Por el distinguido color verde de su fachada sabrán de qué establecimiento se trata. Calle San Pablo con José Cubiles, en esa esquina de Cádiz permaneció Las Banderas desde 1920 hasta principios de los 90. Casi un siglo de bar, de la mano de la familia Díaz, llegados desde Santander. Jesús Díaz Gutiérrez fue su último propietario, hijo y sobrino de los montañeses que lo abrieron en los inicios del s. XX.
La finca donde se situaba inspiró su nombre, ya que, según el relato oral e histórico, era una de las más altas de la zona, y desde su torre vigía o azotea se realizaban observaciones marítimas y se comunicaban con los barcos por medio de banderas, que servían de guía a las embarcaciones comerciales. La Casa de las Banderas dejó de realizar estos trabajos de ultramar, tomando así el testigo su local de abajo como bar Las Banderas.
Este reducto de tertulias, tapeo y buena manzanilla abrazó durante décadas los ambientes de las grandes pasiones de sus propietarios: el Carnaval, la Semana Santa y los toros. Según recoge el historiador Santiago Moreno en su blog, "son multitud de hojillas y libretos carnavalescos los que cuentan con una publicidad de la primigenia tienda Las Banderas", lo que deja entrever que sus fundadores ya se acercaron a las costumbres gaditanas.
Un bar de los de toda la vida que hacía honor a sus tradiciones. Fue Jesús Díaz Gutiérrez, último propietario, quien elevó Las Banderas a lugar insigne del barrio, de su barrio de La Viña. Secretario de la Junta de Gobierno de la Archicofradía de la Palma en los años 60, fue uno de los encargados de llevar a la hermandad el antiguo paso de palio de Los Negritos de Sevilla. Recibió la insignia de su hermandad con la humildad que le caracterizaba. Porque de Jesús decían que era un hombre bueno al que le gustaban los segundos planos. El historiador gaditano, Alberto Ramos, lo describía en su blog como "amable, afable y prudente".
Jesús, además de su aportación culinaria con afamadas tortillitas de camarones de masa, sus buenos aliños y un menudo de gran categoría, también hizo mucho por las Fiestas Típicas y el Carnaval de Cádiz. Así lo constata Santiago Moreno en la entrada dedicada a Las Banderas: "Según los recuerdos de Manuel Moreno Pavón 'El Moreno', los grupos de Paco Alba se preparaban y vestían en el patio de Las Banderas. Y desde allí iban haciendo el pasacalles hasta el Teatro Falla. Tenemos constancia de que así se hizo al menos desde 1957 con la chirigota Los Sarracenos".
A comienzos de la década de los 90, Díaz, casado con una viñera, Pepi Hormigo, con la que tuvo dos hijas, Marita y María Dolores, sufrió un amago de infarto y decidió jubilarse. Pero tal era la esencia y devoción que le profesaban sus parroquianos, que pronto se supo por los mentideros taberneros, que Las Banderas había cerrado 'de aquella manera', pues como apunta Moreno, "las tertulias continuaron, en cierto modo, de tapadillo".
El historiador describe una de sus visitas al "bar secreto" de Las Banderas, ese que desde que se jubiló su propietario, hasta su fallecimiento en enero de 2015, resistía por lo bajini para los más cercanos y adeptos. Su fachada parecía cerrada, cuasi tapiada pero..."Recuerdo llegar a la casapuerta de la finca y cierto acompañante llamar al telefonillo. Abrirse la puerta, pasar un pasillo, llegar a un patio y de él a la tienda. Sin el lujo de antaño seguía manteniendo algunas mesas y sillas con sus eternos parroquianos. Las paredes repletas de cartelería taurina o cofrade. Asistí a su interior en dos o tres ocasiones. Jesús te recibía con un semblante serio pero amable. Y allí se volcaban los viejos recuerdos de todos aquellos buenos amigos", expresaba Moreno.
Siete años después del fallecimiento de Jesús, los recuerdos perduran en los corazones de quienes estuvieron ligados de una u otra forma a Las Banderas; y físicamente en el Archivo Municipal de Cádiz, que en la actualidad alberga un fondo que lleva el nombre de Jesús Díaz Gutiérrez con infinidad de fotografías, libretos, misales, libros, manuscritos, correspondencias y hasta sifones.
Poco más de tres décadas han pasado desde que cerrara de manera 'oficial' y parece que la vida vuelve a Las Banderas de la mano de cuatro empresarios, que mantendrán el nombre y la esencia de esta tradicional taberna. Busca ser un punto de encuentro cultural con carácter interdisciplinar, donde reine la música y la buena gastronomía. Habrá que esperar la llegada del verano –o incluso del otoño– para este resurgir de la casa de Jesús y la de muchos viñeros (de patria y de corazón).
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