Cuenta la leyenda que Bela Guttmann fue el autor de una maldición muy recordada en el mundillo deportivo. El húngaro, judío refugiado del genocidio nazi, quedó para la posteridad por su vaticinio más que por sus numerosos logros.
Después de una larga carrera como jugador y entrenador, tras ganar dos copas de Europa con el Benfica, en 1960 fue despedido de mala manera por algunos fracasos efímeros. Defenestrado por los suyos con presunta ingratitud.
Con serenidad y solemnidad proclamó con tono dolido: "Este equipo, sin mí, no ganará una copa europea en cien años". Han pasado 80 años que le dan la razón. Ocho finales, ocho derrotas.
Carlos Díaz Medina (Sevilla, septiembre de 1935) nunca dijo algo parecido, era un hombre de mesura y cordialidad, más que de maldiciones. También fue apartado por los suyos, por el PSOE, en 1995.
Sin que este veterano socialista, abuelo antes de serlo, apasionado por la fotografía y conversador espléndido pronunciara palabras similares, el efecto fue el mismo. Algunos, a su alrededor, farfullaron algo como "el PSOE no volverá a tener la Alcaldía de Cádiz sin él".
Van ocho elecciones municipales, como las ocho finales de las águilas lisboetas, y ocho derrotas. Su despido no fue tan fulminante ni tan mitificado. Mostraba ya signos de desgaste político aunque era, fue y es, un alcalde muy querido.
Tras algunas rencillas internas con su joven y brillante equipo, la dirección del partido decidió que no fuera candidato a la Alcaldía tras cuatro victorias seguidas. En su lugar apareció un pujante Fermín del Moral en primavera de 1995.
Dicen las crónicas de los viejos cronistas que la desconocida Teófila Martínez (PP), exconcejala en El Puerto de Santa María y parlamentaria pero sin ningún bagaje político reconocible para el público, logró una victoria inesperada que luego renovó con amplio margen durante 20 años, hasta 2015.
A Carlos Díaz le valió de poco ser el primer alcalde democrático que conoció la ciudad de Cádiz allá en 1979, fue apartado con esa tendencia al canibalismo tan propia del PSOE gaditano, andaluz y estatal. De aquellos polvos, estos ábalos.
Su primer mandato, el de 1979, aún con el franquismo caliente, tuvo forma de gobierno tripartito. Los socialistas, el Partido Comunista de Andalucía y el Partido Socialista de Andalucía. Entonces era un joven abogado, de la Inspección de Trabajo, criado en Cádiz, colegio San Felipe Neri, lleno de expectativas.
El primer domingo de marzo de 2024, a los 88 años, fallecía Carlos Díaz tras un largo y cruel periodo de enfermedad degenerativa que le había apartado de cualquier acto público. Ni siquiera pudo acudir al homenaje (¿desagravio?) de su partido cuando le dedicó un salón en la sede local del PSOE.
Fueron sus hijas las presentes en el tributo. Confirmaron que Díaz no podía asistir a ningún evento hacía ya muchos meses ni podría volver a protagonizarlos. Era el 20 de abril de 2022, casi dos años exactos antes de su fallecimiento este domingo.
Díaz Medina también fue parlamentario andaluz desde 1982 hasta 1994. En ese foro protagonizó uno de sus episodios más sonados al ausentarse de un pleno para no votar a favor de la extensión del peaje de la autopista Sevilla-Jerez-Cádiz, la A-4.
Esa actitud combativa contrasta con el mayor reproche de sus oponentes políticos en una larga carrera: su excesiva condescendencia, su exagerada capacidad de diálogo con oponentes y gerifaltes de su formación en Sevilla y Madrid.
"Me dio coraje aquello de 'los huevecitos se te van a caer", confesó en una entrevista en 2015. Esa frase, de una chirigota de Selu García Cossío, resumía una impresión general y probablemente falsa: la de ser un hombre tan entrañable como blando, tan cercano como poco luchador. Los documentos y los datos dirán, ahora que ya no vale para nada, que no fue así.
En apenas dos meses, el 20 de abril de 2024, se habrían cumplido 45 años de su primera investidura como alcalde. "Algunos semáforos no funcionaban porque nos cortaban la luz por falta de pago", comentaba en esa misma entrevista hace nueve años para describir el panorama que se encontró en 1979.
Con la bonhomía que gastaba, con ese aire paternal y didáctico, a lo Tierno Galván, de los dirigentes institucionales que se han extinguido, resulta de justicia recordar que protagonizó la Transición en versión local.
Del Cádiz con calles aún por asfaltar en el barrio de La Laguna, Loreto y Puntales al del archifamoso carnaval, la Gran Regata del 92, el primer furor turístico y las nuevas infraestructuras.
Colaboradores esenciales, estrechos asesores y jefes de gabinete de su época como Ignacio Moreno, Santiago Laz o Antonio Cabrera coinciden en resaltar su carácter afable y conciliador, transversal en lo político, casi universal en lo electoral.
Fue un alcalde cercano y querido, amable en el mejor sentido, años antes de que nacieran Juanma Moreno Bonilla y Bruno García de León. Rafael Garófano (uno de sus más destacados concejales, fallecido en 2023) también resaltó con la ventaja de la perspectiva histórica que la etapa de Carlos Díaz fue mucho más pragmática e influyente de lo que pudo parecer en tiempo real.
