El sambo es un gran desconocido. Uno de esos deportes minoritarios que luchan contra la invisibilidad y los estereotipos que suelen rodear a las artes marciales. La historia de este deporte nos lleva hasta Lenin, que fue el que encargó la creación de esta disciplina de defensa tras la revolución bolchevique de octubre de 1917. El ejército ruso no disponía de un grupo que luchase en el cuerpo a cuerpo contra el enemigo y fue así como nació el sambo (Samozashchita Bez Oruzhiya), acrónimo en ruso de Defensa Personal sin Armas.
Considerado uno de los métodos más eficaces de preparación de un luchador, esta modalidad deportiva es casi una religión en Rusia. En su día fue declarado Arte de la Madre Patria por el Comité Estatal de Deporte de toda la URSS y entre sus ilustres practicantes se encuentran Vladímir Putin, que se aficionó a los 14 años, y el ex campeón de la UFC Khabib Nurmagomedov, el excéntrico luchador que de niño entrenaba peleando contra un oso.
Muy seguido en Europa del Este, Latinoamérica y Estados Unidos
Pero además de Rusia, el sambo también cuenta con mucho tirón en los países de la Europa del Este, Latinoamérica y Estados Unidos. Un deporte que está evolucionando mucho en los últimos tiempos gracias a su espectacularidad y a la apuesta televisiva de más de 70 canales de todo el mundo. Otro de los puntos que va a darle un gran empujón es el reciente reconocimiento del Comité Olímpico Internacional a la Federación Internacional de Sambo. El sambo ya es olímpico y el objetivo es que pueda estar en las Olimpiadas de Los Ángeles 2028.
En España, aunque no hay una gran tradición, poco a poco va creciendo el interés por un deporte que enamoró por completo a Andrés Cano González, fundador del Club Kodokan Sambo 2000-TAZ BJJ Jerez, única entidad en Jerez donde se puede practicar sambo de forma legal. Vinculado a las artes marciales desde los siete años (su padre le apuntó por entonces al tai-jitsu y también es cinturón negro de jiu-jitsu), lleva once dando clases de sambo en el referido club. Ha llegado a contar en una temporada con más de 80 alumnos, pero también ha sufrido las consecuencias de la pandemia.
El sambo cuenta con tres modalidades: sambo deportivo, combat sambo y defensa personal
Con el objetivo de que conozcamos más sobre el sambo, Andrés Cano y sus alumnos han organizado una pequeña exhibición. Para ello se colocan antes el kurka, un kimono que tiene un peso mayor a los empleados, por ejemplo, en judo y kárate. El sambo cuenta con tres modalidades diferentes: sambo deportivo, combat sambo y defensa personal. En el sambo deportivo el objetivo es derribar al contrario mediante proyecciones y luxaciones en ángulo recto. No valen ni las estrangulaciones ni las luxaciones de muñeca. Cuanto más efectivo es el derribo, más puntos se obtienen. El combat sambo es el más duro y vale de todo, desde cabezazos a patadas en las partes nobles. Lo que puntúan son las proyecciones o dejar fuera de combate al rival. En la defensa personal nos encontramos con la civil, la policial y la militar, que no se imparte en el Club Kodokan.
Honor, valores y superación
Aunque nos invitan a probar el sambo en la exhibición preparada, desistimos la invitación y preferimos mirar desde la barrera. La vista duele de solo ver los derribos de los alumnos, que vuelan sobre el tatami. La impresión es que las caídas tienen que doler bastante. Desde fuera puede quedar también la sensación de ser un deporte muy agresivo. Antonio Salguero, un enfermero de 51 años que lleva seis practicando sambo, desmitifica cualquier cartel de violento que se le quiera colgar a este arte marcial. "Es justo lo contrario, aquí se huye de la agresividad. Fomentamos la autoestima y el autocontrol. El sambo es salud física, mental, honor, lealtad, valores y superación". Con un "¿nos pegamos?" dos alumnos se citan en el tatami. Tras el intercambio de golpes y proyecciones, se saludan y bromean como si nada. Es curioso, pero se respira un ambiente extraordinario de respeto y deportividad. Fuera estereotipos.
Juan Martínez (41 años) es otro de los veteranos del grupo. Profesor del IES San Telmo, tras toda una vida practicando artes marciales, el sambo llamó a su puerta hace dos años. "Tenía muy buenas referencias de Andrés y la experiencia con este deporte está siendo de lo más positiva". Para Agustín Rodríguez (23 años y tercero en Andalucía en MMA), el sambo es "un desahogo. Antes estaba en boxeo y muay thai, pero esto es más divertido".
Jesús Cíes es uno de los novatos. Apenas lleva dos meses entrenando, pero cada día disfruta más de la experiencia. "Es una disciplina que mezcla muchas artes marciales y también te sirve para el día a día en la calle. A lo primero impacta mucho en lo visual, pero después compruebas que el dolor es llevadero y que hay mucho compañerismo".
En una esquina del tatami, dos alumnos que disfrutan de su primera clase observan con asombro la exhibición. Por sus caras parece que no volverán más, pero al día siguiente repiten. "Esto engancha —relata Andrés Cano—. Es un deporte que no tiene tantas limitaciones como otras artes marciales. Es muy dinámico y te ayuda a estar fuerte físicamente".
"Aquí hay campeones en potencia y lo mismo alguno llega a disputar unos Juegos Olímpicos"
El sensei del Kodokan, que estuvo de entrenador internacional de combat sambo en el Mundial disputado en Sochi en 2017, valora muy positivamente el reconocimiento por parte del COI al sambo como deporte olímpico y sueña con seguir fabricando grandes talentos: "Aquí hay campeones en potencia y lo mismo alguno llega a disputar unos Juegos Olímpicos. Hemos tenido a deportistas en Europeos y Mundiales". Lo mismo hasta ese futuro campeón sale de casa. Su hijo mayor, Andrés, ha sido ya dos veces campeón de Andalucía a sus diez años. El pequeño, Alexander (nombre tradicional ruso), ya se desenvuelve con soltura sobre el tatami a sus cinco años. La pasión por el sambo es hereditaria.
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