Vicios dinásticos: Felipe II (V)

Quinta entrega de capítulos del libro 'Vicios dinásticos' de Isabel Canales

El rey Felipe II, por Isabel Canales.
El rey Felipe II, por Isabel Canales.

Decía tenía una misión por el mandato de Dios y en todas las guerras participó, aunque no tuviéramos qué defender, era prioridad insufrible hasta querer convertirse en Monarca Universal. ¡Gran insensatez en política exterior!

Según cuentan las leyendas fue un rey autoritario, despótico y arbitrario, de consejos de gobierno y secretarios reales, la cuestión principal de su reinado fueron bancarrotas y los problemas fiscales.

Sin dejar de lado la traición de su máximo allegado Antonio Pérez del Hierro secretario personal y corrupto hasta el final. Siempre se escuchó la frase: “Así se las ponían a Felipe II”. El celestino encargado de semejante cuestión era el ayo, Juan de Zuñiga, preceptor y consejero.

Por más que le colocaran las mujeres solían dejarlo solo, poco tiempo duraban, también esposas y descendencia cuatro veces se casó. María de Portugal, su primera mujer, su primogénito Carlos, enajenó. María I de Inglaterra, después, abducida por el sexo, sin descendencia dejó. Isabel de Valois tenía trece años, por poderes se casó, sin consumar con el Rey quedó, la recibió abusando de la menor Ferdinandus, el cruel Duque de Alba. Cuarta ocasión con su joven sobrina Ana de Austria, rápidamente engendró, y el heredero gestó.

Casi queda sin varón, uno tras otro murieron, Felipe, el cuarto sobrevivió. Siendo el hijo adolescente de una dama cortesana se prendó. Cuando el monarca en palacio la vio quedo arrebatado y ausente, era Isabel de Osorio. La dama representaba

El Prudente Bígamo (Felipe II), la reencarnación de Venus, que ya Tiziano pintó, a la señora en cuestión. Inspiración de escritores de pintores y de escultores. Los historiadores cuentan que cuando el rey se casó con su primera mujer María, a Osorio había desposado cuando al marido dejó, para acudir al amor
que en la corte prometía, por ello, se rumorea la bigamia consentida.

Otra amante muy arriesgada fue Eufrasia de Guzmán, con descendencia ubicada. ¡Él, que defendía la fe católica! ¡Ay, Felipe, que mal vas! En política exterior se preocupó de mantener y proteger su Imperio, prueba de ello, fueron los matrimonios habidos a lo largo del tiempo, su creencia, tenía que mantener.

Las revueltas en Flandes no tuvieron parangón, en los Países Bajos se asistió a una implacable ejecución, como muestra de crueldad dieciocho nobles y más, por no reconocer la autoridad, al patíbulo subieron en la Plaza Dorada de la ciudad de Bruselas, donde la guardia española que la plaza custodiaba, temía hasta respirar.

El Duque de Alba se empecinó, y decapitó a los nobles sublevados toda Europa preguntaba el por qué se propiciaba semejante desatino. ¡El perdón real no llegó! Lidió las guerras con Francia, con berberiscos y turcos, en Lepanto destacó cuando a la Liga venció y triunfos acumuló, recordó a Juan de Austria, su hermanastro, militar destacado y conocido, que a todo ello lo enviaba, el Rey, por si fuera poco, no se fiaba.

Contra Inglaterra luchó, la Armada Invencible envió, fue un absoluto fracaso, antes de salir de España, el inglés conocía la fecha del ataque, a su hermanastro mandó y alguien se la jugó. Los burgueses alemanes por las deudas lo acosaban, desde los años cincuenta en suspensión de pagos estaba, en el noventa y cinco, aún seguían embargados y el rey había heredado.

En la historia se cuenta la alta herencia recibida, de las más grandes conocidas, a medida que los ancestros se iban, un pedacito de ellos le donarían, de su padre, de su abuelo paterno, de sus abuelas, territorios hasta en ultramar, en el norte de África y en África central. La deuda contraída era muy alta, y las guerras los dineros se comían.

Los moriscos de Granada se levantaron, el Albaicín se interponía ante el Rey, nuevamente allí envió a su bélico peón, su hermanastro Juan de Austria, para resolverle la situación. Acorralados fueron en las Alpujarras, sus montañas, los caminos y su difícil acceso permitió dominar la situación.

A Córdoba realizó el traslado capitalino, esto no suavizó a los vecinos, dio la orden recibida de Expulsión de los moriscos de Granada y surgió la dispersión. Debido a su idea delirante de participar en las guerras para convertirse en Monarca Universal por mandato de Dios, se vio su irresponsabilidad, en la decadencia generada en el Imperio español.

Las tropas cansadas y debilitadas, dieron lugar a pérdidas de territorios y algunas colonias. La leyenda Negra dice, fue un monarca cruel, presentado como despótico, fanático, sanguinario y defensor de los métodos de la Santa Inquisición. De parricidio lo acusan de su hijo Carlos, por motivos poco claros, de dudosa vida privada, sombrío, celoso y mujeriego.

En Tomar consiguió la unidad peninsular, codificó algunas leyes, realizó censos de población y más tarde se retiró. En agradecimiento al triunfo de la batalla contra Francia, ganada en San Quintín, decidió construir una casa para Dios en agradecimiento de su intervención, a su vez, loarle y alabarle, y darle una morada bajo la cual, enterrar a su extensa familia y así protegerlos en la eternidad.

Realizó para gloria de todos el magnífico complejo del Real Monasterio de San Lorenzo de El Escorial. Enfermó de hidropesía, deficiencia en las funciones digestivas, en las excretoras de los riñones, y de la piel de su persona. Este estado en el rey generaba agonía que dos meses duró, dándole tiempo a preparar su último viaje.

Enterrado quería ser, igual que su padre estaba, otra idea agónica y delirante. ¡Le surgió una nueva obsesión! Ordenando abrir el ataúd donde sus restos descansaban, así poder comprobar la postura y posición en las que su padre yacía. La muerte se debió a una pediculosis, infección producida por irritación cutánea, las llagas y el deterioro físico, y entre dolores y gritos ensordecía el Monasterio.

Fue enterrado en dos féretros, uno dentro de otro, la base de plomo, cerrado herméticamente, para evitar olores, por voluntad expresa,
el de exterior de madera labrada. Y una noche de finales de verano el Monasterio se silenció, ya que en El Escorial estaba. Mientras, el pueblo clamaba: ¡Si el Rey no muere, el reino muere!

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Isabel Canales

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