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Respirar, dar una brazada y mover las piernas. Sofía de 12 años, y su hermano Álvaro, de 7 se acaban de poner las gafas para sumergirse en el mar. El agua es un plato en la playa de Valdelagrana de El Puerto. No hay olas. Parece una piscina, pero sin cloro y con vistas inigualables. Tabla en mano, los pequeños siguen las indicaciones de Manuel Rodríguez Acuña, portuense de 30 años que ha montado una academia de natación diferente. Enseñar crol, espalda o braza sin tener instalaciones es posible para el alma mater de Swim For Fun. “Esto es una maravilla”, dice mientras los pequeños se deslizan en agua salada.
Vivir de su pasión es la meta que se propuso Manuel el año pasado y, de momento, lo está consiguiendo. El portuense solo tenía 6 años cuando entró en contacto por primera vez con este deporte al que ahora se dedica en cuerpo y alma. Su madre le apuntó a un cursillo precisamente en la playa donde ahora da clases. “Yo encontraba la natación algo súper aburrido, a mi me encantaba el fútbol”, confiesa. En 2002, su familia le apuntó al Club de Natación Portuense (CNP) y “hasta que no empecé a competir no le empecé a coger el gustillo”.
Si su memoria no le falla, fue con 10 años cuando se enamoró verdaderamente de este deporte. Le motivaba y veía a sus entrenadores como referentes. “Me encantaba entrenar, yo de mayor quería ser como ellos”, dice Manuel que, cuando superó la mayoría de edad comenzó sus estudios de Magisterio con la especialidad de Educación Física. Paralelamente, daba clases a los más pequeños en el club donde llevaba nadando toda la vida.
“Es muy difícil hacer de eso mi trabajo con la precariedad que existe tanto dando cursos como trabajando en clubes”, comenta. Así que optó por estudiar unas oposiciones para profesor de educación física con el fin de mejorar su situación. Y como saber inglés le daba puntos, en 2018 se marchó a Bristol, Inglaterra.
Su idea era estar unos meses, aprender el idioma y, a la vuelta, seguir dando clases en el club mientras estudiaba las oposiciones. Pero sus planes se truncaron repentinamente. “Cuando llegué me di cuenta de que allí se puede vivir de la natación. Podía desarrollar mi vida laboral con unas condiciones que no las tendré nunca en España”, explica a lavozdelsur.es.
Manuel se quedó cinco años en Reino Unido, tiempo en el que realizó diversos cursos. Por las mañanas trabajaba como profesor de natación y, por las tardes, en un colegio de primaria. “Yo allí estaba muy feliz y alucinaba con las condiciones. En España tuve que pagar yo el curso. El dinero que cobré ese mes se lo pagué a mi jefa, pero allí no lo tuve que pagar e incluso me devolvieron las horas que había invertido formándome. El mundo al revés”, detalla.
Además, se percató de que en Inglaterra, la forma de enseñar este deporte era más organizada, con un sistema de niveles y “más metódico”. Según comenta, los profesores tienen unas mismas pautas en todo el país mientras que, en España, tiene la sensación de que no hay coordinación y hay muchas ideas.
Manuel estaba encantado. Todo iba sobre ruedas, hasta que el amor llamó a su puerta. Unas navidades en su tierra natal conoció a la que ahora es su pareja, que también trabajaba fuera, en El Salvador. “Estuvimos un año a distancia, ella también tenía mejores condiciones que aquí, pero llegó un momento que decidimos vivir juntos”, dice.
Reconoce que le costó dejar aquellas condiciones laborales, sin embargo, para no volver “la precariedad”, le dio vueltas al coco. “Si no existe, lo monto yo”. Así nació Swim For Fun. En mayo de 2023, antes de regresar a El Puerto creó sus redes sociales y una página web para darse a conocer. Una red de divulgación que le dio el empujón para llegar a personas interesadas en conocer más sobre este deporte. También lanzó una campaña de crowfunding en Gofundme para abrir nuevas instalaciones en El Puerto.
En agosto de ese año, con unos 8.000 seguidores procedentes de México o Argentina, se mudó a su tierra y empezó a dar clases a domicilio, en piscinas de particulares. Este verano, ante la falta de espacio, se le ocurrió llevarse a grandes y pequeños al mar. “Contactaron conmigo familias que buscaban clases y ha sido brutal, no hemos parado, y gracias a la difusión en redes sociales. Pueden ser en inglés o en español, tengo muchos americanos o ingleses que viven por aquí”, expresa.
Los pequeños practican la patada de braza en la arena, en un entorno que considera seguro y que se puede aprovechar. “Muchos padres vienen con sus hijos y se quedan en la orilla, disfrutando. Además es una excusa para que la familia venga a echar el día”, comenta el portuense, que enseña cada estilo en función de cómo perciba el mar.
Manuel Márquez, de 29 años y natural de El Puerto, está sumergido en su proyecto mientras se prepara unas oposiciones para profesor de educación física en secundaria. Ambos comparten esta pasión desde que se conocieron en el club. “La mayoría de las familias van a la playa en verano, y cada vez se escuchan más ahogamientos. Es una seguridad para los padres que sus hijos sepan nadar”, añade.
Actualmente, combinan las clases a domicilio con el aprendizaje en la playa y la formación online, que está enfocada a la tecnificación, resolución de dudas e intercambio de vídeos. Esta última es a la que se dedicará una vez que desaparezcan los días de sol y calor. Aunque hay personas que siguen en invierno con su neopreno. “Tenemos la cultura de que el verano se acaba en septiembre y el agua del mar en invierno tiene muchos beneficios”, dice el emprendedor, al que le gustaría promover un cambio de chip.
Álvaro y Sofía salen del agua con una sonrisa en la cara. Es su última clase de la temporada y Manuel les ha entregado un diploma. Si les pica el gusanillo, les espera un futuro lleno de chapuzones.
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