Londres como principio de todo
Para Yolanda Morató (Huelva, 1976) todo pasa por Londres. Desde que con 14 años visitara por primera vez la ciudad, sintió un "flechazo". Tuvo clarísimo que quería vivir en ella. Tanto es así que estuvo unos años ahorrando, hasta que con 21, lo consiguió y se instaló en la capital del Reino Unido. Podría decirse que es una ciudad que ha marcado su trayectoria vital, y también profesional.
Porque Morató, licenciada en Filología Inglesa por la Universidad de Huelva, se formó durante su etapa inglesa en la Universidad de Hull, y posteriormente en la Universidad de Londres. Pero también ha dado clase en Francia, o en la reconocida universidad estadounidense de Harvard. Además, tiene un máster universitario en Traducción e Interculturalidad, un doctorado en Configuración de la sensibilidad contemporánea, estética, hermenéutica e historia de la filosofía y está doctorada en Filología.
Desglosar su currículum académico llevaría muchos más párrafos. Sus obras, otros cuantos. Porque ha traducido más de una veintena de obras de la vanguardia, el modernismo británico y el pensamiento europeo, pero también ha escrito tres libros de poemas y tres ensayos.
Fruto de su trabajo como traductora, pudo traducir los artículos del recuperado —tras muchos años olvidado— y ahora reconocido periodista sevillano Manuel Chaves Nogales durante su exilio inglés y francés. Chaves Nogales vivió en Londres entre 1940 y 1944, cuando falleció.
Por su trabajo de traductora en La España de Franco (Editorial Almuzara), se interesó por la figura del periodista, centrándose en una etapa final de su vida sobre la que se había escrito muy poco, y tras su ardua investigación, concluyó que con errores de bulto.
Ese trabajó derivó en el ensayo Manuel Chaves Nogales. Los años perdidos (Editorial Renacimiento, 2023), que recoge más de 500 artículos inéditos de Chaves Nogales —"su obra completa que se conoce es solo un tercio", asegura— y que desmonta mitos sobre su figura. Próximamente se publicará, gracias a la editorial Renacimiento, la denominada Biblioteca Chaves Nogales, con sus obras completas.
A Jerez, concretamente a la librería El Laberinto, acude Yolanda Morató en la semana de la Feria del Libro para presentar otra de sus obras, Libres y libreras. Mujeres del libro en Londres (Editorial El paseo, 2021), donde narra la historia de mujeres libreras de Londres —otra vez Londres—, para hacerles su particular homenaje a unas mujeres que rompieron techos de cristal.
Pregunta. ¿Por qué presenta Libres y libreras ahora?
Respuesta. Es un libro, vamos a decir, ensayístico, pero de corte ameno, en el que se cuentan anécdotas y cómo funcionaban las librerías a finales del siglo XIX y en el siglo XX. Recoge a modo de episodios una serie de historias de mujeres que fueron muy influyentes. Hay historias de todo tipo, como el de las droguerías Boots, que es un caso que gusta mucho. Llegado el momento, hay una mujer que cree que una droguería debería tener su club de libros, y se inventa establecimientos con biblioteca-librería. Es casi una precursora del Starbucks.
"Cuando iba a librerías y compraba libros raros, los libreros me llegaban a preguntar si era para mi marido o para mi padre"
P. ¿De qué año estamos hablando?
R. Estamos hablando de los años 30. Entonces, se inventa un sistema pionero que luego copiará Netflix. Al principio, no era una plataforma, eran DVD que pedías por catálogo, te los llevaban a casa y luego los devolvías en un buzón. Como un videoclub, pero a distancia. Ella hace más o menos lo mismo. Ibas, sacas tus libros acabados de editar, y los devuelves en la ciudad inglesa que consideres, porque la idea era que si vas en tren quieres ir leyendo algo.
También hay historias, por ejemplo, como la de la librera que tuvo en la puerta de su librería una máquina expendedora de libros, que se llamaba el Penguincubator. Penguin, la editorial de libros de bolsillo, se dio cuenta de que los libros que se vendían en las estaciones eran caros y decidió crear esta máquina.
P. ¿Qué la lleva a escribir este libro?
R. Empecé a hacer este libro casi como un proyecto personal. A mí me gusta mucho ir a las librerías, me gusta mucho comprar en librerías de viejos, y me di cuenta de que a lo largo de los años desaparecían librerías en aquel lugar donde yo había sido joven, que era Londres. Empecé a tomar apuntes de aquellas librerías que había conocido, cuáles eran sus historias, y poco a poco fui teniendo una especie de documento que se volvió un libro.

