Durante los años 70 hizo fortuna en España una serie llamada Crónicas de un pueblo. Partía de una premisa esencial: contar la edulcorada vida cotidiana –manidas tramas de amores, familias y dineros– a través de los oficios de los protagonistas.
En aquel país que pasaba de ser negrísimo a gris oscuro, las historias que seguían millones de espectadores mostraban como estereotipos a un profesor, un cartero, el camarero, el mecánico, el conductor del autobús.
La fórmula era sencilla como botijo común pero por esquemática, por contar con un reparto de pericia asombrosa, cómicos de la legua, o por no tener competencia (sólo dos canales, el desierto frente al actual Niágara audiovisual) funcionaba hasta arrasar. Tremendo éxito.
Los que consideren que aquel programa es arqueología deben añadir un dato: personas que se jubilan este mes empezaron a trabajar cuando aún se emitía.
Esos trabajadores que cierran medio siglo entero de trayectoria laboral muestran y encarnan la evolución en los modos de una sociedad que han mirado desde primera fila, desde un mostrador, ya sea de pueblo, ciudad o barrio.
La vida puede contarse desde los oficios. Sobre todo si implican una relación tan íntima y psicológica como el de farmacéutico. Pedro Fernández Torres, ya es una nombre más en este grupo anónimo.
Este próximo 30 de diciembre cumple los 65 y se jubila del único puesto que ha conocido, en una sola empresa. Ya no trabaja desde hace dos semanas porque tenía unos días de vacaciones pendientes. Hasta ahí podría ser un caso más, aunque la inmovilidad laboral hace años que es infrecuente.
Placas, bromas, firmas, recuerdos compartidos, aplausos y abrazos, muchos abrazos. Durante semanas, los clientes de la Farmacia Estadio, en el atestado barrio de La Laguna, a 50 metros del campo de fútbol, acudieron a despedirle.
Sus vecinos entienden que se lo ha ganado con una trayectoria tan larga y llena de anécdotas.
Fue un joven "digamos que inquieto, movidito", admite. Tanto que dos profesoras del desaparecido colegio Manuel de Falla, en La Laguna, claro, fueron a la farmacia cuando se enteraron de que lo contrataban como trabajador en prácticas, con 15 años.
Las docentes advirtieron a la familia propietaria de que alistaban a un trasto de peligrosidad social considerable.
El pronóstico educativo falló. Este diciembre de 2024 cierra 50 años de tarea. Es infrecuente que una persona permanezca todo ese tiempo en el mismo puesto de trabajo. Sin cierres ni mudanzas del negocio, que no haya incidentes, tentaciones u ofertas de cambio.
De sus inicios recuerda una ciudad que hoy sería irreconocible: "La Laguna tenía muchas calles sin asfaltar. No tenía colegio ni centro de salud. Empecé repartiendo con 15 años, en bicicleta. Iba por Cádiz demasiado rápido, cogía por donde quería, en dirección prohibida, lo que fuera".
"Un día, un guardia municipal me dijo que subiera a ver al alcalde. Se me acercó y me dijo muy despacio: se acabó lo de ir así con la bicicleta, se acabó lo de coger por donde te dé la gana".
De regreso a la farmacia de siempre, durante los años 80 y 90, cimentó una carrera como auxiliar de farmacia que le llevó a "hacer de todo, de todo, en pandemia, antes y después".
"Al final, lo que más te afecta es la soledad de los ancianos. Ha ido a más, sobre todo en los últimos años. A todo lo de la natalidad se une que mucha gente tiene que irse de Cádiz para trabajar y sus mayores se quedan solos".
Los niños también duelen. "Hace poco, en los últimos días de trabajo que tuve, supimos que un niño con cáncer que hemos atendido mucho se había recuperado completamente. Cuando acabó el turno nos fuimos a celebrarlo juntos, como si hubiera sido un familiar".
La organización interna de las farmacias ha cambiado en 50 años de forma asombrosa, la tecnología manda: "Cuando empecé, anotábamos lo vendido en una libreta. Luego llegó la etiqueta que escribíamos a mano. Después, la etiqueta impresa. Más tarde, el código numérico, luego el de barras... Hasta el robot que ahora lanza por un tubo lo que te pide el cliente. En mi farmacia no lo tenemos. La primera farmacia en instalarlo en Cádiz, por cierto, fue la de Loreto".
Como paciente y usuario de farmacias o centros de salud tampoco se considera de los mejores: "Hace poco me recetaron una pomada para un orzuelo y no me la puse. Me han operado de varices pero intento ir al médico y a la farmacia lo menos posible".
Como última reflexión, desde una acera cercana, señala al hospital Puerta del Mar: "Eso es lo mejor que tenemos. Soy un partidario total de la sanidad pública".
"Ahí dentro, todos los días, hay mil historias mejores que la mía, las de gente que está mal y te da la fuerza, ejemplo para resistir, intentar cuidarse, animarse y seguir. De esos he conocido muchos en la farmacia. Dentro del hospital, todos los días, hay muchas personas así, mucho trabajo de mucha gente que ni abunda ni es notoria. Eso es una maravilla". Aún sigue señalando el hospital.
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