Por las manos de Jesús Moreno Piñero han pasado reliquias. Este gaditano de 41 años es un artesano del tiempo. Un hombre que resucita el tic tac de los relojes desde hace 24 años. Acaba de recoger el Premio a la Calidad en la Promoción y Comercialización en la séptima edición de los Premios a la Artesanía de Andalucía, galardón otorgado por la consejería de Empleo, Empresa y Trabajo Autónomo que reconoce su contribución al sector.
“Yo creía que hacía una cosa normal, pero vista la expectación que ha tenido, parece que hago algo especial. Pero para mí, es mi día a día”, comenta Jesús rodeado de mecanismos desde su taller ubicado en la calle Santo Domingo, en el barrio de Santa María.
Todo comenzó cuando tenía 19 años, tras finalizar sus estudios de FP en Electrónica. Su hermano, Pepe Moreno, mayor que él, tenía –y sigue teniéndolo abierto– un taller de joyería. Se incorporó al negocio y así aprendió los entresijos del trabajo artesano. “Un día empezamos a ponerle pilas a los relojes, a hacer reparaciones sencillas, y me acabé especializando”, dice el gaditano, que descubrió este mundo en octubre de 2000.
A los cinco años, estaba perfeccionando su técnica de reparación en Barcelona y en Madrid. Después, abrió su propio taller, donde lleva cerca de una década ‘operando’ artilugios rotos. Relotecnic es el nombre que eligió para su proyecto, que va más allá desde que decidió dar a conocer un trabajo que está en peligro de extinción.
Jesús apostó por las redes sociales, Instagram, YouTube o TikTok, (@Relotecnic) para mostrar abiertamente en qué consiste este oficio. “El boom vino con un vídeo en el que explicaba cómo se hace el cristal de un reloj, tuvo más de 12 millones de visitas”, recuerda el artesano, que se había formado en marketing digital y en estrategias digitales de negocios por la UNED.
“Me di cuenta de que el negocio físico, aunque queramos luchar contra ello, va a llegar un momento en que, o se va a minimizar o se va a perder. Yo quería hacer algo para dar a conocer mi trabajo y, ahora, el 90% entra gracias a internet. Empezó a lloverme el trabajo gracias a las redes sociales”, explica.
Poco a poco pasó de subir contenido más técnico que no llegaba a mucha gente a crear vídeos más entretenidos que llamaban la atención incluso a personas que, a priori, no están vinculados a la relojería. Desvelaba los secretos de este trabajo artesanal que le permite tocar relojes de todas las épocas y tamaños.
El gaditano repara relojes que tienen un alto valor sentimental, la mayoría con más de medio siglo. Muchas personas los llevan al taller para que los arregle con el fin de mantenerlos como recuerdos. Por ejemplo, un reloj de bolsillo con medio siglo que reposa en la mesa. “El cliente me ha dicho que lo arregle, cueste lo que cueste, porque es el único recuerdo que tiene de su abuela”, dice.
También menciona un reloj infantil conocido como Flik Flak que un hombre le llevó porque lo había llevado en su etapa universitaria y le había traído muy buena suerte. “Yo muchas veces pienso que realmente, en mi día a día, en vez de arreglar relojes, arreglo recuerdos y vivencias”, expresa delante de una mesa repleta de piezas diminutas.
Otro de los objetos que destacan en su taller son los relojes procedentes de conventos o iglesias de la provincia. La mayoría de los que restaura llevan parados hasta 20 años. Es el caso del reloj de la Sacristía de la Catedral de Cádiz, datado de 1736, al que dedica su tiempo cada semana. En su ubicación, dentro del templo, se divisa un cartel que anuncia que se encuentra en sus manos.
“Cuando llegó le faltaban piezas y las que tenía estaban rotas. Había que hacerlas nuevas. Con un reloj así no puedes ir a la casa y decir, mándame la rueda número 3 que se me ha perdido”, comenta.
Para Jesús, este tipo de encargos es un auténtico reto por requerir piezas antiguas que no se encuentran fácilmente, repuestos de fábricas que ya han cerrado.
En estos casos, su labor no consiste en cambiar una pieza por otra, sino en fabricarla desde cero. “La dificultad está en que hay que hacerlas y para eso necesito horas y horas. Lo bueno es que los clientes de este tipo de reparaciones suelen ser pacientes y puedo trabajar tranquilo”, comparte.
Las manecillas se mueven a su alrededor. Jesús pasa horas entre relojes, llevando a cabo un oficio que lucha por tener relevo generacional. “Hoy en día, con los smartwatches, parece que nadie quiere tener un reloj mecánico, pero la demanda es más grande que los relojeros que existen. Los pocos que nos dedicamos a esto estamos hasta arriba de trabajo”, dice.
Jesús considera que la relojería tiene futuro. Sin sus manos, los relojes de las ciudades estarían parados. Según considera, tiene que haber alguien que arregle los relojes de las instituciones públicas como ayuntamientos o diputaciones. “Para conservar el patrimonio histórico, tendría que haber relojeros siempre. Un reloj histórico de una estación como la de Jerez o Sevilla no puede estar parado”, añade Jesús, que sigue desentrañando este oficio para despertar vocaciones.
Entre esferas y coronas, el artesano confiesa que cuando camina por las ciudades, se fija en los relojes de los edificios. Muchos de ellos están detenidos, relegados a ser adornos urbanos, a la espera de que alguien los lleve al taller de un relojero.
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