Con la representación de La casa de Bernarda Alba, de Miquel Ortega, ha quedado inaugurada de la XXV Temporada Lírica del Teatro Villamarta y se han iniciado los festejos con motivo de la conmemoración de las bodas de plata de la reapertura del coliseo, que tuvo lugar en aquel memorable concierto de Alfredo Kraus del 21 de noviembre de 1996. En definitiva, una efeméride muy especial para la institución.
Los teatros Villamarta de Jerez y Cervantes de Málaga han sumado esfuerzos para materializar una novedosa producción escénica, con un equipo fundamentalmente andaluz, que ofrece una ópera de creación muy reciente y que, sin embargo, ya ha comenzado a consolidarse en el repertorio. Es un hecho poco habitual ya que en la mayor parte de los casos, al menos en las últimas décadas, las nuevas composiciones suelen sufrir pronto el olvido.
La versión operística de la célebre y extraordinaria obra de Federico García Lorca, escrita por Miquel Ortega entre 1991 y 2006, fue estrenada el 13 de diciembre de 2007 en el Teatro de la Ópera de Brasov (Rumanía). Dos años después sería presentada en España en los Festivales de Peralada y Santander y, más adelante, disfrutaría de una serie de exitosas representaciones en el Teatro de la Zarzuela de Madrid en 2018, en una versión para orquesta de cámara que fue la misma que sería utilizada en el Teatro Cervantes en clausura de su XXXII Temporada Lírica en julio de 2021, y que supuso el estreno de la producción que ahora se ha podido disfrutar en Jerez tras la cancelación obligada de noviembre del año pasado por la desfavorable situación de la pandemia.
El libreto es muy respetuoso con el texto original de García Lorca ya que su autor, Julio Ramos, al que se le rindió un recuerdo en los aplausos finales, se limitó a eliminar unas pocas escenas, modificar algunas frases y suprimir personajes secundarios para adaptar la obra a las necesidades que demandaba su transformación en drama lírico. Por su parte, la partitura, que es tonal, sirve de modo eficaz al asunto y a los personajes con el desarrollo de un estilo que no da la espalda al legado tradicional del universo operístico, pero que tampoco renuncia a los logros más recientes y novedosos del panorama compositivo actual. El uso del recitativo arioso, no exento de riqueza melódica, es cómodo para las voces y, a la vez, otorga protagonismo a la palabra lorquiana. El respeto por el texto original y su esencia es absoluto, lo que revela la admiración por la obra de García Lorca que tienen tanto el compositor como el libretista; asimismo la gran destreza creativa que ambos poseen, ya que estamos ante un referente literario complejo y sobre el que en bastantes ocasiones se ha puesto la mirada, lo que dificulta realizar una aportación realmente interesante, como es el caso.
Como se señalaba antes, la escritura para la voz se basa en el arioso, en el recitativo melódico, que en el caso que nos ocupa es heredero del verismo italiano, especialmente de Giacomo Puccini y algunas de sus óperas tardías (en particular La Fanciulla del West e Il Tabarro), y de los seguidores posteriores de esta corriente, como Gian Carlo Menotti. Asimismo, se suman algunas influencias de Richard Strauss y las previsibles de los compositores españoles nacionalistas que emplearon como fuente de inspiración el folklore andaluz. La creación de la atmósfera opresiva y claustrofóbica inherente a este drama está muy bien conseguida, sin momentos en los que desfallezca la necesaria tensión. La obra muestra de forma elocuente la desventurada vida de estas hermanas, obligadas por su intolerante madre a guardar durante ocho años un luto que les impide salir a la calle, que desemboca en una tragedia alimentada por la intransigencia moral y la represión emocional y sexual. Especialmente intensas son las páginas finales de cada uno de los tres actos.
Magnífico también el barítono gallego Luis Cansino, el otro gran protagonista de la función, que aprovechó todas las posibilidades que le ofrecía el importante papel de la criada Poncia
En la representación ofrecida en el Teatro Villamarta sobresalió de la mezzo soprano valenciana Ana Ibarra, que asumió el rol de Bernarda Alba de forma excelente, tanto en el aspecto musical como en el interpretativo. Su voz bien timbrada y de proyección fluida fue utilizada de forma inteligente para dibujar el carácter tiránico e implacable del personaje, llegando a su punto culminante en sus escalofriantes frases al final de la obra, cuando, después de consumada la tragedia, se dirige al resto de sus hijas diciendo: “¡A callar se ha dicho! Las lágrimas cuando estés sola. Nos hundiremos todas en un mar de luto. ¡Ella la hija menor de Bernarda Alba ha muerto virgen!”. Tampoco dejó escapar momentos como “Maldito pueblo sin río” (acto 1) y los dúos con Poncia (acto 2) y Angustias (acto3). En los aplausos finales se mostró visiblemente emocionada, con esfuerzos por salir del intenso personaje.
