Correr, saltar, reptar y gritar. Existe un espacio en Cádiz donde los niños y niñas lo pasan en grande, sin tecnología y sin preocupaciones. Cuando los pequeños atraviesan las puertas de este lugar, unas sonrisas se dibujan en sus caras. Es hora de sacar toda su energía y disfrutar en una nave de 1.500 metros cuadrados y dos plantas en la que han jugado generaciones. "En esta ciudad todo el mundo ha pasado por Chiqui Park", comenta Juan Antonio Fernández, propietario de este conocido parque de bolas. El gaditano de 50 años dio el relevo al fundador hace dos años, por jubilación, para continuar con un lugar que se guarda con cariño en el imaginario colectivo y sigue brindando tardes de diversión y juegos.
Fue Jesús Carrascosa, soriano afincado en la capital gaditana desde muy joven, quien impulsó la creación de este gran parque en 2002. Su familia había montado un ultramarinos y, posteriormente, varias panaderías y un supermercado. Al empresario, que ya regentaba otros locales como cafeterías, se le ocurrió promover un nuevo espacio de ocio y construir desde cero este edificio lleno de recuerdos y anécdotas. Han pasado 22 años de la inauguración de este parque que perteneció a una franquicia hasta hace una década. Por entonces, había Chiqui Parks en distintas partes de España, –el primero abrió en Madrid–, en Italia o en Portugal, llegando el gaditano a ser uno de los más grandes del país.
Nacía así una nueva aventura para Cádiz y la provincia que, a principios de siglo, vivía un boom de parques infantiles. Revolcarse en las piscinas de bolas y deslizarse por los toboganes gigantes indoor se convirtió en el plan de ocio infantil favorito. Susana Luna fue testigo de ello. Esta gaditana de 48 años fue la primera monitora que entró en Chiqui Park y ha experimentado en sus carnes esos días de alboroto y esparcimiento. "Llevaba cuatro años trabajando con Jesús y me propuso esta oportunidad con 26 años, yo estaba muy ilusionada, y nos fuimos a hacer los cursos a Madrid", recuerda, mientras se adentra en un laberinto de colores lleno de pruebas.
"Esto es el juego típico de una plazoleta, pero sin frío", comenta Susana, que observa a diario como los pequeños mejoran su aparato psicomotor cuando corren, saltan o descubren cada rincón de estas enormes instalaciones. "A ellos les viene muy bien para socializar y quitarse un poco de las pantallas... a los niños siempre les ha gustado, y a los padres, cuando vienen siempre piensan, ojalá poder meterme", cuenta a lavozdelsur.es.
Chiqui Park lleva más de dos décadas recibiendo a niños y niñas gracias al esfuerzo por el mantenimiento de estas estructuras en las que "se ha invertido mucho dinero". En ellas, destacan esos juegos emblemáticos, sus señas de identidad, con las que los menores siguen pasándolo pipa. El tobogán amarillo es la estrella. "Los niños lo llaman así, es el punto fuerte del parque. Es muy impresionante, parece que te caes al vacío", dice Susana, que explica que, para tirarse, hay que introducir las piernas en un saco y seguir unas normas de seguridad.
"Te mueres de miedo, pero después te quieres tirar 500 veces", ríe Juan Antonio, que ya conocía este tobogán de gran pendiente antes de embarcarse en este negocio, al haber ido en más de una ocasión con sus tres hijos.
Otro de los atractivos es un campo de fútbol flotante con el que los pequeños "flipan" y que todas las tardes forma una enorme cola para poder jugar partidos. A este se suman una gran colchoneta y una piscina de bolas que se lleva el título a la más grande de Andalucía.
Además del laberinto con cinco salidas destinado a niños y niñas de hasta 12 años, los menores de 4 cuentan con una zona exclusiva con una monitora al cargo. "Esta gusta mucho a los padres porque pueden entrar con sus peques a jugar, aquí hay espacio", comentan durante un recorrido por el parque, donde también se celebran cumpleaños, se ofrecen talleres y otras actividades.
A lo largo de los años, en Chiqui Park han reído, saltado y sudado pequeños de los barrios colindantes como Loreto o Puntales y de toda la provincia. Muchas mañanas da la bienvenida a grupos de escolares de Sanlúcar o de hijos de los militares de la base de Rota.
Para Juan Antonio, es un lugar "seguro y diferente" que mantiene viva esa forma de jugar más "tradicional", alejada de los videojuegos y las consolas. Ambas alternativas de ocio conviven y pueden ser compatibles, si bien en los últimos años hay un auge de centros de ocio más enfocados a la tecnología.
Esta gran nave de juegos que va más allá de las bolas ha sobrevivido al paso del tiempo, las nuevas ofertas de diversión y, a la pandemia. “La crisis nos hizo mucho daño, ha habido muchos parques no la soportaron y tuvieron que cerrar”, comenta el gerente, que añade que, una vez que todo volvió a la normalidad, observó que Chiqui Park "realmente se seguía demandando y gustando".
Los cumpleaños volvieron a la gran cafetería ubicada en la segunda planta, conectada al laberinto, y las risas regresaron tras la tempestad. “Al final, el niño de hace 30 años es el miedo niño de ahora”, expresa el gaditano desde la piscina de bolas.
Su mirada se dirige al fondo de la nave, que en junio de 2023, sufrió un grave incendio. El revestimiento de la parte trasera quedó destrozado tras arder un sillón de forma presuntamente intencionada. "Gracias a Dios, el fuego no entró dentro. Reventaron los cristales y el humo entró, tuvimos que hacer una limpieza de aire y un tratamiento de ozono", explica Juan Antonio, que reconoce, unas fotos falsas sobre el interior que se difundieron por las redes sociales hacen que todavía hayas personas que duden si el parque está funcionando. "Abrimos a los 20 días del suceso, esas imágenes nos hicieron daño y tuvimos que hacer una campaña de comunicación, hay usuarios que nos siguen preguntando si estamos abiertos", sostiene.
Chiqui Park tiene las pilas recargadas y, con ilusión, continúa siendo un mega parque donde gozar en buena compañía. Una joya del ocio infantil en la provincia de Cádiz que sortea las dificultades.
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