Una frase con luces de neón salta a la vista en una tienda del centro de Cádiz. “The future is vintage” es la filosofía de King Vintage, luchadores del comercio local que apuestan por la moda con una vuelta de tuerca. Camisetas y chaquetas con más de 20 años cuelgan de las perchas del local ubicado en el número 25 de la calle Rosario. Cada una, con una historia distinta que contar.
“Aquí no hay nada sucio ni roto. Está todo impecable y perfectamente lavado y desinfectado”, comenta Sandra García. Esta diseñadora gaditana de 36 años regenta, junto a su socio Guillermo Becerra, este espacio original que llama la atención desde la calle. En sus entrañas se puede comprar ropa vintage tanto de segunda como de tercera mano.
Todo comenzó en 2017, cuando el gaditano de 30 años montó este negocio enfocado a este estilo concreto. Tres años después llegó Sandra, que había estudiado diseño de moda en Sevilla y había ejercido como estilista y visual merchandising en Madrid.
Siempre ha estado compaginando su pasión con otros trabajos eventuales. Tras una temporada en Ibiza, regresó a su tierra natal para montar su propio taller de diseño especializado en invitadas de boda y novias. “Después me fui a Edimburgo a aprender inglés porque descubrí que no era el sector que más me motivaba”, comparte con lavozdelsur.es.
A su vuelta a la capital gaditana, empezó a buscar trabajo y se encontró con el proyecto de Guillermo, con el que empezó como empleada y ha acabado siendo su socia. Así montó un taller especializado en reworked, la nueva iniciativa en la que está sumergida con ilusión. Agujas, tijeras y un metro están esparcidos por la mesa de trabajo donde Sandra se dedica a crear diseños nuevos a partir de prendas de segunda mano con defectos.
“Empezamos vendiendo camisas estampadas a mansalva. Pero ahora mismo ya no hay tantas y hay que reinventarse en cada temporada”, expresa frente a un maniquí ataviado con una chaqueta negra. King Vintage Reworked es el nombre de esta línea que apuesta por dar una tercera vida a la ropa ya reciclada. El valor añadido recae en que la nueva camisa o falda está reconvertida con sus manos.
“Algunas prendas llegan con defectos, otras no se venden de temporada a temporada, y, en lugar de almacenarlas o generar residuos tirándolas a contenedores, pues las deconstruyo completamente y hago diseños nuevos”, explica la gaditana, que realiza una actividad poco extendida difícil de encontrar.
Los clientes pueden comprar una americana de segunda mano que Sandra ha rediseñado, incorporando nuevos detalles. En resumen, prendas nuevas creadas a partir de ropa ya creada y usada. “Así apostamos por el reciclaje. El mundo vintage es sostenible porque evitamos que las prendas caigan en los contenedores y genere más contaminación”, afirma frente a camisetas de fútbol americano y NBA.
El reworked convive con un armario de camisas, chaquetas o pantalones de primeras marcas como Ralph Lauren, Burberry o Levis, con más de dos décadas de antigüedad. Prendas únicas que no son fáciles de hallar. Según explica la diseñadora, “aquí no tenemos dos de cada, si te gusta una chaqueta vaqueta de la talla XL, es la que hay”. A estas se suman algunas prendas sin usar que no se llegaron a vender en su momento y permanecían en las fábricas.
Todo lo que le rodea procede de proveedores de ropa vintage al por mayor de diferentes partes del mundo, desde americanos hasta franceses, italianos y españoles. “No compramos al kilo, compramos prenda a prenda”, dice Sandra, que detalla cómo es el proceso de selección y preparación.
El lavado, la desinfección y el planchado de todas las prendas es una premisa en King Vintage. Para ellos, es importante “quitarles las pelotillas o reponer los botones rotos” y “las vendemos como si fueran nuevas”.
Mientras enseña el interior del local, Sandra explica que cada tienda vintage es diferente porque no todas tienen el mismo estilo. Ella pone en valor ese toque diferencial, que ahora se refuerza gracias a sus diseños de tercera mano. “No es un mercadillo, es una tienda de ropa de moda”, aclara.
Este mundo, que ella lleva apoyando desde que tenía 18 años, es cada vez más conocido. Aunque no tiene el mismo tirón en unas ciudades que en otras. “Hay que tener en cuenta que estamos en Cádiz, y aquí todo llega un poquito más tarde, cuesta abrir la mente. El turista europeo, por ejemplo, sí está muy acostumbrado y compra muchísimo, no muestra rechazo por la ropa reciclada”, comenta.
Sandra cuida cada detalle y coloca etiquetas a todo lo que pasa por sus manos. Junto a Guillermo, se esfuerza cada día en sacar adelante un negocio con personalidad que, como sus compañeros, combate los tiempos duros que vive el comercio de barrio. Ella ha impulsado este proyecto para seguir navegando.
“La venta online está acabando con el comercio local masivamente. Pero seguimos renovando día a día. Hay que valorar que haya personas que sigan apostando por tener las calles llenas y con vida”, expresa.
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