Magnífico también el barítono gallego Luis Cansino, el otro gran protagonista de la función, que aprovechó todas las posibilidades que le ofrecía el importante papel de la criada Poncia. A su cargo estuvo uno de los momentos culminantes de la ópera: el excelente y vehemente dúo con Adela del segundo acto, que supuso una de las escenas más potentes de la representación. También estuvo muy acertado en frases como “(Bernarda) no sabe la fuerza que tiene un hombre entre mujeres solas”. Su emisión redonda y su color oscuro permitió materializar convenientemente el buscado contrapunto tímbrico al resto de voces, todas femeninas. No es la primera vez que intérpretes masculinos se adentran en la asfixiante casa de Bernarda Alba. En el teatro español es ya larga la tendencia: actores tan ilustres como Ismael Merlo, que afrontó el papel de Bernarda Alba, o Eusebio Poncela, que encabezó una producción con un reparto exclusivamente de varones; o bailaores como Antonio Canales, que hizo lo propio en un montaje flamenco.
Adela, la hija más joven, fue interpretada de modo adecuado por la soprano valenciana Carmen Romeu, que mostró de modo evidente el apasionamiento y la sensualidad definitorios del personaje. Por otra parte, en la vertiente canora, su registro agudo se emitió con ciertos problemas derivados de un sonido abierto y, en ocasiones, calante. Compensó con un registro medio consistente y bien colocado.
El resto de los personajes están concebidos para escrituras centrales y graves, con algunos ascensos ocasionales al registro agudo en el rol de Martirio, encarnado eficientemente por la soprano jerezana Maribel Ortega, de voz bella y homogénea, que construyó un minucioso fraseo al servicio de una óptima caracterización que contribuyó a aumentar el peso relativo del papel en el conjunto de la obra. Su enfrentamiento con Adela en el tercer acto fue otro de los puntos culminantes de la función.
Asimismo, la soprano malagueña Berna Perles como Angustias, la hermana mayor, mostró unas condiciones canoras de calidad y una presencia escénica más que suficiente para servir a uno de los personajes clave en la obra.
También resultaron adecuadas a las exigencias de sus respectivos roles la mezzo soprano vasca Marifé Nogales como Amelia, la soprano madrileña Belén Elvira como Magdalena y la soprano vasca María Ogueta com la criada. Las tres pusieron de manifiesto lo equilibrado en recursos vocales y dramáticos del conjunto del reparto.
El personaje hablado de María Josefa, la madre de Bernarda, fue asumido por la actriz Helena Dueñas. Su enfoque del rol fue, quizás, excesivamente sobreactuado pero, en todo caso, efectivo. Ha sido un acierto creativo del compositor y el libretista situarlo en un plano diferente del resto de los papeles al no concebirlo como cantado.
Ha sido un verdadero privilegio el contar al frente de la dirección musical con Miquel Ortega, el propio compositor de la ópera. No es habitual tener la suerte de acceder a las ideas y enfoques que proceden directamente del creador de la partitura. Al igual que sucedió en el Teatro Cervantes de Málaga el pasado mes de julio, se ha recuperado la idea inicial de Miquel Ortega de emplear una orquesta de cámara. Durante la preparación del estreno en Brasov, en 2007, se exigió por parte del Teatro de la Opera de aquella ciudad rumana el uso de la plantilla de orquesta sinfónica y entonces no pudo materializarse la concepción original, inspirada, según palabras de su autor, en Benjamin Britten y sus orquestaciones en óperas como La violación de Lucrezia o La vuelta de tuerca. Como era previsible, la excelente dirección de Miquel Ortega logró extraer lo mejor de la Orquesta de Cámara de la Sinfónica de Málaga.
Las voces femeninas del Coro del Teatro Villamarta tuvieron una breve pero lucida intervención al inicio de la ópera, como las vecinas que dan el pésame a Bernarda por la muerte de su marido, con frases individuales y otras concertadas.
La dirección escénica de Francisco Javier Hernández localiza la acción en el salón de la residencia de Bernarda Alba, núcleo de las irrespirables dinámicas familiares de sus moradoras. El espacio está dominado por tres grandes puertas que se abren y cierran de modo simbólico según requiere la trama. El vestuario diseñado por Jesús Ruiz lanzaba algunos mensajes, como el de mostrar a las hermanas en el segundo acto, escasos días después del funeral, con trajes de alivio de luto, saltándose así la imposición materna de ocho años, incluso en el interior del hogar. Finalmente, la iluminación de Francisco López contribuyó a crear la atmósfera opresiva que domina la obra.
La brillantez global de la obra y su representación han proporcionado, sin duda, un afortunado comienzo de ciclo y un prometedor adelanto de lo que deparará esta XXV Temporada Lírica.
Ficha técnica
La Casa de Bernarda Alba, de Miquel Ortega (música) y Julio Ramos (libreto basado en Federico García Lorca). Teatro Villamarta, 2 de octubre de 2021. Aforo: Tres cuartos de entrada. Ana Ibarra (Bernarda Alba), Carmen Romeu (Adela), Luis Cansino (criada Poncia), Maribel Ortega (Martirio), Marifé Nogales (Amelia), Belén Elvira (Magdalena), Berna Perles (Angustias), Helena Dueñas (María Josefa), María Ogueta (criada). Orquesta de Cámara de la Sinfónica de Málaga. Miquel Ortega (dirección musical). Coro del Teatro Villamarta (dirección: José Ramón Hernández Bellido y Ana Belén Ortega Vilches). Producción del Teatro Villamarta en colaboración con el Teatro Cervantes de Málaga y el Festival de Música Española de Cádiz. Javier Hernández (dirección de escena), Jesús Ruiz (escenografía y figurines), Francisco López (iluminación).
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