P. Empezó a tomar forma antes de que usted misma fuera consciente de que tenía un libro entre manos...
R. A raíz de una librería a la que yo solía visitar cada vez que iba a Londres, y que había cerrado. Empecé a preguntar por ella y nadie me decía nada. En ese momento pensé, igual que se pierde esta, se perderán las demás... Llegará un momento en el que la mayor parte de las librerías serán cadenas y las demás podrán subsistir si son dueños del local o si están en lugares poco transitados porque el alquiler es menor. Y me di cuenta de que detrás de todas esas iniciativas había grandes historias de vida.
Otra, por ejemplo, de la primera mitad del siglo XX, fundó su librería al lado del hospital porque tenía tres hijos y quería ser capaz de trabajar si alguno se ponía enfermo. Se instaló en un local que no ocupaba más que dos metros cuadrados, una de las librerías más pequeñas de Inglaterra, que le permitía poder cuidar de sus hijos.
P. ¿Y por qué mujeres?
R. Empecé a hacerlo sobre mujeres porque me di cuenta de que el mercado del libro estaba tradicionalmente dominado por nombres de hombres. De hecho, yo cuando iba a las librerías y compraba libros raros, primeras ediciones, con sobrecubiertas, los libreros me llegaban a preguntar si era para mi marido o para mi padre... Me decían que no había mujeres bibliófilas. Entonces, parte de este interés nace de pensar que tenía que haber, y logré reunir casi una treintena.
P. Siempre con Londres en el centro de su creación, y una pulsión por ir a contracorriente, ¿no?
R. Como investigadora, siempre parto de la premisa de que no conocemos toda la verdad. A mí lo que me gusta es desmontar la verdad establecida. Tuve un profesor, Manuel Ariza, catedrático de Historia de la Lengua, que siempre nos decía que un buen investigador debe fijarse en lo que falta, no en lo que está. Para mí fue un antes y un después. Buscar lo que no está siempre es mucho más complejo que lo que tenemos al alcance de la mano, pero para mí ese es el reto de la investigación.
"Como investigadora, me gusta desmontar la verdad establecida"
P. Eso también requiere cierta dosis de valentía...
R. Las Humanidades son un área complicada, porque en ciencias básicas, no nos planteamos que si una vacuna no cumple con los estándares de sanidad, haya que retirarla. Sin embargo, en Humanidades tendemos a no meternos en ciertos terrenos por lo que puedan decirnos. Pero la vida es corta y tenemos una misión. Si eres investigador vocacional, te vas a tener que enfrentar a muchos retos y no van a ser agradables, pero si te gusta tu profesión, no te queda otra porque lo otro es mirar para otro lado y yo sinceramente no sirvo para eso.
P. ¿Le ha pasado mucho?
R. Muchas veces, pero es normal, tampoco hay que ser una persona ingenua. Si te enfrentas a una verdad establecida, también tienes que estar preparada, como dicen los ingleses, para un backlash, o sea, para que te vuelva como un bumerán. La satisfacción que produce ver el fruto de un trabajo al que has dedicado todo tu tiempo y todo tu pensamiento, supera con creces lo que pueda venir después. Para avanzar en el conocimiento haces una especie de carrera de relevos: dejo mi relevo al que venga y ojalá lo haga mejor que yo, porque solo así podemos avanzar. Si estoy mirando únicamente por mi trabajo, el trabajo pierde todo su protagonismo.

P. En el caso de Chaves Nogales y su ensayo sobre sus años londinenses, le ha ocurrido. Porque viene a desmontar parte de la imagen que se había creado sobre él, diciendo que trabajó para el Gobierno británico, por ejemplo.
R. Pero cuando lo hacía seguía siendo Chaves Nogales, es decir, cuando trabajas para una empresa sigues unas directrices de esa empresa, pero no supone que tengas que cambiar quién eres. Y yo creo que eso se ve muy bien en Chaves. Ahora empezarán a salir sus crónicas desconocidas, que son más de 600. Nos faltan dos tercios de su obra por conocer. Sus obras completas nunca lo fueron. Fue uno de los periodistas más trabajadores de la época, escribía dos y tres artículos al día, por lo que tiene mucho que ofrecer.
"¿Quiénes somos nosotros, habitantes del siglo XXI, para juzgar las decisiones que tuvo que tomar una persona en un momento convulso?"
P. También se comete el error de mirar con los ojos la historia con los ojos del presente, ¿no cree?
R. Es un error plantearse debates sobre si lo hizo bien o no. ¿Quiénes somos nosotros, habitantes del siglo XXI, para juzgar las decisiones que tuvo que tomar una persona con su familia en un momento convulso? Las decisiones en esos momentos nunca son las que se planifican, y creo que es lo que más me atrae de la investigación sobre la guerra, a la que también he dedicado bastante tiempo de mis estudios.
P. ¿Nos quedan muchos Chaves por conocer?
R. Sí. A mí me está dando bastantes noches de insomnio, llevo años. De esos 600 artículos inéditos, publicados en varios medios con versiones diferentes, en realidad he cotejado 1.500 artículos. Ahora van a ver la luz de golpe.