciones penitenciarias.
Suena a la última
En la parte superior de las columnas alternan las figuras de los apóstoles con cajas de órganos que en realidad no son tal cosa. La catedral atesora un órgano romántico de 1850. Los dos órganos de tubo que se observan en el interior de la templo, en realidad son bafles, altavoces con apariencia de caja de órgano. Emiten el audio de un órgano digital de último tecnología. El piano digital tiene todas las notas grabadas digitalmente, las composiciones interpretadas en los mejores en el órgano que mejor suenan. Estas melodías son almacenadas musicalmente y con una consola de teclado muy compleja emite un sonido digital con una calidad extraordinaria.
Cristo de la Viga
La catedral posee arbotantes pese a no ser habitual en su época debido a que la cúpula se cayó y fue necesarios para aguantar el peso de la nueva. En este desastre se salvó un cristo por una viga que presidía la cual unía la parte interior del presbiterio, que se denominó el Cristo de la Viga, también muy conocida por ser la talla más antigua que procesiona en la Semana Santa de Jerez. Realizada entre finales del siglo XV y principios del XVI también es la imagen más vetusta que acoge la sede del Obispado de Asidonia-Jerez y procede de la antigua colegiata.
Joya orfebre
Una de las muchas donaciones que han engrandecido el patrimonio de la Catedral de Jerez es la Custodia Procesional, de Manuel Gabella Baeza y que procesiona el día del Corpus Christi. uUna obra moderna en plata de ley, de estilo barroco. Data de 1951 pero a pesar de su juventud, fue realizada con toda la calidad artística de las escuelas de platería antiguas, de los talleres de orfebrería más clásicos. Fue diseñado por el arquitecto sevillano Aurelio Gómez Millán. No es una obra meramente artesanal, sino que es fruto del diseño de un arquitecto al que los orfebres dieron forma.
El patio
El patio de este BIC no llama la atención por su espectacular decoración, ni por su voluptuosa vegetación. No es nada rimbombante. Al finalizar la edificación de la entonces nueva colegiata apenas había presupuesto. En los años 70 del siglo pasado colocaron una fuente que coronaron con El Salvador que remataba el baldaquino que presidía en el altar. La fuente sin duda es lo más llamativo del patio, pero no lo más curioso. En una de las esquinas de sus esquinas mantiene expuesta una curiosa estructura de hierro del antiguo paso del Corpus Christi, formada por cuatro ruedas y volante, que en su día se adaptó para portar botas sobre los raíles de la bodega Domecq.
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