El concepto de pobreza evoluciona como todos los demás. Hace ya más de dos décadas que, en esta parte del mundo, es otro.
La mayor parte de la población cree que la escasez de alimento básico, a diario, es impensable en su entorno inmediato, en los barrios de Cádiz en este caso.
Incluso los más débiles de la cadena social, los que pernoctan en la calle, tienen tres comidas al día garantizadas a poco que las soliciten. Esa es la creencia generalizada. Al menos, la extendida.

La mayoría de los ciudadanos, eso sí, conoce y reconoce otras formas de necesidad, de vulnerabilidad. Son todas las asociadas a la falta de vivienda, la imposibilidad de acceder o pagarla.
También a la dificultad extrema para costear los suministros energéticos esenciales en un hogar: agua, electricidad, internet. O ropa. Del otro alimento -educación, cultura y ocio- mejor ni hablar.
Si se le aprieta, eso que se llama opinión pública admite la dificultad de algunos sectores para obtener alimentos de calidad, diversos y saludables, fruta, verdura, proteína, los más caros. "Habrá malnutrición pero no desnutrición", reza ese eslógan apócrifo.
Pero la falta absoluta de comida a diario, su inexistencia, es propia de otros tiempos lejanos. Eso ya no existe a nuestro alrededor. "La idea de que aquí no existe el hambre es mentira, es falsa. Ese es el gran problema, que no se ve, que no se conoce".
"Esa idea de que aquí no existe el hambre es falsa. Es el gran problema, que no se ve"
Pepe Gaviño es el presidente de la asociación de vecinos del barrio de Astilleros, uno de los más poblados de la ciudad de Cádiz, y el de creación más reciente, hace 25 años.
Tiene unos 5.000 habitantes y casi la décima parte, "unos 450", necesitan ayuda semanal para llenar frigorífico y estantería con "lo esencial, con los alimentos básicos, no hablamos de calidad, ni de productos de higiene y limpieza que desaparecieron hace mucho".
Esta proporción numérica, con fluctuaciones ligadas a muchas circunstancias, se ha mantenido estable desde que comenzara el siglo XXI. En los últimos meses, sin embargo, se ha producido un cambio drástico.
Las reservas del Banco de Alimentos, con sede en Puerto Real y ámbito comarcal, se han hundido. Las estanterías de todas las asociaciones de vecinos, de Cáritas, están más desnudas que nunca.

Sus almacenes, visitados por lavozdelsur.es durante esta última semana de marzo de 2025, nunca han tenido tantos huecos libres, tanta oscuridad.
"Hace muchos meses que cada vez entra menos pero lo de las últimas semanas es lo nunca visto", dice un operario, José Manuel, señalando los vacíos con cara de asombro en la nave puertorrealeña.
La economía española, incluso la andaluza y la provincial, muestran los mejores números -o los menos malos- desde hace 15 años. Como mínimo, en cuanto a índice de empleados y desempleados, a familias con todos sus miembros en paro.
Un grave, y posible, error burocrático
Debiera ser un alivio para la obtención de alimentos en los hogares con menos recursos pero algo falla. En el mejor entorno económico reciente, la distribución de comida a los que no pueden comprarla se interrumpe, es más difícil que nunca.
El sistema burocrático de distribución parece ser la causa para los que trabajan en primera línea: "Es un desastre. La aplicación de la tarjeta monedero ha llevado a que estemos en la peor situación que hemos conocido". Es el diagnóstico de Gaviño.
En el mejor entorno económico en España de los últimos 15 años, algo falla: "El sistema de tarjeta monedero no ha funcionado en absoluto"
"Ese sistema no ha funcionado en absoluto. Primero porque se limitaba a las familias con niños y nos impedía repartir alimentos entre el resto de personas que los necesitan, parejas de ancianos, ancianos solos, hogares monoparentales sin hijos...".
Para colmo, asegura Gaviño, su duración fue muy corta: "Duró seis meses el sistema de tarjeta monedero a través de Cruz Roja, hace ya más de tres meses que acabó y no ha llegado nada para continuarlo".
El resultado es que los grandes envíos de alimentos desde la Unión Europea se han interrumpido o han menguado extraordinariamente y los almacenes, vecinales o del Banco de Alimentos, están menos abastecidos que nunca.
"No quiero entrar en política, no sé si es más responsabilidad de unos o de otros, de gobierno, de Junta, de ayuntamientos. Creo que es de todos".
Para detallar sus necesidades, detalla: "No queremos dinero, no lo aceptamos ni debemos manejarlo nunca. Necesitamos la distribución de alimentos. Por favor, que lo arreglen, que establezcan un sistema que funcione como antes de la tarjeta monedero".
La alerta lanzada en Astilleros y Banco de Alimentos tiene reflejo, idéntico, en la federación de asociaciones de vecinos 5 de Abril, también de Cádiz.

Su responsable afirma que se trata de un problema generalizado, "de ciudad. Si tenemos en cuenta que hay entre 250 y 400 personas en cada barrio que solicitan alimentos regularmente y ahora no los obtienen".
La situación además de ubicua, empieza a ser crónica. Apareció en la segunda mitad de 2024 y se agudiza con el avance de 2025. "Está claro que no es caso concreto de un vecindario determinado en un momento concreto", aseguraba Pilar García Gutiérrez en Radio Cádiz este jueves.
La también responsable de la asociación vecinal de Puntales, San Lorenzo del Puntal, afirma como Gaviño que la crisis se mantiene en el tiempo, que se agrava, no es circunstancial. No hay síntomas de alivio a corto plazo.
"Es una emergencia. Es lo más difícil que hemos vivido", trata de concretar Pepe Gaviño. "Necesitamos que la gente se entere de lo que está pasando. Es una alarma que pasa desapercibida".
El dirigente vecinal se muestra afectado y su actitud de pesar es compartido por colaboradoras esenciales como Sandra Méndez (trabajadora social), Marisa Ramírez (estudiante de la UCA en sus prácticas finales) y Samara García (estudiante de Administración de Salesianos con sólo 16 años).
Cofradías, Clínicas Pascual y 'operaciones kilo', salvavidas en los peores momentos
Mientras se produce la conversación en la sede de la asociación de vecinos del barrio de Astilleros de Cádiz, llega una visita. Es una pareja joven que pide permiso y avisa de que trae unos carros de supermercado con alimentos y productos de higiene. Son miembros de la Hermandad del Rocío de Cádiz y de forma casual representan el último salvavidas, insuficiente, que encuentran las asociaciones de vecinos y las organizaciones de almacenamiento y distribución desde hace varios meses.
En los últimos meses, han tenido gestos similares, en el caso de Astilleros, las cofradías del Nazareno y el Prendimiento. En otros barrios se han vivido donaciones frecuentes con un origen parecido. Gaviño y sus colaboradoras destacan también el reparto "semanal" de bandejas -selladas, con preparados y guisos que se pueden comer calientes, equilibrados y nutritivos- de Clínicas Pascual. Son cientos de raciones de buena calidad, elaboradas en Villamartín, que sobran en los hospitales que el grupo tiene en varias comarcas de la provincia. "Esas bandejas son fundamentales pero enseguida se agotan, no llegan. Aún así, sin esa ayuda, no sé qué haríamos".
Las operaciones kilo que se articulan con la ayuda de colegios, entidades sociales y hasta equipos deportivos también marcan un momento de alivio para los almacenes. "Son una gran ayuda pero sólo se hecen en mayo y noviembre". Esperadas y beneficiosas, están demasiado espaciadas en el tiempo para suponer una ayuda permanente a una situación, insisten, "desesperada".