La visita del alcalde Bruno García de León al baluarte de la Candelaria, este lunes, y el reciente cierre del café-teatro El Pelícano han vuelto a poner la atención ciudadana en el estado de los establecimientos hosteleros ubicados en espacios públicos, municipales, en rincones monumentales, plazas o zonas de valor paisajístico de la ciudad de Cádiz.
El precedente más cercano en las dificultades de explotación de estos recintos es el cierre de El Pelícano, ubicado en el baluarte de San Roque, estribación de las Puertas de Tierra y parte del antiguo perímetro amurallado de la ciudad, con una privilegiada vista al océano Atlántico.
El pasado viernes 31 de mayo cerraba sus puertas tras doce años de actividad como terraza, bar y cafetería con intensa actividad de conciertos y eventos privados.
La última empresa en explotarlo, Grupo Grosso, alegaba en una nota pública que el motivo de la clausura es "la finalización de la concesión municipal". "Cádiz pierde un pedazo de su historia musical y cultural", afirmaban los promotores en la despedida.
El cierre de El Pelícano
El Ayuntamiento de Cádiz asegura que la intención municipal es renovar la concesión para que otras empresas puedan aspirar a su explotación, pero mientras avanza ese proceso, El Pelícano se suma a la lista de espacios municipales dedicados a la hostelería y la cultura que permanecen cerrados en Cádiz.
El cese anterior de actividad en un espacio público y municipal se produjo el 10 de enero de 2024 cuando el chiringuito urbano Elebbé, en la glorieta Ana Orantes, dejó de prestar servicio. Casi medio año después continúa cerrado.
El caso más ilustrativo es el que fuera restaurante Lumen, cerrado y sin uso hace más de siete años en los jardines de Varela
Este cierre remite al más antiguo e ilustrativo de los casos, el de los jardines de Varela (cuyo nombre oficial es parque de Erytheia). En ese espacio se construyó hace 22 años un lujoso restaurante, inaugurado como Lumen, en un bloque rectangular de metal y cristal, en el área de la zona verde que colinda con la avenida central de Cádiz.
Tras esa primera etapa de concesión tuvo tres reinicios de actividad distintos, todos fracasados, como quiosco del parque o mínima cafetería. Los cierres fueron constantes y, ahora, acumula ocho años de cierre, además de anteriores y discontinuas etapas de clausura desde 2002.
La Canela, en el Baluarte de Candelaria, frente al Centro Cultural Reina Sofía, es otro caso recuperado después de que Bruno García anunciara este lunes la intención municipal de que reabra en un futuro cercano como local de hostelería.
Fue un local de notable éxito, comparable a El Pelícano, con dos alturas y terraza al mar, gran programación cultural, de atractivo para vecinos y visitantes. Desde 2004 hasta 2014 logró su mayor etapa de popularidad.
Hace doce años que la última concesión del local expiró. Los responsables de La Canela renunciaron a la renovación y fue publicada oficialmente por siete años con la obligación de prestar "servicios de bar y de cafetería, además de tener fines culturales".
El expediente de entonces pedía, para obtener el derecho a explotación, 5.265,48 euros durante el primer año; 6.701,52 durante el segundo; 8.137,56 euros en el tercer año; 9.573,60 euros en el cuarto; y la cifra de 12.445,69 euros tanto para el quinto, como para el sexto y el séptimo. En total, 67.015,23 euros sin IVA.
El proceso lo ganó la empresa Superfilla 78, pero un recurso paralizó el trámite. Esta nueva concesión no llegó a ejecutarse y nunca se retomó la actividad. El local va camino de cumplir 15 años cerrado hasta que el anuncio del alcalde, este 17 de junio de 2024, ha vuelto a llamar la atención sobre el recinto público.
Otro de los ejemplos, aunque menor, de la dificultad para la explotación de estos espacios es el chiringuito urbano que fuera 180º. Tuvo un notable éxito de público desde 2015 hasta 2019, de la mano del hostelero argentino Leandro Taddía.
En 2024 cumple siete años cerrado y abandonado. El empresario renunció a renovar y la concesión la obtuvo la empresa malagueña Los Anillos del Pueblo SL que también se hizo con el quiosco de la Alameda Apodaca (en este último caso por 15.000 euros). El último establecimiento sí ha tenido actividad constante desde entonces, pero el primero nunca volvió a abrir.
Los intentos y los que sí funcionan
El último anuncio de reactivación (La Canela en el baluarte de la Candelaria) es uno más de los esfuerzos por reactivar las concesiones y recuperar estos recintos, de titularidad pública, ahora vacíos y, en algunos casos, abandonados.
Los tres últimos gobiernos municipales lo han intentado con desigual fortuna. A los casos atascados por la maraña de intereses, o desintereses, empresariales y requisitos administrativos se suman otros que sí han conservado actividad desde su construcción o rehabilitación.
Son los quioscos, chiringuitos urbanos o espacios para celebraciones en el parque Genovés; la avenida de la Sanidad Pública (dos locales); la avenida de la Bahía (gastrobar El Lulu); el Baluarte de los Mártires (explotado con éxito por Grupo El Faro); el acceso Norte a la playa de Santa María del Mar y la Alameda Apodaca (frente a la calle Buenos Aires), este último tras un cambio de concesión en septiembre de 2019.
El caso de la avenida de la Bahía, a mitad del trayecto longitudinal de la Barriada de La Paz, que ahora tiene un notable éxito comercial como gastrobar El Lulu acumuló casi diez años de inactividad antes de su actual etapa.
Inaugurado en 2010 y a cargo de la empresa Baro durante 15 meses, luego permaneció cerrado y abandonado durante una década hasta el último y fructífero proceso de concesión (180.480 euros durante un periodo de diez años según la documentación oficial).
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