Siempre se declaró "apasionado" por los avatares políticos, hasta el punto de que hace ocho años afirmó, ya con José María González como alcalde y en plena resaca del 15-M, que veía un "cambio generacional profundo. Los menores de 40, incluso de 50 años, piensan de otra manera y plantean nuevos retos. La situación política anterior al año 2010 nunca va a volver".
"A la gente se la valora en las situaciones complejas. En las sencillas, todos somos estupendos", resumía sobre su trayectoria política.
Lo cierto es que en plena tormenta económica (con los recientes Pactos de la Moncloa como respuesta a una especie de crack español), con los intentos golpistas aún activos (23 de febrero de 1981), con ETA tensando todos los nervios hasta romperlos fue capaz de dirigir el paso de una ciudad predemocrática a una muy parecida a la actual.
Aunque Teófila Martínez y los suyos lo maticen por lógica política, buena parte de los méritos locales del PP consistieron en ejecutar los proyectos que había diseñado Carlos Díaz y su equipo (afortunadamente, otros quedaron en el cajón).
Durante los años de mandato del viejo abogado germinaron la transformación primera del paseo marítimo, la reconversión de la fábrica de tabacos en Palacio de Congresos, la consolidación de un brillante carnaval pensado por un concejal comunista de su primer gobierno (Pepe Mena), viviendas para 5.000 personas en el terreno sobrante de astilleros (ahora frente a El Corte Inglés) o la regeneración del deprimido barrio del Pópulo (el más antiguo, el medieval) y la calle Plocia hacia emergentes zonas turísticas, gracias a los primeros fondos europeos. Aquel Plan Urban que tanto en Cádiz diera que hablar.
Incluso, los primeros bocetos de segundo puente y del soterramiento de la vía férrea en extramuros que rompía esa parte de la ciudad en dos (pobres y medio pensionistas) también son achacables a su gobierno local y a un grupo de jóvenes concejales impetuosos e intelectuales que supo reunir antes de que se rebelaran: Garófano, García González-Betes, Josefina Junquera, Vera Borja...
Los que tienen edad, memoria y cierta ecuanimidad saben y dicen que uno de los mayores aciertos de Teófila Martínez (con una sorprendente mayoría absoluta de 15 concejales en 1995) fue afinar, rematar y ejecutar todo lo imaginado y planteado por Carlos Díaz y los suyos.
Todas esas propuestas las pensó, las diseñó (con algún disparate olvidado) y las dejó listas en un cajón, sin presupuesto ni apoyo político. La cántabra llegó, los peleó, los remató, cortó la cinta y se hizo la foto gracias a la complicidad de aznarismo (y de su valedor, Rodrigo Rato).
De regreso al símil deportivo, el primer alcalde democrático, el que parecía el abuelo bonachón, fue el que puso las asistencias con finura. El 17 de junio de 1995 perdió el bastón de mando. El 3 de marzo de 2024 perdió la vida aunque, como tal, ya no la tenía hace algunos años.
Para entender su carácter y su legado bastan sus actos, sus palabras, su actitud de político generoso y coherente. Admitía que la crisis económica que se encontró en el Ayuntamiento hizo que todas las posteriores, en 50 años, parezcan "de juguete".
Con la grandeza de los nobles de corazón, admitía que el mérito del progreso local en su etapa era "de muchos" y daba por bueno que otro partido hubiera rematado los proyectos que lideró porque, decía, en eso consiste la política, en que unos equipos asuman la herencia de otros, diferentes en siglas, sin lamentar legados, sin reparar en excusas y asumiendo los obstáculos.
Así es la vida que ya no tiene, la política y la otra, la que Carlos Díaz Medina mejoró en la medida que pudo. Los que siguen en este mundo, si pueden, que lo igualen.
Si alguien encarna la definición de Antonio Machado de "un hombre bueno" es el primer alcalde posfranquista de Cádiz fallecido en la casapuerta de una primavera que ya no verá.
El actual portavoz del PSOE municipal, Óscar Torres, hace justicia a una figura "idolatrada"
En mayo de 2023, 28 años después del apartamiento del primer alcalde democrático de la lista municipal del PSOE, el joven candidato local, Óscar Torres, tomaba el relevo de hasta cinco aspirantes que no han logrado el bastón de mando para su partido. En plena campaña electoral, hablaba en San Juan de Dios y como la justicia no sabe de almanaques, aunque el tiempo la facilite, verbalizaba el reconocimiento de la figura del primer líder, del viejo patriarca. Casi se disculpa en nombre de todos. Se le pregunta: ¿Aún no le ha perdonado el votante al PSOE que apartara a Carlos Díaz de la lista para aspirar a la reelección en 1995? ¿No ha pasado demasiado tiempo para creer que aún tiene tanta influencia aquel episodio? Torres, responde: "El recuerdo de aquello acabará cuando se pierda la memoria colectiva. Cádiz tiene una población envejecida y, por eso, aún tienen mucho peso quienes lo vivieron. La gente recuerda con un extraordinario cariño, cada vez más, la figura de Carlos Díaz. Era un alcalde querido, respetado. Si se me permite la expresión, y no quiero exagerar, hasta idolatrado. Un hombre austero, honesto, con una imagen familiar. La gente todavía te lo dice. Y mientras la gente lo diga...".